domingo, 28 de julio de 2019

Seyens: Stern| Capítulo 25 (Actualizado el 08 del 08 del 2019)

Me he cansado de editar tontamente así que publico de nuevo tal cual. Aviso que a partir de ahora tardaré un poco en seguir ya que debo ver como introducir los cambios más difíciles de la historia y seguirla. Y todavía no lo tengo del todo claro, ya que aunque tengo una idea bastante buena hay capítulos donde puse imposibles que deberé arreglar pronto así que iré viendo en su día.

Stern

Pondría Anne pero me temo que no es la única abordada en este Capítulo.


25

Pero mientras en la zona obrera, Esteban se hallaba en su habitación, preocupado. La noche anterior Anne había podido llevarlo a su casa y él se había reencontrado con su familia, todo apuntaba a que él no podía ser más feliz; sin embargo había una parte de esa noche que no dejaba de preocuparle, algo que le impedía estar feliz del todo y tenía que ver con su ángel: Anne.
Tan preocupado estaba que ni siquiera reparó en ese “su” involuntario y se sumergió en los recuerdos de la noche anterior, luego de aquella batalla con los lobos, cuando Anne lo rescató volando.

A veces aún le costaba creerlo, es que había sido tan rápido, no hace mucho estaban en aquel patio, rodeados de lobos y de repente volaban y huían de allí.

Los paisajes se difuminaban ante él, iban tan rápido que le costaba entender como ella aún no se había estrellado contra nada. Se llevó una gran sorpresa cuando Anne y él se posaron en la parte de atrás de su casa, cerca de la ventana de su habitación.

Delicadamente Anne lo soltó y entonces le pareció ver que ella estaba más débil que antes, pero antes de que él reparara en aquel detalle; ella había conseguido abrir la ventana y se hallaba frente a él. Le observó fijamente y, nada más pestañear, tuvo la impresión de haber despertado de un pequeño letargo y lo más sorprendente es que no se había dado cuenta de ello hasta ahora. Fue entonces cuando reaccionó.

Pero no como era de esperar, el ver a Anne un poco debilitada hizo que él se olvidara de las preguntas que tenía en mente, en favor de la preocupación por el bienestar del ángel que le había salvado y se acercó a Anne, casi corriendo.

—Anne, ¿Te encuentras bien? —preguntó, muy preocupado, revisándola de arriba a abajo. Ella asintió débilmente.

—Sí… No te preocupes por mí. —le pidió —. Tenemos que buscar una excusa para tu ausencia. Recuerda que tu familia no sabe nada —dijo entonces, eso era lo importante, no su estado. Esteban arqueó los ojos sorprendido.

—¿Nada? —Preguntó entonces y por toda respuesta Anne sonrió y le guiñó un ojo. Aquello hizo que el chico moreno se sintiera aliviado. Fue en aquel momento cuándo éste, al fin, pudo ver el brazo herido de Anne y no pudo evitar preocuparse por aquella herida, porque la verdad es que no tenía muy buena pinta. Durante la batalla habían ocurrido demasiadas cosas para que él reparara en el estado de Anne, y después, Anne había tenido cuidado en ocultar todas sus heridas de ojos curiosos.

—¿Qué estás bien? Pero Anne, ¡mírate!, estás sangrando —exclamó, alterado. Con delicadeza, Esteban cogió el brazo de Anne, para luego oscilar la mirada hacia el rostro de ella, preocupado de que le doliera. Más, en aquel instante, la cercanía que se había formado entre ellos se le hizo demasiado evidente y todo se trabó en su boca. Anne sonrió encantada por la situación, pero también aliviada por el que la pasión del chico por ella le impidiera hacer preguntas y justo después se separó.

—No te preocupes por eso. —Anne procuraba aparentar calma. —Creo que imaginarse un secuestro podría llegar a ser coherente —sugirió entonces.

—¿Un secuestro? —consiguió articular Esteban, medio descolocado. Lo cierto es que no estaba atento y que Anne cambiara de tema tan de repente lo había cogido por sorpresa. Ella siguió:

—Sí, teniendo en cuenta que ha pasado un tiempo desde tu desaparición, si hubieran querido matarte, ya lo habrían hecho… Puedes decir que perdiste la conciencia y cuando despertaste estabas encerrado. —Era una hipótesis factible, apurada pero factible, no sabía nada sobre cómo actuaría la policía en aquella situación, pero no se le ocurría mejor excusa.

—¿Pero no me van a preguntar como es el que me ha hecho eso? —Cuestionó él, temeroso de no saber que contestar y que aquello llevara a sospechas. Habitualmente era un chico valiente, pero aquella situación lo superaba.

—Si dices que únicamente iban a verte de noche o que la habitación era muy oscura puede que ni te lo pregunten —sugirió otra vez, Anne, y así entre pregunta y pregunta de él que ésta contestaba habían ido planeando una excusa creíble. Luego de conseguirlo Anne había dejado a Esteban en su habitación, esfumándose ella al sentir los primeros indicios de la cercanía de la familia de Esteban.


Esteban volvió al presente. Según recordaba, poco después, su hermana Marina entró y al verlo se había lanzado a sus brazos, alegre de volverlo a ver vivo al fin….

Después, en la mañana, todo había ido muy bien, su hermana ni siquiera había hecho preguntas. Su padre apenas tenía tiempo con su trabajo para hacer nada, salvo alegrarse por la reaparición de su hijo y su madre se había conformado con la breve idea de un secuestro. Así, el joven se había ido tranquilizando poco a poco y ahora en la tarde solo había dos asuntos que le inquietaban.

Primero, la herida de su espalda estaba casi curada y apenas le dolía, pero todo parecía entrever que nunca lo haría del todo y le quedarían marcas, o al menos eso le había relatado Chase.


¿Cuánto tardará esto en curarme? —había preguntado Esteban, en aquella ocasión, mientras observaba a través de un cristal, con ojo crítico, las heridas de su espalda. Eran horribles.

No lo hará, o al menos no del todo. Las heridas fuertes provocadas por los de los nuestros siempre dejan alguna marca en la piel humana, como una cicatriz que solo puedes curar si eres de una raza que se cura muy rápido —contestó Chase con pesar, esquivando la marca con la vista. A pesar de no ser el atacante parecía que le dolía verla y Esteban sabía por qué. Para su amigo aquello era como una marca de fracaso en esa extraña tarea, que se había planteado de protegerle de las amenazas de la noche. Él incluido.

Y así era, días después de que le hubieran atacado y a pesar de que la herida no era tan grave como lo había aparentado, en su espalda residían las marcas que le hacían recordar lo ocurrido. Y aún tenía suerte, podían perfectamente haberlo mordido, pero no había sido así, gracias a Chase.

Lo segundo que le preocupaba era Anne, ¿estaría bien? ¿Cómo iría su herida?, ¿le dolería?

De repente se oyeron unos toques a la puerta. De vuelta a la realidad, Esteban se apresuró a bajarse la camisa para tapar de nuevo las heridas que observaba, frustrado, en el espejo de su habitación; ya que su familia apenas las había visto aún y dijo.

—¡Adelante! —Y su hermana Marina entró en la habitación….


Por su parte, Anne estaba entrenándose en su casa, no era que lo considere estrictamente necesario. Pero, antes de partir, Jaymie le había revelado que había otro seyen aparte de ella y que éste estaba en peligro, pidiéndole por favor que lo salvara. Anne había aceptado y no solo estaba dispuesta a hacerlo, sino que quería hacerlo bien. Por eso se entrenaba tanto, quería estar lista.

Además, el entrenamiento la relajaba y le alejaba de las preocupaciones tanto por Esteban; porque no sabía como le había ido en casa y si había conseguido mentir a su familia. Como por Chase, del cual no sabía nada desde anoche cuando éste la ayudó a salvar a Esteban; interponiéndose entre la manada y ella y su amigo. Desde entonces no lo había visto por la calle y sus padres habían dicho que había desaparecido y sabía perfectamente lo que aquello significaba.

Proteger a un humano ya es un mal asunto entre licántropos, pero cooperar con seyens se considera alta traición y si os descubren…” Anne se estremeció al recordar aquellas palabras de Jaymie, incapaz de pensar en lo que venía después. Que quién fuera que mandara en la manada de Chase lo mandara matar le horrorizaba sobremanera, pero acabó tranquilizándose ya que aquello no encajaba con la desaparición: los licántropos no solían alimentarse de sus compañeros, incluso aunque los encontraran muertos o los mataran.

Pero entonces, ¿qué le había pasado a Chase? ¿Perseguido? ¿Retenido? Anne solo esperaba que no le hicieran mucho daño, no lo merecía…

La llamada a la puerta de fuera detuvo la tarea de Anne; desde que en su interior la energía de los seyens había despertado, dándole poder y coraje, sus facultades y poderes habían evolucionado mucho. Y estos le hacían percibir antes la cercanía de la gente a la que protegía, razón por la cual, supo inmediatamente que se trataba de Esteban y ocultó las armas antes de ir a abrir. No necesitaba que se hiciera más preguntas sobre ella. No deseaba contarle más de lo que ya sabía, de hecho, ella opinaba que éste ya sabía demasiado.

—Hola, yo….—Esteban se aclaró la garganta algo cohibido y siguió :—Estaba preocupado por ti ¿Te encuentras bien? —Lo había dicho de corrido y con un constante nerviosismo, evidente no solo en la voz, sino en que se frotaba constantemente las manos, incapaz de mantenerlas quietas. Anne sonrió.

—Hola —saludó simplemente. —Estoy perfectamente y gracias. —Y le mostró el brazo, donde no había rastro de la herida. Esteban abrió los ojos como platos y pestañeó varias veces, incapaz de creerlo y ella, dándose cuenta de la imprudencia, enseguida bajó el brazo. Pero el joven, alucinado, la detuvo y recorrió el lugar donde anteriormente recordaba que estaba la herida, incapaz de creer lo que veían sus ojos.

—Pero, ¿cómo? Ayer sangrabas y…—Hizo un gesto de no comprender y se abstuvo de seguir. Anne se encogió de hombros y dijo:

—Me curo rápido.

—¡Demasiado rápido! —Opinó Esteban y le soltó el brazo.

—Soy un ángel, ¿recuerdas?—Dijo ella medio riéndose. La asociación de Esteban no era del todo errónea, los seyens provenían de los ángeles. Le servía.

—Sí… Gracias por salvarme —agradeció el chico, educado. Ella sonrió.

—De nada.

—Entonces, ¿es cierto? Quiero decir… ¿De verdad existen estás cosas? Ángeles, monstruos y no sé qué más ¿No son solo cuentos? —Preguntó entonces, Esteban, parecía nervioso y algo asustado, pero aun así dispuesto a abrir los ojos y creerlo. Ante eso, Anne decidió que quizás no estaba mal contarle parte de la verdad y se abrió a él.

—Desgraciadamente sí. Esteban, yo no soy un ángel completo sino un semi ángel, normalmente los que son como yo se llaman seyens y no todos los monstruos existen, pero sí algunos y son esos los culpables de que últimamente muera tanta gente. Supongo que Chase ya te ha contado algo.

—Muy poco, en realidad. Se supone que no debería de saber nada, pero cuando me salvó no tuvo más remedio —informó Esteban, bajando la cabeza. Comenzaba a sentirse mal, no sabía dónde estaba Chase, ni si sufría; y el que su mente pareciera más interesada en Anne y lo que escondía la valiente y deslumbrante chica, que se hallaba ante él, que en su mejor amigo, le parecía horrible.

Anne siguió hablando.

—Comprendo, mira Esteban, puedes conformarte con lo que sabes y dejarlo estar, que personalmente creo que es lo mejor, o enterarte de todo y ser participe de mis pesadillas —En el fondo la joven mentía, apenas tenía pesadillas desde que sabía defenderse efectivamente, pero necesitaba que el chico se mantuviera al margen del asunto. Quería ser su amiga y aquello no sería posible si él moría.

—¿Tienes muchas pesadillas? —preguntó Esteban, preocupado, ella asintió.

—Sí y créeme no te las aconsejo —Anne no supo si era por sentimiento o simplemente que era una buena actriz, pero Estaban pareció creerse su tono pesaroso porque enseguida dijo con una pequeña sonrisa.

—Entonces, mejor no me cuentes más. No quiero tener miedo sin razón.

—Haces bien. —Anne sonrió satisfecha y aliviada. —¿Cómo ha sido el rencuentro familiar?— preguntó para cambiar de tema.

—Muy bien. Apenas preguntaron nada, por cierto, ¿me hiciste algo mientras volábamos o justo antes? —ante la pregunta Anne se quedó callada. En ocasiones, Esteban era tan perspicaz como su hermana y lo último que necesitaba, en estos momentos, era que el chico comenzara a hacerle preguntas incómodas. Si solo los licántropos no le hubiesen atacado, si solo Chase no lo hubiese salvado, si lo hubiese hecho ella... No estarían en esta situación, pero era demasiado tarde para arrepentirse.

—No nada, ¿por qué lo preguntas? —expresión inocente y confusa vino entonces a manifestarse en su rostro. No le gustaba mentir, menos fingir, más no podía contarle la verdad, la odiaría.

—Por nada, es solo que hubo un instante en que me sentí raro y…

—Sería el cansancio —le interrumpió Anne, usando al máximo su poder de convicción, aquel don de seyens que Jaymie le había hecho perfeccionar para convencer a los humanos. Disuadirlos de preguntas engorrosas. No le gustaba hacerlo con Estaban, ni con Marina, más era necesario. Esteban asintió tranquilamente. Esta chica tenía un poder de convicción impresionante, por más que quisiera no podía evitar creerla…

—Creo que tienes razón, siento haberte preguntado —se disculpó el joven con expresión de culpabilidad. Ella sonrió, como si no hubiera ocurrido nada.

—No pasa nada —lo tranquilizó —¿Cómo va tu espalda?

—Salvo por las marcas que me quedarán, muy bien —comentó Esteban, intentando afrontar el asunto con indiferencia, no eran más que unas marcas. Horribles, pero marcas al fin y al cabo. Fue justo en ese momento que algo brilló en el cuello de Anne. Un colgante hecho de un fino cordel ligeramente oscuro que remataba en una piedra gris, la cual parecía emitir un destello, como una llamada, más enseguida se apagó.

—¿Y eso? —preguntó él. Anne no tardó mucho en comprender que se refería al colgante improvisado, que se había hecho con la piedra que le había dado Jaymie; para así saber en todo momento si le ocurría algo al seyen que tenía que salvar y poder acudir a su rescate.

—¡Ah! Esto, nada, solo un colgante que me regaló Jaymie —comentó algo nerviosa, más Esteban asintió sin pedir más explicaciones. Sabía que la joven tutora de Anne había partido prontamente, de forma tan inesperada que casi la consideraban una desaparecida, razón suficiente para que ella la echase terriblemente de menos. No necesitaba ahondar más en la herida. Rápidamente se armó de valor y, cogiendo todo su coraje a dos manos, le propuso.

—Oye Anne… ¿Vamos a dar un paseo? Aún no es muy tarde. —Inicialmente la joven se mostró algo sorprendida por la petición, más finalmente dijo:

—Sí, claro — accediendo encantada. —¡Ve tú delante! —Le animó, poco después, y en cuanto el chico moreno salió, fue a su habitación y se arregló un poco. Entonces acarició la piedra y dijo:

—El momento se acerca, lo sé… No te preocupes, yo te salvaré —y pronunciada esa fiel promesa se encaminó hacia afuera, para pasar lo que quedaba de la tarde con Esteban. Sí, el momento se acercaba y llegada la noche todo cambiaría.

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