viernes, 26 de julio de 2019

Seyens: Stern| Capítulo 17 (Actualizado el 08 del 08 del 2019)

17

Anne se hallaba sentada en la mesa de una taberna. Era de noche y ella había salido a vigilar, y a ver si podía hacer algo, pero no había encontrado nada y finalmente había empezado a llover. Y ella había tenido que resguardarse en esta taberna un instante. La verdad es que no le importaba, seguro que aquí encontraba las emociones fuertes que buscaba. No era que se estuviera obsesionando con las luchas, simplemente necesitaba concentrarse en algo para dejar de pensar en lo ocurrido este lunes, sobre todo con Chase.

Su mente se tele-transportó al momento en que ocurrió todo, esta mañana, cuando había ido a buscar a Chase.

Era temprano y Anne ni siquiera había esperado a trabajar un poco, pues sabía que al ser lunes Chase iría a trabajar muy temprano. Y entonces ya no podría hablar con él.

Fue el propio Chase quién le abrió.

—Buenos días, Anne. Madrugas mucho —la saludó, después de abrir la puerta. Anne no pudo evitar quedarse mirando aquellos ojos marrones y deseando ahogarse en ellos. Era extraño, la noche anterior había soñado con él en un mejor papel:

Se hallaba en unas ruinas y anochecía, las nubes se teñían de naranja y rojo con el sol acostado. Ella era más pequeña que ahora y sus padres estaban allí. Le contaban historias cuando de repente todo tembló y las estructuras que se mantenían en pie empezaron a derrumbarse sobre ellos. Corrieron, todo se derrumbaba, sus padres desaparecieron y comenzó a llorar, a su alrededor todo estaba cayendo. Entonces alguien la empujó, salvándola del alcance de dos bloques de piedra. En un instante estaban en el interior de una habitación y ella estaba abrazada a Chase.

Tranquila, tus padres están bien, pronto estarán aquí —decía él y entonces sus padres aparecieron y mientras duraba el reencuentro, Chase se fue. Y ella despertó echándolo de menos.

—¿Anne?, vuelve ¡Vuelve! —Chase chasqueaba los dedos al lado de la oreja de Anne, preocupado y divertido a la vez.

—Perdona Chase, estaba pensando —se disculpó ella, apartando el sueño de su mente.

—¿En qué? —Preguntó él, divertido, y Anne sintió deseos de borrarle esa sonrisa de la cara.

—En un sueño —contestó.

—¿Un sueño bonito? —se interesó Chase, aún insistente.

—Desde la muerte de mis padres no tengo sueños bonitos —le informó ella, saliéndose por la tangente. No le apetecía para nada hablarle de ese sueño.

—Lo siento, debe ser horrible tener pesadillas —comentó él, algo arrepentido.

—¿Tú no las tienes? —preguntó Anne, extrañada. Se imaginaba que él, siendo licántropo, ya no tenía miedo a ciertas cosas, pero tanto como para eso no. Él simplemente negó con la cabeza.

—No, últimamente llego a casa tan casado que me duermo enseguida y nunca sueño —comentó él, tan tranquilo como si dijera la hora. Ella asintió y se quedaron en silencio un instante, mirándose mutuamente.

Anne recordó que había venido a hablar de Esteban y de cómo protegerlo, no de sueños. Iba a soltar el tema cuando Chase dijo:

—Bueno, tengo que irme. Llegaré tarde al trabajo —Anne lo cogió por el brazo, reteniéndolo, se sentía mal por olvidarse de su tema primordial, pero se sentía peor por dejar que él se alejara de ella tan rápido ¿Qué le pasaba?

—Espera, por favor yo...—apartó la mirada de esos ojos que, por alguna razón que aún desconocía, la bloqueaban y se obligó a continuar. —¿Qué hacemos con Esteban?

—Me había olvidado de eso —confesó Chase, pero Anne notó que Chase había deseado que ella no sacara el tema a relucir pero ¿por qué? ¿Qué tenía de malo preguntar sobre lo que protegían?

—¿Me permites mirar tu mente un instante? Quiero saber dónde está y si está bien —pidió.
Chase dudó, pero al final dijo:

—Vas a mirarlo te deje o no, ¿verdad?

—Sin duda, pero creo que será mejor para los dos si colaboras —afirmó Anne y tenía razón. Si Chase no le dejaba ella investigaría por su cuenta y podría averiguar secretos que él desearía esconder, como por ejemplo, por qué Chase no quería que hablaran de Esteban...

—Pues, te dejaré. Intenta no mirar más de lo que te muestre ¿vale? —accedió Chase, resignado.

—¿Por qué? ¿Me ocultas algo? —inquirió ella con una pequeña sonrisa y, rápidamente, enfocó sus ojos en él. Chase se puso nervioso.

—N...No. Es solo que tengo cosas que esconder sobre la manada. Ellos no saben que estoy hablando contigo y bueno... Si sabes algo sobre ellos sospecharan y me meteré en un lió —explicó y esta vez fue él quién apartó la mirada. Esto se estaba poniendo cada vez más extraño.

Anne se concentró y se introdujo en la mente de Chase, pudo ver imágenes de él con Esteban. Estaba escondiéndolo en un cobertizo cercano a su casa, a falta de mejor escondite. Parecía estar muy bien, no estaba mordido y las heridas que tenía se le curaban a un ritmo normal. Pudo ver que Chase le había vendado la espalda, probablemente era allí donde le había hecho sangrar el otro licántropo.
Esteban era moreno, como su hermana, pero tenía el pelo corto y ondulado.

Captó una conversación entre ellos:

Creo que tu herida está mejor. ¿Cómo te sientes? —Dijo Chase.

Dolorido y enfadado —se quejó Esteban.

¿Enfadado con quién? —Preguntó Chase.

Con ese maldito lobo que casi me mata, y me obliga a estar aquí. —informó el otro, protestando.

Puedes salir, si quieres, pero sabes que te están persiguiendo. Tendrás que ser prudente, solo eso. —Le propuso, Chase. Esteban asintió, más no se movió, y un silencio incómodo se instaló entre ellos, hasta que, finalmente, Esteban lo rompió:

¿Sabes lo peor? Que al final nunca la conoceré —dijo, y ahí su tono más que de queja era de desolación. Lo cual lo volvía más interesante e propició la curiosidad de la inesperada observadora. ¿De quién hablaba?

¿A quién? —Se interesó Chase.

A la amiga de mi hermana, esa pelirroja tan mona. Me matarán antes de conocerla —manifestó Esteban con amargura.


Anne se alejó enseguida ¿Qué significaba esto? ¿Esteban la encontraba mona? ¿Era por eso que a Marina le preocupaba que Esteban no la conociera?

—¿Tienes alguna idea? —preguntó Chase. Anne alejó esos pensamientos de su mente y negó con la cabeza.

—Ninguna, habrá que vigilar y haz el favor de tranquilizarlo no me gusta verlo tan triste —comentó.

—Ya lo hago —Chase se soltó de su agarre, pero no se alejó de ella.

—¿Sabías que él estaba enamorado de ti? —añadió. Anne negó con la cabeza, extrañada ¿Chase hablaba en serio?

—Me sorprende que Marina no te dijera nada pero en fin... —Chase se encogió de hombros, más no dijo nada más. —Tengo que irme —añadió, justo antes de que Anne tuviera tiempo de pedirle explicaciones. Como si, de repente, le entrara mucha prisa por partir.

— ¡Espera, Chase! ¿Es cierto?, ¿por qué me lo cuentas? —Llamó Anne, pero él ya se había ido.


Anne sacudió la cabeza ¿Por qué se repetían los ojos de Chase en su mente cada vez que recordaba esa conversación? ¿Por qué no quería dejar a Chase irse? Y sobre todo, ¿por qué Chase le había contado que Esteban estaba enamorado de ella? ¿Qué esperaba él con su respuesta? Y si esperaba algo, ¿por qué se había ido tan rápido?

Y por si fuera poco, a la lista de hechos extraños, aún tenía que añadirle lo que habían comentado ella y Jaymie esta tarde:

Jaymie y ella se hallaban paseando por las mismas ruinas del sueño de Anne, era como podría haber quedado la zona después del derrumbe.

—Me gusta este decorado. Estás progresando mucho Anne —la felicitó Jaymie.

—Gracias —agradeció Anne simplemente.

Jaymie rodeó una columna partida por la mitad y se apoyó en ella muy tranquila.

—¿Me vas a decir de donde lo sacaste o lo tengo que adivinar? —Preguntó.

—De un sueño —contestó Anne y Jaymie le sonrió antes de decir:

—Los sueños siempre han sido la mejor fuente de inspiración. Además son los que más pistas dan sobre cómo funcionan nuestras ilusiones.

— ¿Qué los sueños dan pistas? ¿Qué quieres decir con eso Jaymie? — Se interesó Anne, pues no acababa de entender en que podían estar relacionados esos dos elementos.

—Un sueño es una fantasía ideada por la mente en la que inconscientemente te introduces. Mientras dure el sueño tú vives lo que ocurra en él como si fuera realidad. Lo mismo ocurre con las ilusiones, que se toman como si fueran realidad —explicó Jaymie.

—Pero en los sueños no nos movemos realmente, creemos que lo hacemos y si morimos, o nos pasa algo muy grave, nos despertamos y no pasa nada —insistió Anne, pues seguía sin comprenderlo del todo.

—Felicidades, Anne. Has encontrado dos diferencias entre los sueños y las ilusiones. Sin embargo cometes una equivocación, durmiendo uno también se mueve y dependiendo del sueño, y de cómo reacciona tu mente a él, puedes moverte mucho o poco, pero siempre te mueves. Respecto a lo de despertarse es un mecanismo de defensa, pero no es muy fuerte y se puede anular fácilmente —comentó Jaymie.

— ¿Y qué pasa si se anula? —Preguntó Anne.

—Que no despiertas y si mueres en el sueño puedes llegar a morirte realmente. Lo mismo pasa si te matan en una ilusión, que te mueres realmente, ya que tu mente, engañada por la ilusión, cree que has muerto y se encarga ella de detener tu corazón y todo lo que te permite vivir.

—Increíble —se asombró Anne, sorprendida de que una simple ilusión llegara a tener tanto poder. —Una pregunta, ¿los seyens podemos introducirnos en los sueños? —Añadió. Jaymie negó con la cabeza y dijo:

—Normalmente no, pero hace tiempo conocí a una seyen que poseía esa habilidad.

—¿Quién es? ¿La conozco? —Se interesó Anne.

—No, no la conoces. Cuando la vi por última vez fue hace cerca de veinte años y tú aún no habías nacido siquiera. Creo recordar que se llamaba Elizabeth, sí, Elizabeth, la encantadora de sueños —informó Jaymie.

—Ajá. Jaymie ayer por la noche me pasó algo muy raro —dijo Anne,mientras las dos se sentaban en el suelo una frente a la otra.

—¿El qué? —Preguntó Jaymie y entonces Anne pasó a relatarle su enfrentamiento con aquella mujer demonio. Mientras relataba estuvo atenta a las expresiones de Jaymie y se extrañó al no ver asombro, ni sorpresa ante su relato.

—Ha sido tu instinto de defensa —explicó Jaymie, con naturalidad, una vez acabado este.

—¿Instinto de defensa? —Preguntó Anne.

—Supongo que no ignoras que todos los seres poseen instintos —comenzó a hablar Jaymie y Anne asintió. —Pues bien, los seyens no somos una excepción; también poseemos instintos que nos guían. Es por eso que podemos manejar fácilmente la mayor parte de las armas, y no dudamos a la hora de salvar a los humanos, entre otras cosas. En un seyen existen varios instintos. Los cuales irás descubriendo poco a poco. El de defensa, que nos atañe ahora, se encarga de encontrar la mejor defensa contra los monstruos que nos ataquen y emplearla. Como la luz que usaste esa noche —contestó Jaymie.

—Pero no comprendo muy bien ¿Cómo mi brillo pudo tomar vida propia y hacer eso? —Volvió a extrañarse Anne y Jaymie se rió por lo bajo.

—¿Qué pasa?

—Nada, solo que te equivocas completamente. Ese brillo es luz, nuestra luz, y lo más característico de nosotros y de nuestra energía y no hay más lleno de vida que la energía —le explicó Jaymie.

—¿Y por qué solo se muestra con la luz de la luna? —Preguntó entonces Anne.

—Eso tendrás que descubrirlo tu solita. Y ahora me gustaría que hicieras aparecer fuego aquí. ¿Podrás? —Contestó su acompañante.

Anne soltó un suspiro resignado, "Tan misteriosa como siempre." Pensó y miró al suelo concentrándose. No tardaron en aparecer unas llamas, pero el esfuerzo era demasiado grande, y las construcciones empezaron a parpadear.

—Lo siento. Esto aún es difícil —se disculpó al ver lo que ocurría al decorado.

—No pasa nada. Pronto lo conseguirás —le aseguró Jaymie, quitándole importancia.


—Pronto lo conseguirás —susurró Anne, frustrada, al recordarlo ¡Como si tuvieran tanto tiempo! Entonces ella sintió cerca una energía particular, era fría y su única presencia helaba el ambiente ¡Al fin algo interesante! Pero ¿Quién?, o más bien, ¿Qué la emitía?

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