domingo, 21 de julio de 2019

Seyens: Stern| Capítulo 9 (Actualizado el 07 del 08 de 2019)

Víctor:

9


En cuanto Víctor estuvo seguro de controlar los movimientos se sacó su espada del dedo y la dejó en la mesa pequeña. Luego de eso se puso a pensar en lo que iba a hacer a partir de ahora.

Lo más lógico sería salir y cumplir la misión de los seyens, proteger a la raza humana, tal y como le había su padre en su día. Sin embargo, estaba claro que lo que le esperaba no iba a ser un camino de rosas. Los ataques de criaturas maléficas que provocaría la atracción traerían como consecuencia batallas que podrían ser muy peligrosas, de ahí venia la necesidad de saber luchar. Pero no solo tenia que saber luchar, tenia que saber vencer, lo que implicaba dos cosas: tener un buen manejo de su arma, lo que implicaba un riguroso entrenamiento (otra vez lamentó la muerte de su padre, él sí que lo adiestraría bien) y saber controlar sus poderes, por si los necesitaba en las batallas.

Lo del entrenamiento lo tenía claro, iba a ser todos los días e iba a practicar con su arma durante un intervalo regulado de tiempo.

El control de los poderes, sin embargo, suponía una gran dificultad para él. Debido a la ausencia de seyens que supiesen de la trasformación de Víctor no había modo de practicarlos, a menos que lo hiciera en humanos. Lo cual implicaba un gran problema si no sabía eliminar el efecto y además no le tentaba nada. Él no quería hacer daño a inocentes. Algunos podría probarlos en los combates con criaturas sobrenaturales pero eso era jugar sucio. Lo cual, tampoco le parecía bueno. 

Mientras le daba vueltas, Víctor pensó que en realidad era afortunado por ser hijo de quién era. Pues, al nacer de la unión de un seyen y de una humana, nunca había sido del todo humano. Siempre había tenido una parte Seyen y gracias a ella se le había revelado, a los dieciocho años, el poder de las ilusiones. Sí, en ese caso había tenido suerte pues, aunque en aquella época el uso de ese poder le resultaba complicado y lo cansaba mucho, con el tiempo había conseguido dominarlo. También el de leer la mente le pareció sencillo de controlar, ayer. Pero Víctor no sabía qué hacer con los demás poderes.

Alguien llamó a la puerta y Víctor enseguida distinguió que se trataba de Mary. Cogió su arma y la guardó en el armario, junto al Yagatán, y lo cerró, antes de que la mujer llegara a abrir la puerta.

—Puedes pasar Mary, ¿ocurre algo? —dijo, entonces, anticipándose. Si Mary se sorprendió de eso Víctor no lo vio y cuando ella entró no había señal de asombro en su rostro.

—Siento molestarle, señor. Pero uno de sus amigos acaba de llamar a la puerta ¿Le hago pasar?—Informó ella. Víctor se extrañó de qué alguien viniera a visitarlo a estas horas, ya que por lo general Dave dormía hasta muy tarde. Aunque claro, Víctor tenía más amigos, ¿cuál de ellos había decidido pasarse por su casa?

—Sí, hazlo pasar —anunció, mientras subía las escaleras en dirección a la entrada de la casa, para ver quién había llegado.

En la puerta, abierta, se encontraba un joven de pelo muy corto y liso rubio claro y ojos azul celeste que Víctor reconoció enseguida, se trataba de Gerard. El encuentro mutuo de miradas provocó una sonrisa en los dos chicos pero fue Víctor quién saludó primero.

—¡Gerard!, ¡Menuda sorpresa! ¿no estás trabajando hoy?

El chico negó con la cabeza.

—Hoy Emil me ha dado el día libre, a pesar de ser sábado. Además no creo que él trabaje tampoco. —Informó, Gerard, en cuanto Víctor llegó a la entrada. Gerard trabajaba en el laboratorio de la guardia civil, que investigaba los asesinatos; examinado cadáveres para después determinar cómo había muerto la víctima.

—¿Emil, tampoco trabaja? ¿Por qué? —Preguntó, Víctor. Emil era miembro de la guardia civil e hijo del jefe de la guardia, por lo que siempre se había tomado su trabajo muy en serio. No solía faltar a su deber y siempre intentaba hacer que su padre estuviera orgulloso de él.

—¿Por qué no damos un paseo y te lo explico? Hace buen día y además no es una historia agradable —propuso Gerard. Víctor miró por la ventana, realmente no hacía tan buen día, había unas pocas nubes, pero aún se veía el sol y no llovía, simplemente. Pero el caso es que Víctor tenía curiosidad por saber el asunto de Emil y ya de paso por conocer más noticias sobre las muertes y las desapariciones.

—Mary, salgo a dar un paseo. Volveré para comer así que tenme algo bueno preparado, ¿de acuerdo? —Le pidió Víctor a su sirvienta.

—Entendido, señor Roswell. Todo estará listo para cuando usted regrese. —le comunicó Mary, antes de marcharse. Víctor se aprestó a salir de la casa, pero Gerard lo detuvo.

—¿No coges una chaqueta? Ya sé que no lo parece, pero el día está algo fresco y no estaría mal abrigarse un poco. No me apetece que cojas un resfriado, después semejante verano que hubo aquí. Los contrastes de temperatura no son buenos para la salud —le aconsejó. Víctor se preguntó interiormente qué cara pondría Gerard si le contara que él ya no iba a enfermar nunca más. Pues, los seyens nunca se enfermaban, porque poseían unas defensas muy elevadas. Además se curaban continuamente de cualquier herida, lo que evitaba posibles infecciones.

Víctor decidió coger una chaqueta ligera, pues, aunque ya no le afectaban ni el frío ni el calor, convendría cogerla para aparentar. Sobre todo, porque la camisa de cuadros rojiza y de manga corta, que llevaba, no era lo más adecuado para este tiempo.



En cuanto estuvo fuera, Víctor notó un ligero cambio de temperatura por lo que decidió ponerse la chaqueta de color marrón oscuro (como su pantalón). Aunque no se la abrochó. No le parecía que hiciera tanto frió como para hacerlo, además Gerard también la llevaba desabrochada.

—Bien, cuéntame ¿Qué le pasó a Emil? —Dijo Víctor, mientras él y Gerard paseaban por las calles, en dirección a la plaza principal de Stern.

—Su padre fue asesinado ayer por la noche.

—¿Cómo? —articuló, Víctor sorprendido. Una cosa era que gente indefensa muriese asesinada y otra era que mataran al jefe de la guardia civil de la ciudad. No era que la autoridad pudiera hacer mucho frente a los ataques de criaturas, pero normalmente los guardias solían ser más prudentes en sus acciones. Por lo tanto, ese no era un ataque casual, era un ataque premeditado, quizás una manera de evitar algún descubrimiento, por parte de los humanos. 

—No estoy seguro. Fue anoche, el padre de Emil había conseguido ver a uno de los asesinos que andamos buscando y lo persiguió, él quiso seguirlo pero su padre le recomendó que siguiera vigilando el entorno de la celebración de Simeón. No fue hasta que pasaron unas horas y vimos que no regresaba cuando nos preocupamos y fuimos en su busca. 

»Nos marchamos por la misma dirección que el padre de Emil había cogido antes. Emil estaba realmente asustado, prácticamente iba corriendo y me costó seguirle el paso. Entonces lo encontramos, estaba tendido en el suelo con los ojos abiertos y una expresión de sorpresa y miedo en su semblante. Supongo que, a pesar de todo, el asesino le cogió por sorpresa y lo desarmó, porque su arma no estaba por ningún lado y yo puedo jurar que antes de irse la tenía. Tenía varias heridas superficiales en los brazos, que seguramente usó para defenderse y le habían clavado algo en el corazón. Eso fue lo que le mató. No te puedo decir qué le clavaron porque no encontramos el arma del asesino por ningún lado, ni tampoco a él. Pero debía de ser muy rara porque las heridas parecían estar hechas por varias cuchillas juntas; como si en lugar de cuchillas fueran los dedos de una mano. Sí, lo sé, es algo inconcebible. Pero realmente me dio esa impresión —desveló Gerard y no se equivocaba. A través de su mente Víctor pudo ver que en realidad la forma de las heridas daba a entender eso. No existían armas que lograsen ese efecto, por lo tanto el arma debía ser propia del asesino. Lo que significaba que solo había podido ser un demonio.

—Así que, ya ves. Emil acaba de ascender y ahora él es el jefe, pero a costa de la vida de su padre. Está bastante afectado y yo personalmente lo entiendo. Resumiendo que Emil está de luto y hoy ninguno de los testigos del suceso trabaja. Seguiremos la investigación a partir de mañana, aunque, ya no será lo mismo —le explicó.

—Lo siento —dijo Víctor, refiriéndose a la muerte del padre de Emil.

—No te preocupes, Emil es fuerte, con el tiempo lo superará. Sobre todo si atrapamos a esa gente de una vez por todas —dijo Gerard. Víctor no pudo evitar preocuparse al escucharlo. No conocía muy bien a Emil, al margen de que fuera amigo de Gerard. Pero Gerard era uno de sus mejores amigos y no quería perderlo. Y la investigación lo ponía en el punto de mira de muchos atacantes, pero Víctor no podía pedirle que la dejara, porque en eso consistía su trabajo. Además, Gerard no lo entendería. 

—¿El padre de Emil es la única víctima asesinada de ese modo? —Preguntó Víctor, en cuanto penetraron en la plaza principal de Stern. La plaza de Stern era una plaza elíptica y de ella parecía partir el resto de la ciudad. Estaba limitada enfrente por dos edificios culturales, el teatro y la ópera de Stern, en donde no solo se representaban óperas, sino también conciertos de música de los más conocidos compositores alemanes. Una fuente marcaba el centro de la plaza y dos bancos de piedra, los lados derecho e izquierdo. Cada uno de los bancos estaba situado al lado de una de las salidas de la plaza y dispuestos de tal manera que se situaban entre esa salida y la entrada por la que habían penetrado Víctor y Gerard.

—Sí, pero creemos que aparecerán más por lo que no nos preocupa que el cuerpo se vaya a enterrar —contestó Gerard.

—Espero que no tengas razón. No me gustan nada las muertes —opinó Víctor, aunque igual sospechaba que esto no se detendría tan pronto. Si lo hiciera él no se hubiera convertido.

—Yo también lo espero, aunque no niego que el aumento de casos como este podría ayudar a descubrir al asesino y cogerlo —comentó entonces, Gerard.

¿Que el aumento de casos podría ayudar a descubrir al asesino y cogerlo? Pero ¿De dónde sacaba Gerard esa idea? Hasta ahora el aumento de muertes no había aclarado nada. Bueno no había aclarado nada a Gerard, pues Víctor sabía quienes eran los autores, aunque aún no podía identificarlos con nombres porque las criaturas maléficas sabían ocultarse entre los humanos. Pero esperaba poder hacerlo gracias a la capacidad de los seyens de distinguir a las criaturas de otros seres vivos, por medio de su energía vital.

Víctor sacó su reloj de plata del un bolsillo interior de su chaqueta y consultó la hora. Faltaban unos minutos para las doce, la hora a la que él solía comer.

—Debo irme —dijo Víctor y se giró, pero Gerard lo detuvo cogiéndole el brazo.

—Espera —dijo, Víctor se giró hacia él y le preguntó:

—¿Por qué?, ¿ocurre algo? —Gerard lo soltó, parecía un poco intimidado por la mirada de Víctor. No es que esta fuera mala, sino que notaba en ella algo nuevo, como un cambio. Sin embargo, enseguida se repuso y dijo:

—Es que se me había olvidado darte esto. —Gerard entregó a Víctor dos entradas para la ópera, que Víctor observó sorprendido. Se trataba de la representación de una ópera de Richard Wagner, titulada Tristan e Isolda.

—¿Una obra de Richard Wagner representada en Stern? ¡Esto no puede ser verdad! —Exclamó, ilusionado.

—Y sin embargo lo es. La obra es esta noche y tienes una entrada para ti y otra para Layla —dijo Gerard.

—No sé si sus padres la dejaran salir con los asesinatos que se están produciendo —dijo Víctor.

La obra empieza a las siete y media y dura cuatro horas, por lo que acabará a las once y media. Creo que es una hora razonable para devolver a Layla a sus padres —argumentó Gerard.

—Puede que tengas razón —admitió Víctor.

—Bueno, me tengo que ir. Espero que asistas a la ópera —dijo Gerard y se fue.

Víctor observó las entradas un instante, la idea de pasar una velada agradable con Layla era tentadora y además Tristan e Isolda era una bonita historia, a pesar de su desenlace trágico. Sin embargo, Víctor era un seyen y tenía una misión que cumplir ¿Vivir una vida humana o cumplir su cometido como Seyen? ¿Es que acaso uno no podía hacer las dos cosas? Quizás sí. Si Víctor llevaba a Layla a su casa en cuanto acabara la obra entonces no perdería mucho tiempo y podría intentar cumplir su misión. Sí, podría funcionar.

Víctor se encaminó a su casa, pensando en que esta tarde convencería a los padres de Layla de que dejaran salir a su hija y por la noche pondría en marcha su plan. Confiaba en que le saliera bien y no ocurriera nada malo, ni a la tarde, ni por la noche.

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