domingo, 10 de diciembre de 2023

Seyens: Stern| Capítulo 39

 No tengo excusa para el tiempo en que tardé en escribir este capítulo. Tuve la mente distraída, ocupada en ver vídeos, y otras actividades varias, en especial un juego de pokemon llamado "Infinite fusión" que me tuvo bastante entretenida. A esto hay que añadir el hecho de que, a partir de ahora, prácticamente me estoy quedando sin capítulos ya escritos o por modificar. Todo lo contrario, la mayoría no solo están siendo escritos sobre la marcha, sino que lo poco que conservé de sus versiones antiguas están llenas de errores. Tuve que releer toda la historia, para así tomar las cosas en mano y escribir algo tan coherente como absorbente. Espero que os guste.


39

En ocasiones, el miedo te paraliza en un simple instante. Se introduce en tu mente, como una idea, y te trastoca hasta tal punto de que ya no puedes pensar en nada más. Esta puede ser real o imaginaria, pero siempre está allí. Dispuesta a invadir tu mente en los momentos de más flaqueza. Para Víctor, su mayor temor siempre había sido el de perder a sus seres queridos. Algo que se había detonado desde hace tiempo, con la muerte de su padre y, posteriormente, Vanessa. No concebía sentir, de nuevo, aquel dolor, lo destrozaría. Y en ese momento, cuando vio a aquella demonesa agarrar a Samuel, para luego desvanecerse entre las sombras, sintió que Candel había hecho resurgir aquel sentimiento.

    —No te preocupes, él puede sobrevivir. —Le susurró el demonio con un tono especialmente siniestro. —Basta conque despierte sus poderes a tiempo —. Y quiso aprovechar aquel instante para observarle, deleitándose con la expresión de terror de sus ojos. Pero justo cuando se prestaba a partir, Víctor lo detuvo.

Candel se giró con la seguridad de quién ya tiene la batalla ganada. Poco importaba lo que hiciera Víctor en estos momentos, Gerard no era más que un títere entre sus manos. Su expresión vaciló al ver el terreno distorsionarse a su alrededor, mermando su autocontrol hasta tal punto que quiso cerrar los ojos, con el fin de desprenderse de la sensación de desestabilización que le había transmitido. Más aquello era imposible, lo sabía muy bien. Debía serenarse, tomar el control de sus emociones y así evitar dar pistas a Víctor. Esa era la clave. Algo no tan sencillo de realizar, como de pensar. Pues en el momento en que logró estabilizar su conciencia, la luz se fue…

Candel no era precisamente una persona que temiera a la oscuridad. Al contrario, ya desde su más tierna edad, había aprendido a usarla a su favor. Pero existía una gran diferencia entre la oscuridad real y una autoimpuesta. Lo cual era justo lo que le inquietaba. Víctor no le estaba atacando, o al menos no directamente, tanteaba su mente en busca del más mínimo punto débil. Y lo estaba consiguiendo.

A pesar de que su visión no llegaba a alcanzar los estándares actuales, no le tomó mucho tiempo distinguir el entorno que le rodeaba. A simple vista, no era inquietante y menos aterrador. Una explanada estrecha, cercana a los bosques, con detalles que le recordaban a la misma ciudad de Stern. Era un lugar que le transmitía familiaridad, debido a que a menudo había cruzado caminos similares para dirigirse a la casa donde vivía, pero también sorpresa y, finalmente, inquietud. No comprendía la intención de Víctor al mostrarle aquello, qué buscaba, o al menos no lo hizo hasta que advirtió las siluetas que le rodeaban.

Y por un instante fue como si regresara cinco años atrás, aquellas figuras, la sensación de sentirse acechado,… Todo era tan similar a lo que había ocurrido en Stern entonces, que no pudo evitar que su mente hiciera las asociaciones pertinentes. Rellenando los huecos imprecisos a través de sus recuerdos, aquel día él había estado ocupado con la venida de su hermano y las noticias que le había traído. También, le había advertido sobre que la ciudad no era segura, pero él le hizo caso omiso. Negándose a huir de Stern, a pesar de la insistencia de Christopher. Posteriormente, unos licántropos les atacaron y todo estalló…

Para cuando él supo lo que buscaba su enemigo, era demasiado tarde, sus emociones, habitualmente tranquilas e impasibles, se habían disparado, haciéndole sentir una inquietud y nerviosismo tan fuertes que enseguida se convirtieron en miedo y posteriormente terror. Se sentía atrapado, a la espera del ataque inminente que culminaría con todo. Sin embargo, justo cuando se aprestaba a rendirse, el terreno comenzó a parpadear a su alrededor, a la par que otra consciencia se abría paso entre ellos. Alguien intentaba comunicarse con Víctor, una persona cuyo timbre de voz él también reconoció: Anne.

«¿Víctor, me escuchas? No te preocupes, Samuel está bien. Llegué a tiempo.» Aquellas palabras fueron suficientes para que Víctor regresara a la realidad, soltando a Candel en el proceso. La chica no mentía, pues a través de su mente pudo ver que, aun y a pesar de haberse convertido (tal y como lo demostraban sus ojos de un tono gris oscuro, similar al de las nubes en una tormenta), su amigo no estaba herido. Gerard, por otra parte.

«Huyó.» Le comunicó Samuel, entrando en contacto con él con una facilidad tal que le sorprendió. Apenas llevaba unos minutos transformado y ya estaba usando sus poderes a plena potencia. «Cuando esa demonesa me atrapó, él apenas reaccionó. Se limitó a observarme con esa mirada perdida y seguirnos. No fue hasta que logré apartarla que comprendí el verdadero alcance de las órdenes de Candel. Ariel no necesitó hipnotizarle para que se acercara a ella, él lo hizo de forma automática. Fue entonces, cuando Anne apareció y logró ordenarle que se detuviera. Pensé que la demonesa nos atacaría, pero ella también partió. Gerard pareció volver en sí y escapó en dirección a la cocina. Lo más probable es que esté oculto allí, o en la bodega. Iré tras él, ¿de acuerdo? Anne regresará ahora.»

«De ninguna manera.» Contraindicó Víctor, en un tono autoritario. Aquella demonesa, Ariel, ya había probado la energía de no uno, sino dos seyens, contando a Samuel. Lo sorprendente era que tuviese el temple de frenarse y escapar. Según su padre, aquel era un acto muy difícil, debido a que la energía de los seyens se volvía adictiva para sus enemigos. Haciéndolos inestables e impulsivos, cuando no incontrolables, en su presencia. «Ariel podría seguir por los alrededores y atacarte. O a él. Es mejor que Anne se mantenga cerca, hasta que ambos estéis a salvo y seguros. Yo puedo ocuparme de controlar la fiesta por mí mismo. No os preocupéis.»


Y, algo más aliviado, cortó la comunicación con Samuel. Centrando ahora su visión en Candel, quien no solo se había repuesto de su ataque, sino que lo observaba con una media sonrisa.

    —Al parecer, posees más ingenio del que pensé en su día. —Constató. —Pero no lo olvides, Víctor. Yo siempre voy un paso por delante. —Y le hizo un gesto de negación, a su medio hermano, el cual no les había quitado los ojos de encima, desde que ambos jóvenes cruzaron miradas; antes de irse. Fue entonces, cuando Víctor advirtió dos cosas: las luces de la sala no habían parpadeado una, sino dos veces, siendo el segundo cambio el más notorio para él. Ya que lo había aprovechado en su ilusión. Y segundo, Christopher no era el único que los observaba, en estos momentos. Su enfrentamiento había atraído otro tipo de miradas indeseadas, por parte de los seres sobrenaturales, entre ellas las del Alpha de los licántropos, que le había señalado Anne anteriormente, Siméon, y otra persona. La misma muchacha que no solo estuvo bailando con Dave, antes, sino que seguía junto a él, sosteniendo su mano de tal forma que casi parecían una pareja a ojos de los demás.

Víctor parpadeó, fijando sus ojos en los de la chica que desvió la mirada tan rápido que ni siquiera tuvo tiempo de actuar. La conocía, definitivamente, la conocía. Su máscara era una mezcla de tonos dorados y oscuros, con unas ramas plateadas cubriendo el lado izquierdo de esta. Tampoco portaba un vestido, sino un conjunto compuesto de camisa blanca con falda larga y chaqueta de color oscuro, ambos bordeados por diseños de flores finas de un dorado que hacía juego con la máscara. Aquellos detalles no fueron los que llamaron su atención, sino otra cosa, tanto sus uñas, como sus labios, estaban pintados de color azul oscuro, haciéndola resaltar entre la multitud, a pesar de la actitud sosegada que lucía. Era un comportamiento tan familiar que no pudo evitar alarmarse, ante la forma en que Dave respondía. Y es que aquella mujer: Milena, era y seguía siendo la mejor amiga de Yohann, desde el día en que lo conoció.

Y su presencia, al lado de su vecino y mejor amigo, solo podía significar una cosa: peligro.


El parpadeo de las luces hizo que Vevikia desviara la vista, desde el balcón, hacia el interior de la estancia, interesada. Yohann, por su parte, siguió su mirada con curiosidad y duda, además de sorpresa por el repentino tintineo.

   —Nunca enfrentes a un ángel y un demonio. O si lo haces mantente lejos del combate. Puede tener consecuencias terribles. —Comentó Vevikia, sin despegar los ojos de ellos. Su expresión mudó desde el interés genuino por aquel enfrentamiento silencioso, hacia una breve preocupación por Candel y su bienestar. No necesitaba leer las mentes para comprender qué le había mostrado Víctor para asustarlo. Todavía tenía en mente el estado en que había llegado Candel aquel día a su hogar. Las heridas que le habían infligido aquellos licántropos, en un intento de eliminarle, bajo el objetivo de intimidar, así, a Christopher y convencerlo de dejar la ciudad. Y si bien, Víctor ignoraba aquella parte de su pasado, el hecho de que él también hubiese sido atacado por ellos le confería un recuerdo letal.

    —¿Consecuencias? ¿A qué te refieres?— le preguntó entonces Yohann, aquellos eran detalles que todavía se le escapaban. Hace cinco años, cuando perdió los nervios durante aquella estúpida cena a la cual Derek Meyer les había invitado; sin otro fin que el de mostrar la supremacía de su manada e intimidarles; él todavía era humano. Incapaz de notar ninguno de los cambios que sí notó su esposa desde el instante en que penetró en el lugar. Y, por lo tanto, vulnerable. Hasta que decidió dejar de serlo.

    —Ángeles y demonios han sido rivales desde el inicio de los tiempos. Su existencia es anterior a la de las otras razas sobrenaturales y su rango el mayor entre ellas. Ya que teóricamente su energía es algo superior, al menos cuando es bien entrenada. Su potencia en pleno combate puede ser tan intensa que influye en el ambiente que les rodea. Las luces...— Vevikia giró la cabeza hacia ellas mientras hablaba. —Y he escuchado leyendas sobre enfrentamientos cuyo choque de energías podía hasta alterar, ligeramente, el clima del lugar donde ambos bandos se batían. Los seyens son los seres más cercanos a los ángeles, que conocemos, en especial, Víctor, cuyo poder tú también tuviste la mala suerte de probar. Así que se les aplican las mismas normas. —Se encogió de hombros, decidiendo desviar la mirada de ellos, para posarla en la oscuridad de la noche, iluminada por una luna en cuarto creciente, que las nubes semejaban querer ocultar; a la par que apoyaba sus brazos en la barandilla del balcón. Yohann no tardó mucho en acompañarla, rodeando sus hombros con un brazo.

    —Es sorprendente. —murmuró entonces y ella asintió, dejándose llevar por la tranquilidad que le transmitía aquella noche. Sorprendente, pero también peligroso, hace cinco años, un acto similar había sido suficiente para iniciar una guerra entre razas. Y ahora, ellos dos estaban a dos dedos de provocar otra.

    —No podemos retroceder, ¿verdad? —susurró ella con voz temerosa y Yohann negó con la cabeza. De ser otra persona la afectada, él hubiese criticado la actitud blanda y “débil” que mostraba su esposa en estos momentos. Pero Candel había sido lo más parecido a un amigo que Vevikia había tenido. Era natural que la asaltasen los remordimientos. —Entonces, solo nos queda devolver cada golpe con fuerza. —Sonrió maliciosamente, nada más escucharla, de eso iba todo realmente.

    —Iré a buscar la distracción, entonces, Milena debe estar a punto de conseguir su objetivo.—Declaró, antes de apartarse de ella. Ella asintió, no sin antes decirle que tuviera cuidado y lo dejó partir. Pronto la tranquilidad de aquella noche se acabaría para dar paso a los tiempos de tormenta. Y esta vez, ni ella, ni Yohann, serían las víctimas, como antaño. Ellos serían los ejecutores.


Simeón se abrió camino entre la gente que lo curioseaba todo, algunas personas se habían puesto nerviosas después del primer tintineo de luces, pero, al no pasar nada relevante, enseguida habían vuelto a sus quehaceres. Achacándolo todo a un posible problema técnico, sin importancia. Solo él y unos pocos afortunados podían deducir la verdad.

Candel no debería dedicarse a provocar a Víctor y viceversa, ninguno parecía advertir lo peligroso que podría ser su enfrentamiento para la gente que les rodeaba ¿Tan inconscientes eran?

Bueno, tampoco era su problema, aunque, y a pesar de lo poco recomendable que era que Víctor y él fuesen amigos, dadas las circunstancias, este le seguía preocupando como tal.

Se detuvo un instante y concentrándose logró identificar y aislar el olor de Dave, de todos los demás, con el fin de localizarlo. Lo había estado vigilando desde que había atisbado el aroma de esa vampiresa amiga de Yohann, junto a él: Milena. Seguramente su antiguo amigo, también, sabría de quién era amiga esa joven. Pero para él era tan bella que no le importaba, Dave era tan inocente…

Suspiró y posicionándose a una distancia prudente los siguió. Lo llevaba haciendo desde que la había visto usando sus técnicas de atracción con Dave, no mucho después de iniciarse el baile. Pero cuando las luces se apagaron, por un momento, él los perdió de vista. Se supone que no debería, las víctimas de los vampiros no eran su problema y sabía bien que no era aconsejable entrometerse en una situación como esta. La de un vampiro y la caza de su presa. Pero al ver a Dave seguir, casi ciegamente, los movimientos de ella, no había podido evitarlo. No deseaba que le hicieran daño.

Por lo que siguió internándose entre la multitud, atento. Habían escogido el momento ideal para moverse, cuando la gente aún estaba aturdida por lo ocurrido y por ello le llevaban unos pocos tramos de ventaja. Podía ver que se dirigían a una zona más recóndita y muy cercana a una de las salidas del salón, la cual daba a un patio exterior; por lo que apresuró el paso en esa dirección. Sin embargo, cuando ya se acercaba demasiado, notó algo: una presencia cercana y se detuvo. Y menos mal, porque un poco más y ella habría podido detectar su olor, estropeándolo todo. Inspiró hondo y, concentrándose en el aroma que le había alertado, logró percibir a Víctor cerca de ellos. Él también los estaba siguiendo, sin embargo, parecía haberlos estado esperando, en vez de acabar de llegar. Quizás había cogido algún atajo, lo cual no pudo evitar hacerlo sentir estúpido por no haber prestado atención a la forma de la sala. Pero el caso es que nunca se había imaginado que se metería en un seguimiento por ella. De hecho, de no haber compartido amistad con Dave, ni se lo habría planteado. Qué más daba una víctima más, una víctima menos, en esta guerra que estaba a punto de iniciarse. Si es que no se había iniciado ya.


Manteniendo las distancias, Víctor decidió volver a intentar capturar la mente de Milena. Esa era la razón por la cual decidió arriesgarse y adelantarles. Mientras ella siguiera de espaldas a él, apenas podía bloquearlos, sin exponerse. En cambio, así, existía un margen de error que podría aprovechar.


Sin embargo, en el último minuto, la vampiresa notó sus intenciones y Víctor se topó con una barrera. Podría intentar sortearla. Pero no solo no estaba seguro de poder lograrlo, sino que el hacerlo implicaría llamar su atención lo suficiente como para distraerla de su tarea. Algo imposible de hacer, mientras Dave estuviese tan cerca, pues no sabía cómo reaccionaría la vampiresa a sus ilusiones. Podría ponerlo en un peligro mucho mayor del que ya estaba.

Milena, por su parte, no le quitaba ojo, observándole mientras dejaba a Dave hablar unos instantes con otros asistentes, pero sin dejar de acompañarle y vigilarle. Víctor suspiró de frustración y decidió dejarlo estar, optando por acercarse a Siméon, con quien ya tenía previsto hablar. Esperaba poder aclararle, al menos, un par de cosas, antes de que su hermano se diese cuenta de lo que estaba pasando realmente.


Cuando ella soltó a Dave, deteniéndose, sin importarle que su presa pudiese escapar, por ello, Siméon se alarmó. ¿Acaso lo había detectado? No, estaba mirando a Víctor. Este la observaba muy concentrado, pero culminó por suspirar de frustración. Simeón supuso que había intentado un ataque mental y había fallado. Lo cual no le habría extrañado, de no ser por la conversación que había tenido con su hermano, recién. Si Víctor poseía, aunque fuera un ápice del poder de su padre, no debería de tener problemas para atrapar a su enemiga y someterla. Así que, ¿qué ocurría realmente?

Semil no podría haberle mentido sobre él, ¿o sí?

Por otra parte, ambos seguían estando en público, tal y como lo probaban los actuares de Dave, quien acababa de rechazar, educadamente, a una mujer rubia que pretendía hablar con él. Estaba tan tranquilo y feliz que Siméon no pudo evitar sentirse mal. La forma en que buscaba a Milena, ahora, no difería de la de cualquier hombre cautivado por una bella mujer. Era así como funcionaba la auténtica hipnosis de los vampiros, desde el momento en que ponías los ojos en ellos ya estabas perdido. Te atrapaban, ya fuera a través de sus hechizantes ojos o su dulce voz, provocando una serie de sensaciones fácilmente confundibles con las de un enamoramiento común. Y por la actitud que Dave mostraba, en estos momentos, era obvio que ya estaba bajo su influjo.

Milena retrocedió despacio, sus movimientos se acompasaban a la perfección con los de Dave, reiniciando el juego de seducción mutua, que llevaban montado desde el inicio del baile. Al parecer, ya se sentía lo suficiente tranquila, como para seguir con la caza. Incluso así, Siméon no dejaba de inquietarse: ella no le había detectado, cierto, pero había perdido el efecto sorpresa. La chica estaba demasiado atenta a su entorno, por lo que cualquier movimiento, que realizara ahora, lo expondría.

Aun así, ¿qué pretendía? ¿Matarla? Había hecho todo ese recorrido con la esperanza de detenerla, pero ahora que la tenía cerca, no estaba seguro de cómo hacerlo.

    —Pues yo en tu lugar sí que la mataría. No ahora, evidentemente y menos en este lugar. La atraería a algún sitio menos concurrido, con el fin de distraerla y alejarla de Dave. Y entonces, sí que la asesinaría, de ser necesario, claro. —La voz susurrante de Víctor lo sobresaltó, apenas le había prestado atención desde que lo había visto fallar su ataque mental. Estaba demasiado concentrado en el juego de Milena con Dave. Instantáneamente, dio unos pasos hacia atrás, a la par que su expresión se agrió y dijo, en un tono brusco.

    —Víctor, ¿qué haces aquí? ¿Se te ha perdido algo? —Pretendía así disuadir cualquier intento de entablar conversación con él. No podía hacerlo, de todos modos. Semil se lo había dejado más que claro.

    —No lo sé, Sim. ¿Un amigo? Compañero, o, quizás, ¿un cómplice? —Víctor pronunció todas las palabras de corrido, intentando no mostrar lo tanto que le dolía el tono utilizado por su antiguo mejor amigo. —Tú y yo éramos inseparables, Siméon. No puedes haberlo olvidado, no importa lo que dijese tu hermano. —Y vio como su interlocutor bajaba la cabeza, a par que una sombra de remordimiento cubría su rostro. Después de lo que acababa de presenciar, le había quedado claro que Siméon todavía conservaba algo de su corazón humano. Podía apelar a él y convencerlo. Solo tenía que emplear las palabras adecuadas.

    —No lo he hecho. —Admitió Siméon, más para sí mismo que para él, y el rostro de Víctor se iluminó. —Simplemente, he pasado página, Víctor. Esto no es como cuando ambos éramos adolescentes. No podemos juntarnos a placer, solo por ver como reaccionan las demás personas a ello. —Víctor reprimió una pequeña sonrisa nostálgica, aquello hacía parte de la magia de aquella época. Siméon lo animaba a ir por lugares que no había pisado nunca, probar cosas nuevas y arriesgarse. Cuestionando, a su modo, todo el entresijo de normas y recomendaciones, que había diseñado su padre, bajo la excusa de mantenerlo a salvo. —Somos de razas enemigas, no podemos asociarnos, es inaudito.

    —Pero no imposible. —Dijo, entonces, Víctor, con un tono que no daba lugar a la dubitación. —Siméon, ¡despierta! —Insistió, al ver que el chico negaba con la cabeza. —Tu hermano lleva años jugando contigo. O me vas a decir que te parece normal que te contase aquellas historias hace cinco años, cuando no solo sabía que eran reales; sino que estaba violando las reglas al hacerlo. —Vio que Siméon abría los ojos como platos ante sus últimas palabras, lo sabía. Definitivamente, lo sabía. Incluso ahora, después de convertirlo, Semil no le estaba diciendo toda la verdad. —La conversión en Seyen no es elegible. La licántropía sí.

    —Lo sé. —Replicó Siméon, reticente, ¿otra vez jugaba Víctor a eso? Su hermano no estaba jugando con él y menos manipulándolo. —Mi hermano solo me quiso proteger, al igual que, seguramente, hizo tu padre en su día. El cual, por cierto, es todo menos el buen samaritano que crees ¡Él los provocó, no, al revés! —Víctor parpadeó, perplejo, los pensamientos de Siméon estaban llenos de odio y resentimiento. Al parecer, Semil le había contado su propia versión de la historia. Una que, por más que quisiera, le era imposible de creer. Su padre no podía ser así. Finalmente rio.

    —Siméon —explicó, en un tono tranquilo, ante la incredulidad de su amigo. —Mi padre llevaba años sin tocar una sola arma, a pesar de que sus instintos le suplicaban lo contrario. ¿De verdad crees que nos arriesgaría, a Giovanna y a mí, solo por ocuparse de unos cuantos lobos pacifistas? —No pudo evitar teñir de ironía la última palabra, la actitud de Semil le estaba comenzando a asquear. —Peor todavía, ¿protegerte de qué? Porque que yo sepa, hasta el día en que Yohann te agarró de la mano, para arrastrarte hasta un lugar recóndito, mostrando una actitud que seriamente creí que había aparcado hace tiempo y te golpeó tan fuerte que te tiró al suelo; yo estaba convencido de que no sucedía nada aquí.

Siméon se estremeció, recordaba demasiado bien aquel día. Al contrario de lo que sucedía con Víctor y Samuel, Yohann y él ni siquiera se trataban. De hecho, de no haber conocido a Samuel, durante su décimo cuarto cumpleaños, estaba seguro de que ese joven ni siquiera hubiera sabido de su existencia. Hace años, cuando supo que su nuevo amigo estaba siendo acosado por un chico mayor, hizo una tontería. Su hermano llevaba un tiempo envuelto en asuntos turbios y peligrosos, con el fin de sentirse vivo. Peleas clandestinas y venta y uso ilegal de fuegos artificiales, entre otros. Así que le pidió prestados unos petardos, bajo la excusa de que quería realizar una broma en clase. Su hermano aceptó enseguida, entusiasmado con la idea de que Siméon dejase de ser aquel «chico perfecto», cuyos padres siempre utilizaban de ejemplo, para forzarle a hacer cosas que no quería.

Yohann ni siquiera les había dado ocasión, (a él y a Raymond), de atraparlo en un lugar recóndito del Gymnassium; prácticamente había asaltado a Samuel al salir de clases y roto algo muy preciado para él. Un cuaderno de ilustraciones que su amigo atesoraba, debido al vínculo que tenía con sus verdaderos padres. No lo había soportado y, sin pensar, los encendió y lanzó a los pies del chico, provocando que Yohann se asustara y retrocediera. Desde entonces, este los había dejado en paz. O, al menos, eso creyó entonces...

Siméon no era capaz de ubicar el día exacto en que Yohann pasó de ignorarlo a acorralarlo en los momentos más inesperados, con el fin de herirlo, ya fuese de forma física, o psicológica, sin un patrón fijo. Desde que Semil le había contado aquellos cuentos se sentía como en una especie de nube; que el joven no había tenido problemas en resquebrajar, haciéndolo sentir simple y llanamente frágil. Acudir a su hermano no había solucionado las cosas. Todo lo contrario, aquella noche, cuando Semil lo llevó a aquella cena de sociedad, con motivo de hacerle desconectar y, de paso, presentarle algunos amigos; fue cuando todo estalló. Yohann no había tenido problemas en interrumpir su conversación con Víctor, para luego llevárselo, bajo el argumento de que necesitaba hablar en privado con él. Estaba tan enfadado… No solo lo había arrastrado con una brusquedad tal que estaba seguro de que su brazo tendría un moretón, al día siguiente, sino que al haber intentado razonar con él, comprenderlo… Este lo había golpeado, sin importarle que Víctor lo interpelase, poco después…

A partir de entonces, sus recuerdos ya no eran tan nítidos. Yohann la había tomado con Víctor, el cual no solo les había seguido, sino que no había dudado en defenderle, afrontando al hombre con valor, independientemente de los riesgos. No fue hasta que este agarró a Víctor del cuello, en un intento de asfixiarlo, que Eivan Roswell intervino, quedando todo en un simple susto…

Víctor le sostuvo el brazo, en un intento de tranquilizar a su amigo, cuyo cuerpo se había puesto a temblar, nada más mencionar lo ocurrido aquella noche. Sabía que apelar al pasado era peligroso, pero si lograba hacerle comprender que su hermano le había mentido, entonces, quizás, no fuese difícil convencerle de que lo seguía haciendo.

Fue por ello que no dudó en situarse ante él, enfocando sus ojos con templanza. Vio que Siméon esquivaba su mirada, convencido de que intentaba aplicarle algún tipo de hipnosis. Y tuvo que contener sus ansias de gritarle que aquello no era posible. Los seyens no podían controlar a las criaturas sobrenaturales, a voluntad, si lo hiciesen no necesitarían luchar contra ellos.

    —Si quieres, puedo intentar devolverte la memoria. —Dijo entonces, impregnando de convicción a sus palabras. —No toda, evidentemente. Pero sí lo suficiente como para que entiendas el rompecabezas en que se convirtieron nuestras vidas; desde el momento en que tanto Semil, como yo, decidimos contar nuestras propias historias, con unos objetivos más que diferentes. No puedes permitir que tu hermano siga controlando tu conducta. Si lo haces terminarás perdiéndote a ti mismo.

    —¿Qué intentas decirme? —Murmuró Siméon, no pudiendo evitar sentir miedo ante la forma en que ahora lo observaba Víctor. Había algo que no le gustaba de toda aquella conversación, no estaba muy seguro de qué. Pero algo le había quedado claro, Víctor no semejaba estar mintiéndole. Intentaba prevenirlo.

Víctor agachó la cabeza, sintiéndose culpable, aquello era un tema del cual hubiera preferido no tener que hablar. Pero no tenía elección. Cuanto más tiempo pasara Siméon en compañía de su hermano, más peligro había de que este pudiera controlarlo, tal como le había comentado su padre, que hacían los licántropos con las personas a las que convertían. No era algo instantáneo, sino progresivo, si el conversor decidía no hacerse responsable de la persona a la que hubiera mordido, esta era libre de hacer lo que quisiese. Tal y como le había pasado a Giovanna.

    —No sé si soy la persona más apropiada para hablarte de estos temas. —Comentó, definitivamente aquello iba a ser difícil. —No soy un licántropo, por lo que mis conocimientos son limitados. Lo mejor hubiese sido que le preguntases a uno de los subordinados de tu señora, o, incluso, tu propio hermano. Aunque si no te lo contó antes, no veo por qué lo haría ahora. Existe un lazo bastante definido entre un licántropo y la persona que haya decidido convertir. Los licántropos jóvenes son inestables, necesitan un guía. Y la mejor persona para ese papel es justo el lobo que los muerde. —Siméon arqueó una ceja, confuso, preguntándose a qué quería llegar Víctor con todo eso. No le estaba contando nada nuevo. —Ese acto les confiere un poder peculiar sobre ellos, llegando a influirlos de algún modo para que siempre les hagan caso.

Su interlocutor pestañeó, perplejo, decidiendo soltarse, a la par que su rostro se veía invadido por el terror. Aquello no podía ser posible, tenía que ser una falacia bajo la que Víctor intentaba hacerle cambiar de bando. Pero este negó con la cabeza.

    —Hablo en serio, Siméon, esto no es ningún tipo de juego. —Insistió, ante la repetitiva negación de su amigo, similar a la de su primera discusión, en el teatro. —Estoy intentando ayudarte. —Añadió, acercándose de nuevo a él, pero justo cuando iba a cogerle de la mano, con el fin de intentar tranquilizarlo, la voz de su hermano irrumpió en la escena.

    —¡Aléjate de él, Simeón! —Semil se hallaba detrás de ellos, observándoles muy enfadado, tanto que, sin advertirlo, había utilizado su voz de mando, provocando que su hermano retrocediera involuntariamente.

    —Semil, yo… —Siméon se quedó callado al comprender que se había movido de su sitio, sin ni siquiera quererlo ¿Cómo era posible? Las palabras de Víctor comenzaron a tomar forma en su mente. Pero justo antes de que pudiera formular cualquier tipo de pregunta, Víctor habló con un tono especialmente acusatorio y despreciativo.

    —¿No te parece rastrero usar tu voz de mando en tu propio hermano? —Semil no pudo más que fulminarle con la mirada, rastrero o no había actuado justo a tiempo.

    —¿Voz de mando? —Pregunto Siméon, confuso ante el ambiente de hostilidad, que se había manifestado entre ambos. Y dos rostros se viraron hacia él, tres, de hecho, ya que Milena también estaba atenta, aunque no debería. Era extraño que, a pesar de ser licántropo, Simeón ignorara muchas cosas. Evidentemente, Semil, sabía a qué se debía aquello, pero no iba a delatarse.

Víctor lo observó con una expresión que claramente decía un te lo dije; a la par que encaraba a Semil. Lo había conseguido, definitivamente lo había conseguido. Había abierto una brecha entre Siméon y el férreo control que su hermano llevaba sobre él. Y si bien no estaba seguro de que esta fuese suficiente como para llevarlo a traicionarlo, sí que lo haría cuestionarse unas cuantas cosas. Semil apretó los puños.

    —Yo que tú no cantaría victoria tan pronto, Víctor. —Susurró entonces, en un tono especialmente amenazador. —La guerra está a punto de estallar y para entonces tú y tu pequeña amiguita seréis el primer objetivo. Recuerda lo que puedo hacer, no puedes vencer. —Avisó.

Y entonces sucedió, el ambiente pareció enturbiarse a su alrededor, a la par que se escuchaba un grito especialmente aterrador. Raymond se quedó traspuesto y, sin pensar, se fue a buscar a Candel, intentando controlar lo más posible el pánico que se extendía entre sus invitados. Esto no podía estar pasando. Víctor no tardó mucho en perseguirlo, tan interesado en ayudar como en descubrir lo que había ocurrido. Aunque podía imaginárselo.

En cuanto a Milena, la chica soltó una risa tan cantarina que enseguida elevó el interés de Dave. El cual había abandonado sus maniobras de seducción, nada más percibir que la chica frente a él, estaba interesada por unos temas similares a los suyos. Ojalá hubiera estado más cerca. Pero entonces ella lo atrapó con la mirada y su mente se vio tan turbada que, por un instante, todo lo de alrededor desapareció. Haciéndolo sentir como en una especie de hechizo. Milena no vaciló en agarrar su mano, a la par que le susurraba algo, una simple palabra que lo cambió todo para él: Ven.

Y, sin pensar, se dejó llevar hacia el exterior de la estancia, por aquella hermosa mujer que tenía la extraña capacidad de hacerle olvidar todo con una simple mirada. El momento había llegado.
___________________________________________________________________________________


Ropa y máscara de Milena:










Nota¡Diantres, que largo salió! 5254 palabras de texto, y aún así me quedé con ganas de poner más cosas. Creo que no necesito precisar que la situación similar a la que se refiere Vevikia fue, precisamente, el instante en que Víctor despertó sus poderes, hace cinco años. El cual no tiene mucho que ver con lo que acaba de pasar con Candel, a excepción del uso de las ilusiones. Inicialmente, cuando construí la versión más larga de la historia, esto no iba a ocurrir. Debido a que, para entonces, el asunto de Gerard no iba a provocar ningún ataque, pero muchas cosas han cambiado en el camino. Sé que os debo la conversión detallada de Samuel; pero siento que el enfrentamiento entre Candel y Víctor quedaba mejor sin ello. 

También Dianne estaba invitada al evento, ya que, para entonces, Siméon y ella seguían juntos. Cosa que, como es obvio, no tiene mucho sentido según la trama actual. Y la conversación de Siméon y Víctor era bien diferente, aunque también derivaba hacia lo mismo. La diferencia era que Víctor casi perdía el control, al comprender que Semil había intervenido en el ataque hacia su padre. Y bueno, creo que queda mejor tal y cual lo transmití ahora. Semil ha metido la pata y mucho, pero es obvio que estaba demasiado enfadado como para razonar. 

Y otra cosa, ya desde el capítulo 38 me estuve planteado el añadir otra pequeña división a la distribución de capítulos, llamada realización, cuyos motivos quedan bastante obvios, los planes se están ejecutando a una velocidad vertiginosa y debo admitir que la resolución de algunos de los personajes me está sorprendiendo para bien. Lo único malo es que tengo unas ganas tremendas de escribir lo que sucedió en el pasado y, simple y llanamente, no puedo. Significaría desvelaros todos los misterios, de pronto. Espero que os haya gustado el capítulo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Lee el último capítulo publicado :)

Informes sobre Stern, Recuerdos de Stern, Diario de Evelin y más.

¡Hola, hola! Si alguien, en algún momento, se pasa por el último relato publicado se dará cuenta de que las notas iniciales cambiaron y ya n...

Publicaciones y relatos más leídos