jueves, 12 de junio de 2025

Recuerdos de Stern 5.4 y noticias.

Buenas noches a quién lea esto de noche. Comenzaré esta entrada con una disculpa, prácticamente desconecté de la escritura desde hace un tiempo. Cometí la locura de apuntarme al Master de profesorado online en la UNIR y entre unas cosas y otras fui relegando todo a un lado, con tal de afrontar el estrés y trabajo duro que exigía. Cuando no estaba con las clases o estudiando, miraba vídeos o escuchaba historias cortas de Reddit, por medio de shorts de youtube. Luego vino el Trabajo de Fin de Master, las prácticas y entre unas cosas y otras siempre encontraba excusas para no ponerme a escribir. Finalmente y tras un sacrificio que dudo mucho que sea merecido, llegué al punto de donde estoy ahora. Tengo todo aprobado, a excepción de la memoria de prácticas cuyos plazos de corrección empiezan hoy y la presentación del TFM; así que me he dado el lujo de desconectar un poco. Y cuando me sentí con fuerzas me puse a continuar el relato que había dejado a medias desde el año pasado. No voy a hacer promesas sobre tiempos y movidas, todavía sido algo quemada y sin ganas de nada, en general. Pero confío en ir retomando la mano poco a poco. Mientras os dejo el relato que recién terminé. Espero que os guste.


Recuerdos de Stern 5.4


Un misterio.

Era en lo que parecía haberse convertido Samuel con el paso de los años, un misterio particularmente envolvente.

Gerard casi se sentía culpable de observarle a todas horas, bueno, en realidad, lo hacía. Cada vez que cruzaba la mirada con él notaba como el dolor que le había infligido, en su tiempo, le seguía royendo con el paso de los años. Y dolía, dolía demasiado como para no pensar en nada más. Y, sin embargo, no podía dejar de pensar en él.

No tenía derecho a añorarlo. Lo había lastimado demasiado.

Pero no lo podía evitar.

Y más este año que nunca.

Demasiados cambios, demasiados detalles nuevos…

Y lo peor es que, por más que lo analizase, seguía teniendo la sensación de no comprender ni la mitad de él.

Y eso, definitivamente, lo ofuscaba.

Gerard soltó un suspiro, casi involuntario, al notar aquella expresión de absoluta concentración en él. La expresión que solía mostrar Samuel cuando se hallaba haciendo alguna tarea manual, lo suficientemente envolvente como para aislarlo del resto del mundo. Aquel era un rasgo que ya conocía de él. Apenas era consciente de que Víctor llevaba observándole, desde hace un rato, aunque, dado lo último que le había pasado a su mejor amigo, lo que le sorprendía era que estuviera concentrado en él.

Y, mientras, Samuel estaba dibujando, de nuevo, paseando con suavidad la punta de aquel lápiz, que debería estar anotando cosas en su cuaderno. También debería de hacerlo él. Últimamente le estaba costando mucho concentrarse y era obvio la razón.

Samuel…

¿Qué le había pasado últimamente como para volverse incomprensible para él? En cierto modo, era una pregunta estúpida, la gente cambiaba con el paso de los años. Le bastaba con analizar su actitud y pensamientos, como para detectar hasta el más imperceptible cambio en él. Y no era el único de la ecuación, Víctor también.

Desde que salía con Siméon, su mejor amigo se había ido volviendo más y más valiente. También más impulsivo, atrevido y, lo más importante, rebelde. Llegando desde explicarle a su padre que no le interesaba la medicina, hasta desobedecerle cada vez más. Y es que, por una razón que él tampoco entendía del todo, Eivan Roswell no soportaba al menor de los Leinnister. Aunque, pensándolo en frío, el mayor tampoco le agradaba. Y en eso no podía más que coincidir con él.

Semil era un delincuente. O, al menos, lo había sido. Era lo que decían los rumores de él. El como esa tendencia a meterse en problemas no había hecho más que acentuarse, desde que partió a Berlín, hasta tal punto que había terminado encerrado tiempo atrás. Encierro del que había salido recién, regresando a Stern de improviso y hasta tenía previsto establecerse. Siméon estaba especialmente emocionado por ese hecho, más que encantado de tener a su hermano de vuelta, a pesar de todos sus antecedentes. A Gerard, en cambio, le costaba entenderlo, motivo por el cual él y Siméon tendían a discutir con frecuencia, en los escasos encuentros que tenían.

Y es que, por aquel entonces, Gerard ya estaba adquiriendo un sentido de la justicia que pronto terminaría marcándolo, hasta tal punto que terminaría haciéndose investigador, años después. Y, con ello, terminaría de trastocar su vida para siempre por una razón de la que, en ese instante, apenas era consciente.

A Gerard le fascinaban los misterios.

Y el de Samuel era demasiado atrapante, como para ignorarlo.

Volvió a regresar la mente a aquel libro, las imágenes que había vislumbrado, entonces, no se le escapaban de la cabeza. Aquel símbolo… Era intrigante, extraño e inusual, como un rompecabezas imposible de resolver. Gerard no se lo había visto desde entonces, era natural, dado que Yohann lo había roto. Y, si algo sabía de aquel abusón era que le bastaba con ver un objeto preciado de su víctima, como para querer destruirlo. A creer que disfrutaba del sufrimiento ajeno. Aunque, desde hace un tiempo, más concretamente, desde que aquella chica había aparecido en su vida, Yohann no parecía tener ningún interés en hostigar personas.

Y Gerard conocía lo suficientemente del amor como para reconocer los cambios que este podía causar.

Bastaba con mirarse a sí mismo y a Víctor. El como su expresión alegre y soñadora parecía desvanecerse, con el paso del tiempo. Algo de lo que su mejor amigo ya era consciente, pero que hasta que Nicolas, el prometido de Vanessa, no cumplió los dieciocho años, no le empezó a golpear cada vez más.

Se les estaba acabando el tiempo.

Y es que, si bien salir con Vanessa había sido especialmente fácil para Víctor, obviando el hecho de que estaban rompiendo las normas de una relación común, terminar con su compromiso era imposible. No importaba lo que opinase su amigo, menos su padre y, desde luego, no importaba lo que pensase ella.

Y más, ahora, que era evidente que Nicolas también estaba enamorado.

Era lo que afligía a Víctor ese día.

Nicolas Amaranta era una persona con la cual nuestro protagonista nunca esperó tener que lidiar, al comenzar a salir, lo más en serio posible, con Vanessa. Estaba convencido de que el enlace lo entusiasmaba tan poco como a ella, pero, en realidad, se equivocaba. Y lo peor es que el chico ni siquiera era una mala persona.

Tenía un carácter demasiado optimista y perseverante para el mundo en que vivía, completamente convencido de que el esfuerzo y dedicación siempre le granjearía buenos resultados y lo suficiente astuto como para llevar sus padres a su terreno. Convenciéndolos de organizar cenas, fiestas, bailes y todo tipo de eventos, a los que la chica se sentía obligada a asistir, desde hace un tiempo. Eventos en los cuales el chico no tenía problemas en cortejarla y darle regalos; además de colmarla de atenciones. Todo ello con el fin de reforzar la relación entre Vanessa y él. Aquel amor que, cada vez era más obvio, que su rival buscaba forzar en la chica. Algo imposible, no solo por la ausencia de sentimiento de la joven, sino también el hecho de que ella y Víctor llevaban manteniendo una relación secreta desde hace bastante tiempo. Y no había ningún regalo, evento o coacción capaz de convencerla de dejarlo.

A Víctor le inquietaba, viendo fácilmente que cada día ella se aferraba más a él, imposibilitando la difícil tarea de dejarla, llegado el momento. Pues, a medida que pasaba el tiempo, su novia se quedaba sin posibilidades, con su casamiento cada vez más cercano y, tanto sus padres, como los de él, coincidían en que todo sería más sencillo si los jóvenes aprendían a conocerse antes.

Era por eso que el chico la invitaba cada vez más a menudo a eventos, aparecía en su casa en los momentos más inesperados o, incluso, organizaba alguna salida y la invitaba a acompañarle. Cosas como conciertos, recitales, representaciones, fiestas y todo tipo de eventos, hacían parte de sus peticiones habituales. Normalmente, Vanessa encontraba argumentos para rechazarlo, pero no podía hacerlo cuando eran sus padres los que se empeñaban en ello y estos eran muy insistentes.

Ella, sin embargo, también era optimista o, quizás, estaba en negación. Víctor no lo sabía, pero prefería pensar en la primera opción. Le había dicho que no se inquietase, que tarde o temprano Nicolas se cansaría, al igual que sus padres y entonces podrían ser felices. Y si no no tendrían más que ignorarlos y escapar juntos, algo bastante tentador para él, si no fuese hijo de una humana y un Seyen.

Pero, obvio, aquello último, Vanessa nunca lo sabría.

Suspiró, decidiendo hacer caso a su amada y aparcar el dilema de su mente. Puede que Nicolas ya hubiese cumplido los dieciocho años, pero a Vanessa le quedaban los suficientes días como para permitirle estrechar su relación lo más posible. Ser felices, mientras pudiesen, era la idea que impulsaba su corazón. Y desvió la mirada hacia Gerard, viendo que, otra vez, estaba atento a los actos de Samuel, quien debía de considerar lo suficiente aburrida la clase como para ponerse a dibujar un retrato que, por algún motivo, se le hacía bastante familiar. Sin embargo, no fue hasta que esta terminó y tuvieron que moverse que Víctor pudo, al fin, distinguir de quién se trataba, porque Samuel se lo mostró…

La novia de Yohann, desde hace ya varios meses: Vevikia.


Gerard parpadeó, más que asombrado por los actos de su antiguo amante, ¿desde cuándo Víctor y él tenían ese tipo de comunicación? ¿Y qué se supone que pretendía transmitirle Samuel al permitirle ver aquel dibujo? Ciertamente, su amante nunca había tenido problemas en mostrarle las cosas que dibujaba, de vez en cuando. Pero eso había sido antes de que comenzase a distanciarse de él. Y a Gerard le había costado mucho adquirir esa confianza.

Samuel siempre había actuado como si hubiera un muro ante los demás y él. Actitud que Gerard comprendía de sobra, pues a él también se le dificultaba confiar en la gente. Era difícil convencerlo de hacer cosas tan sencillas como mostrar su trabajo a los demás o contar sus problemas. Hizo una mueca, recordando aquel poema que le había dedicado hace tiempo: aquellas palabras que, a pesar del tiempo, él era incapaz de olvidar, y la principal razón de su aflicción. Decididamente, no tenía remedio, debería ignorarlo, no aferrarse cada vez más a él.

    —Sabes, Gerard, todo sería más sencillo si simplemente hablases. —La voz de Víctor lo sacó de su alto estado de meditación. Se hallaban en el patio trasero del Gymnassium, disfrutando del buen tiempo y la aparente tranquilidad del ambiente. O, al menos, en eso intentaba concentrarse Víctor durante la pausa. Detalles menores, con el fin de disipar la tensión que le creaba lo hablado con Siméon recién. Crear un encuentro, implicarlos, … Convencer a Dave sería sencillo, pero Gerard…

    Solo me preguntaba por qué la dibujaba. —Manifestó, en un deje de voz, su mejor amigo, sin dejar de observar a Samuel, el cual se hallaba sentado sobre la hierba del campo con sus amigos, para cuando unos chicos que, por su altura y envergadura, semejaban tener la misma edad que Siméon, se acercaron a él. Víctor no podía percibir nada de su conversación desde donde estaban, pero por sus gestos y el hecho de que uno de ellos sostenía una pelota, parecía una invitación a un juego. Siméon, al igual que Dave, era bastante popular en el centro, y también Raymond. Ambos eran muy bien dotados para socializar y por ello Víctor se había habituado a verlos junto con varios chicos de su misma edad o clase social. Costumbre que había ido disminuyendo, desde que Samuel andaba con ellos. El chico pelirrojo era, al igual que Gerard, demasiado callado y reservado como para sentirse a gusto en una multitud. Y Siméon prefería negarse a tener que forzarlo o relegarlo a un segundo plano. Tal y como acaba de hacer ahora. Esperó a que este hablara con él, repitiendo un patrón común que ya había visto otras veces. Pero Samuel, por algún motivo, parecía ausente, dado que apenas reaccionó a la escena.

    A lo mejor ella, simplemente, le gusta. —Tanteó el terreno, Víctor, simulando un tono sereno. Debía admitir que a él también le intrigaba. Desde que lo conocía, siempre había apreciado que Samuel tenía mucho talento para el dibujo y las manualidades; siendo capaz de crear imágenes muy vívidas. Y aquella, en concreto, no le gustaba. —Es bastante bonita. —Añadió, haciendo lo posible para que no se notase su inquietud. Había algo en esa representación que no lo dejaba tranquilo. La expresión de la mujer, la tensión de sus rasgos, … Todo ello parecía traslucir una cierta incomodidad que el joven Roswell no comprendía del todo.


Víctor había visto a Vevikia muy pocas veces, pero era la primera en que el hacerlo le ponía nervioso. Su mente analizaba la imagen por todos los ángulos posibles, en un intento de percibir el mensaje oculto. Tal vez debería cuestionar a Siméon al respecto, dado que él lo conocía más. Y, como tal, podría responder a su pregunta sobre la forma en que Samuel captaba a las personas. O quizás...

    ¡Es más que eso, Víctor! —La exclamación repentina de Gerard lo hizo regresar a la realidad. No, definitivamente, no le preguntaría a él sobre Samuel, menos a Siméon. Le parecía cuando menos inapropiado, de su parte. Más dado que el gesto del chico parecía dirigido específicamente a él. —Probablemente, no lo adviertas a causa de tu relación con Vanessa y es posible que yo tampoco sea el más indicado para juzgar. Pero créeme cuando te digo que incluso para alguien con mis gustos, resultaría complicado no fijarse en ella. —Las palabras de su amigo elevaron el interés de Víctor por la chica, si Gerard la encontraba atractiva, debía tener algo especial. —Vevikia tiene unos rasgos casi perfectos. Poseyendo el justo tipo de atractivo que hace que todos los chicos volteen, nada más verla. Y aun así no creo que Samuel la vea de esa forma. —Víctor se limitó a asentir, pensativo, él tampoco lo creía, dado el retrato que había creado. El chico no pintaba a la joven como algo hermoso e inalcanzable, como lo sería de haberse prendado de ella. Si no que su dibujo tenía una connotación inquietante. Y claramente no le gustaba.

    ¿Habláis de la novia de Yohann? —Se coló de improviso Dave, en la conversación. Desde hace un tiempo el joven noble ya no tenía reparos en acercárseles en el Gymnasium. Su padre cada vez pasaba más tiempo con el de Víctor y, si bien las diferencias entre clases sociales no podían borrarse de un plumazo, Dave consideraba que aquel acercamiento era suficiente para validar su amistad fuera de las masas. —¡Es increíblemente hermosa! —Juzgó, sin un ápice de piedad, hablando en voz alta, sin importarle que otros jóvenes lo oyeran. En el rostro de Víctor se dibujó una pequeña sonrisa al ver como les observaban. Al contrario de él o Gerard, Dave no tenía ningún tipo de cautela al tratar ciertos temas, en especial si estos se relacionaban con mujeres. Sus tendencias libertinas lo precedían. Más fue Gerard el que intervino.

    —Yo que tú no lo comentaría tan alto. —Expresó, con un ánimo más relajado. —Yohann parece ser una persona bastante celosa. Escuché rumores sobre que ha golpeado a algún chico por cosas tan simples como mirarla o intentar hablar con ella, mientras la joven lo espera. Y, entre nosotros, está algo irritable últimamente. Es mejor no provocarlo. —Víctor arqueó una ceja, algo sorprendido por lo atento que estaba su mejor amigo a esos detalles, él prácticamente había desconectado de Yohann desde que este ya no lo molestaba. Dave, por su parte, se rio como si nada.

    —Algo había advertido, sí. —Afirmó, en tono tranquilo, como si estuvieran hablando de otro chico y no de un joven con tendencias violentas y acosadoras. —En todo caso, ella tampoco se queda atrás. Yohann no ha frecuentado a ninguna chica desde que salen, no es como que lo hiciera antes. Más resulta llamativo el hecho de que ni siquiera Milena escapa a esa norma. Antes de que aquella mujer apareciera en su vida eran inseparables. —Confesó bajando el volumen, como si estuviera contando algún secreto. Víctor, quién si bien hacía lo posible por no frecuentar los mismos ambientes que su antiguo abusón, acogió la nueva con desinterés. Él también había advertido como el chico se alejaba cada vez más de sus antiguas amistades, solo por estar en una relación. Y siendo Milena hija de un noble, además de la antigua mejor amiga de Yohann, era lógico que Dave lo hubiese advertido. Lo que no comprendía era por qué le interesaba el asunto.

    »—Vevikia no solo es una de las mujeres más hermosas que vi—, continuaba Dave, completamente inmerso en su relato. —Hay algo en ella, probablemente sea solo mi imaginación, junto a los rumores que se escuchan desde que comenzó a aparecer en los alrededores del Gymnasium; pero la gente le tiene miedo. Es un poco extraño, dado que es solo una mujer, pero yo mismo lo sentí al intentar acercarme a ella hace unos días. Es como si fuera uno de esos seres mitológicos que aparecen en algunos relatos de la asignatura de griego: las sirenas. Hermosa pero peligrosa. —Dave remató la historia con una risa disimulada que no le llegaba a los ojos, negándose a explicar qué había sentido al rondar a la bella joven. Esa sensación de que era peligrosa, sin serlo. Y aun así la encontraba fascinante. —Supongo que por eso ella y Yohann combinan tan bien, ambos tienen un fondo siniestro. —Sentenció, aún con tono jocoso, pero por algún motivo nadie coreó su risa. Tanto Víctor como Gerard restaron en silencio, tornando la anécdota de un ambiente incómodo.

    —Tal y como la acaba de dibujar Samuel. —Murmuró nuestro protagonista, quién había desconectado de la conversación nada más Dave pronunciar esas sencillas palabras: hermosa, pero peligrosa. Ciertamente, dudaba mucho de que Vevikia fuera un ser mitológico y menos una sirena. Esos seres no existían. Pero algo le había rondado la mente nada más asociar las descripciones idílicas de la chica, la historia de Dave y aquel retrato. Seres hermosos con piel pálida, voz melodiosa y un fondo siniestro: vampiros.

Evidentemente, dudaba que Vevikia fuera uno de ellos, de ser así ni siquiera podría rondar los alrededores del Gymnasium, ¿o sí? Su padre siempre insistía en retratar a aquellos monstruos como mezquinos y sanguinarios. Seres cuya sed de sangre los convertía en un auténtico peligro en lugares poblados. Resultaba inverosímil imaginarse a uno tan cercano a un humano, sin atacarlo. E incluso así no podía dejar de darle vueltas.

    —¿Samuel dibujó a Vevikia? —Inquirió Dave, aún sin salir de su fantasía. —¡Eso quiero verlo! —Exclamó, emocionado. —Me pregunto si puedo convencerlo de mostrármelo. Siempre ha sido tan reservado…—La alusión a Samuel hizo regresar a Gerard, quién al igual que Víctor, meditaba sobre las razones de ese retrato. De ser otra persona quién la hubiese dibujado, hace tiempo que habría olvidado el asunto. Él no creía en rumores y menos en fantasías propias del folclore o los mitos. Simplemente, conocía a Samuel lo suficiente como para saber que sus intuiciones siempre acertaban. Si el joven había dibujado a la chica de esa forma, era por algo. —Vosotros lo visteis, ¿verdad? —Asintió en automático. —¿Cómo se supone que lo convencisteis? ¿O es que espiasteis sus dibujos a escondidas? —Terció con una sonrisa maliciosa, buscando provocar algún tipo de reacción. —Y por cierto, ¿se puede saber qué os pasa? Ni que hubiera dicho que Vevikia es una asesina serial.


Gerard negó con la cabeza, intentando cazar el recuerdo de Samuel mostrando la imagen de una Vevikia cuyos trazos, expresión y sombras transmitían una sensación inquietante. Y se apresuró a responder, procurando mantener un tono neutro.

    —Simplemente nos lo mostró… —Se encogió de hombros, simulando naturalidad, algo que por la expresión de Dave dudaba que funcionase. —Lo más probable es que él también haya escuchado rumores, dada la tonalidad del retrato, ¿no crees, Víctor? ¿Víctor? —Víctor, quién se había sobresaltado nada más escuchar la palabra asesina asociada a Vevikia, hizo un esfuerzo por moderar su expresión. Lo último que deseaba era asustar a sus amigos, por cosas que no podía contar. O al menos no de la forma en que lo había hecho su padre con él.

Con todo ello el relato de Dave le había brindado una pequeña idea de conexión. Una forma de abrirse, sin por ello desvelar demasiados detalles. Simplemente, intrigarlos con una pequeña revelación, a la espera de que la curiosidad hiciese lo demás...

    —Perdón. —Se disculpó, dotando su voz de inocencia. —Es que tu historia me acaba de recordar una cosa. Es algo que solía contarme mi padre hace tiempo. Relatos antiguos que utilizaba como entretenimiento, para amenizar las veladas más oscuras. La mayoría eran cuentos adaptados del folclore o las leyendas urbanas y versaban sobre monstruos tan o más peligrosos que las sirenas. —Concluyó, dotando su tono de misterio, lo cual hizo que Dave sonriera, interesado, mientras que Gerard se limitó a arquear una ceja, más intrigado por la relación que pudiera tener todo esto con Samuel, que por la revelación como tal. —Y no sé por qué me he puesto a pensar que Vevikia podría ser fácilmente uno de ellos. —Coreó su oración con una risa nerviosa, justo en el instante en que sonó el timbre de fin de la pausa. Definitivamente, tenía que dejar de imaginarse monstruos donde no los había. No quería pasar por un paranoico.—En todo caso, este no es el mejor momento para contároslo. Debemos regresar a clases. —Sentenció, con tono tranquilo y se incorporó para caminar de regreso al interior del recinto. La respuesta de Dave no se hizo esperar.

    —¡Espera Víctor, no puedes dejarlo así! —Insistió su amigo, yendo tras él, mientras que Víctor retuvo otra risa, asegurándoles que les contaría esa historia en otro momento. Decir que estaba nervioso era un eufemismo. Si todo salía bien y lograba contar lo suficiente de las historias, sin ponerlos en peligro, muchas cosas cambiarían entre ellos. Estarían en la cuerda floja, pues aun y cuando no creyesen nada de lo que les contase, el mínimo suceso sobrenatural podría cambiar las tornas...

Y todo ello sin contar la reacción de su padre, cuando se enterase. Pues si algo tenían claro, tanto él, como su hermana, era que resultaba casi imposible ocultar cosas a Eivan Roswell.

E, incluso así, Víctor no estaba dispuesto a retroceder.

Así que le tocaba seguir adelante, asumiendo las consecuencias de sus actos. Aun cuando estas fuesen mayores de lo que hubiese imaginado.

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Comentarios: ¡Lo logré! ¡Un relato menos! 😅 Lo cierto es que esta fase me está costando cada vez más, tengo que releer bien cada parte para asegurarme de no poner locuras. En este caso, el asunto de Vevikia podía causar conflicto, al ser un vampiro, intentando similar una vida normal. Si actuaba extraño todos lo advertirían, no solo Samuel. Y la clave del asunto era hacer ver como el chico percibe cosas que aun no comprende del todo. En crepúsculo, aun y cuando los vampiros son muy atrayentes y atractivos, los humanos los perciben como una amenaza, sin saber siquiera qué son realmente. Me gustó bastante esta característica, así que la adapté a mi manera. Dave percibe algo, pero cree que es solo su imaginación. Samuel también, pero en mayor intensidad y así la recrea. Como es evidente, en ningún momento la pintó como un ser sobrenatural. Pero su retrato es lo suficiente inquietante para disparar la imaginación de nuestro protagonista. Y poco a poco se van enlazando cosillas, en su mente. Otra cosa es que las acepte como reales. ¡Espero que os haya gustado el relato y nos leemos :D!












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