viernes, 25 de diciembre de 2015

Recuerdos de Stern 2

Estoy feliz, he conseguido escribir algo, *-*. El capítulo no porque quiero concentrarme en mis éxamenes y luego ver si avanzo el fanfic de los juegos que ciertamente tiene más prisa que esta historia y muchísimo más retraso. Sino un relato. Os lo dejo aquí como regalo de navidad, si la entrada programada me funciona. Esta vez es algo más alegre, como Víctor y Gerard se conocieron, a su llegada al Gymnassium. En este relato nuestro protagonista tiene catorce años. :)

Sistema escolar alemán de entonces: http://yuna6785-seyens.blogspot.com.es/2015/10/informacion-pertinente.html


Víctor recorría el interior del Gymnassium con miradas curiosas y fascinadas. Era medio consciente de que llegaba tarde, pero lo cierto es que aquel lugar era tan grande, tan igual en todos sus pasillos, tan confuso… Un auténtico laberinto, eso le había parecido la primera vez que lo vio. Y se hallaba perdido. Recién le había preguntado el camino a Dave, antes de que su vecino, y posiblemente nuevo amigo, partiese a su salón de clases. Pero en algún momento entre tanta contemplación de pasillos blancos, muros gravados o, simplemente, con fotos de antiguos alumnos, se le había olvidado. 

Había intentado encontrar la foto de su padre, (quién le había confesado ser originario de Stern en su juventud), pero, por alguna razón que desconocía, no lo había conseguido. Quizás tuviese algo que ver con que no le había preguntado cuándo residió en la ciudad, suponiendo que había sido no hace mucho. Y en eso se le habían pasado los minutos. 

Su rostro se llenó de alivio al ver, al fin, el salón número once, y no pudo evitar pensar que de haber aceptado la oferta de Dave de guiarlo, estaría allí a tiempo. Pero no quería que el joven perdiese horas de clase. Apuró inútilmente los últimos tramos, deteniéndose unicamente para llamar suavemente a la puerta, para luego entrar en cuanto una voz de hombre, imaginaba que era el profesor, le dio permiso.

—Disculpe señor —se disculpó, algo azorado —. Me perdí. —La oleada de risas, que surgió tras esas dos palabras, le hizo agachar la cabeza algo avergonzado; pero siguió hablando —. Acabo de llegar hace unos días y… —Lo que se aprestaba a convertirse en un monólogo abrupto, pero justificado, se vio interrumpido enseguida por la voz del profesor. Un hombre de pelo platinado que rozaba la cuarentena y rostro afable, pero lleno de sabiduría, que dijo calmado.

—Entonces debes de ser Víctor. El director avisó de que llegarías hoy —. El chico asintió, escondiendo las manos tras su espalda, en una pose ya más tranquila. —Los primeros días siempre son muy abrumadores, no te preocupes —explicó y le mandó enseguida una sonrisa tranquilizadora—. Siéntate ahí al lado de m… —El hombre se interrumpió un momento, haciendo que Víctor levantara la mirada de sus pies hacia los demás alumnos, algo sorprendido, pero siguió enseguida —. Gerard. —Y señaló un pupitre libre, hacia la derecha, al lado de un chico joven de pelo rubio muy claro, liso, y ojos azules; por cuya mirada dedicada al profesor, Víctor adivinó que había sido el causante del corte. 

Sorprendido por esa demostración de confianza, se dirigió a la plaza designada sintiendo que los ojos del chico lo recorrían con una expresión curiosa, casi analizadora. Era el único que no parecía haberse reído con su entrada. Pues no lo miraba como si se estuviera burlando de él, interiormente. Como sí parecían hacer otros. Pero, en cuanto sus ojos se cruzaron, él, Gerard, apartó la mirada.

—Hola. —Le brindó una sonrisa especialmente amable, casi angelical, que hizo que el chico lo volviese a mirar, algo sorprendido —. Te diría mi nombre pero me temo que el profesor ya lo dijo así que… —Se encogió de hombros risueño y sacó sus cosas ante la mirada paciente del profesor, que esperó a que estuviese listo para seguir la clase. Víctor pudo notar que sus ojos eran casi idénticos. —Os parecéis bastante, por cierto ¿Sois familia?

Por la mirada que le dedicó Gerard, parecía que había dado en el clavo, aunque no parecía muy cómodo con la noticia. Actitud que, lejos de sorprender a Víctor, le pareció normal. Él también se sentiría así de nervioso si su padre le enseñara en clase, deseando hacerse invisible la mayor parte del tiempo. Gerard ni siquiera contestó.

Las clases pasaron pausadamente. Gerard, obviando la primera clase en la que se le veía especialmente nervioso, se mostraba reservado pero afable, además de extremadamente inteligente y altruista. Captaba las lecciones al vuelo, sin pensarlas demasiado, y las anotaba, esquematizadas, en su cuaderno. Víctor intentó hacer igual, pero no tardó mucho en verse abrumado por la cantidad de información que retener. Y fue en ese momento que el chico rubio se inclinó hacia él y le comenzó a explicar lo que no comprendía. Así, sin más, le iba guiando, ya fuese a base de señas, o de palabras musitadas en voz baja. Víctor no tardó mucho en acoplarse a él, pues, tan rápido como captaba las lecciones, Gerard pareció captarlo también. Así fue que, cuando, por fin, sonó la campana del recreo: Víctor no tardó, ni dos minutos, en pedirle a su compañero que le enseñara el recinto, bajo el pretexto de no volver a perderse. Pero lo cierto es que, simplemente, deseaba conocerlo mejor.

—Qué extraño —comentó Gerard, observándolo de forma curiosa. —Juraría que hay un mapa del Gymnassium en alguna parte del corredor. —Víctor rió.

—¡No me digas eso! —Exclamó bromeando, con el rostro lleno de vergüenza y más tuvo que sentir cuando, en medio de su visita guiada, el chico le mostró un cartel de la planta baja donde estaba justo lo que decía. Un pequeño mapa de todas las estancias del recinto.

—¿Ves? —Decía —. Nosotros estamos aquí. —Señaló la flecha con el dedo —. El aula de donde vinimos ahí, y de derecha a izquierda las demás. Luego están el aula de música, el laboratorio, la biblioteca… —Seguía señalando aulas y demás estancias comunes cuando Víctor lo detuvo aguantando la risa.

—¿Eres consciente de que me estás haciendo sentir como un idiota? —El chico se rió con ganas.

—Solo eres un poco despistado no te preocupes —lo disculpó afable y luego añadió :—como dijo mi padre, los primeros días siempre son abrumadores. —Al oír esas palabras Víctor lo observó algo sorprendido.

—¿Tú padre? —Articuló lleno de curiosidad. El chico asintió imperceptible. —Ahora entiendo lo de m… Intentabas evitar que se le escapara. —Sonrió con inteligencia, mientras que Gerard se encogió de hombros.

—Se le ha escapado más veces —explicó —. Por eso, apenas tengo amigos sinceros. —Los ojos de Víctor se abrieron mucho, mostrando una expresión de gran sorpresa, a la vez que el otro chico bajaba la mirada —. La mayoría de los jóvenes solo me dirigen la palabra para pedirme alguna ayuda, o que abogue por ellos ante mi padre. Supongo que terminarás haciendo igual —culminó algo abatido. La mirada de Víctor se volvió repentinamente seria y determinada. No podía creer que ese chico pensara así de él. No podía hacer eso, él no era ese tipo de persona.

—¡Claro que no! ¡¿Quién te crees que soy?! —Replicó directamente, posando su mano sobre la suya, haciendo que Gerard levantara la mirada simple y llanamente asombrado —. Seremos amigos, ¿vale? —Añadió—. Es lo único que quiero de ti. –Le dirigió una mirada directa, tan clara y transparente como el agua. Una mirada llena de bondad que lo dejó sin habla.

Nunca jamás había escuchado palabras como esas, y menos sinceras. Ni siquiera de parte del que había comenzado a considerar como su mejor amigo, pero eso era otra historia.

No dijo ni una palabra, no las encontraba.

Pero por la sonrisa amplia y feliz que se definió tras sus labios, a Víctor le quedó claro que querían lo mismo.

Y Gerard comenzó enseguida a abrirse más, mientras seguían con la visita. Le habló de su padre, el profesor de matemáticas, un hombre culto y respetable cuya inteligencia y educación distinguida eran casi una bendición. Y su madre, que, sorprendentemente, también trabajaba. Tocando el violín para quién estuviese dispuesto a escucharla ya fuese en celebraciones, bailes u otros eventos especiales. Intentaban así juntar dinero para que su hijo continuara sus estudios, y en un futuro próximo pudiese acudir a la universidad. Pero no era sencillo,  sobre todo por lo joven que era Gerard comparado con los demás alumnos.

—¿Entonces solo tienes trece años? —Se asombró Víctor de la noticia y Gerard asintió. Ciertamente, los aparentaba. Pero era algo difícil de creer estando en el mismo curso —. Pero estás en mi curso... —Otro asentimiento, el chico rió mientras salían al exterior del recinto.

—Es una historia curiosa, ¿sabes? —Le comentó, en cuanto Víctor dejó claro que no iba a decir más palabras —. Siempre he sido un chico brillante, sobresaliente sin apenas esforzarme. También preguntaba mucho y a veces de cosas que mi padre simplemente no podía saber. Aún lo hago en ocasiones, me gusta saber el por qué de todo lo que pasa en el mundo —Rió alegre y Víctor no pudo evitar sentir un deje de empatía por el chico. Su curiosidad también podía resultar difícil de saciar —. Y me aburría en clase, muchísimo. No sé por qué, era como si todo estuviese ya demasiado sabido o no fuese suficiente para mí. 

»Mi actitud era tan desinteresada que el director habló con mis padres, preocupado. Se supone que debía de ser una reunión secreta pero ya fuese porque esta se alargó, o ese día volví de la escuela primaria muy temprano, (estaba en penúltimo año) me los encontré en el salón al volver. Mi padre pronunció una palabra nueva, que nunca había escuchado, superdotado. Ya sabes, alguien que tiene una inteligencia muy superior a la media. El director se negaba a creerlo e hizo llamar a un psicólogo, quién se pasó la tarde del día siguiente haciéndome preguntas y pruebas. Fue muy entretenido —.

Una risa nostálgica escapó entonces de sus labios, mientras que Víctor lo observaba cada vez más interesado. Gerard era un chico curioso, el primero que conocía capaz de encontrarle el punto entretenido a unas pruebas de aptitud. 

—Unos días después los resultados estaban listos y el director tuvo que tragarse sus palabras y adelantarme un curso. Así que fue que terminé la escuela antes de tiempo y acabé aquí con solo nueve años. El resto ya lo puedes intuir —culminó así la historia su nuevo amigo y luego se viró hacia él. 

—¿Y tú? ¿Cuál es tu historia? Dijiste que llegaste aquí hace unos días, ¿cómo fue eso? —Víctor rió por la cantidad de preguntas que le hizo el chico en apenas unos segundos. Le encantaba la chispa de curiosidad que albergaban los ojos celestes del chico a su lado. 

—Bueno… — Comenzó a relatar su vida con templanza. Nacido en Venecia, su padre era alemán y su madre italiana. Vivieron allí hasta que cumplió los catorce años, o al menos eso era la versión oficial que su padre contaba a todos. Lo cierto es que hasta que cumplió los cuatro años su padre no se mudó definitivamente a la ciudad marina. Su misión como Seyen le llevaba a todas partes, viajes del que el niño era apenas consciente, ni menos podía revelar ahora que los conocía. Le tocaba mentir en algunas partes. 

Habló de él, su hermana, y su ya fallecida madre, aunque omitió los detalles de la enfermedad que le dio muerte hace algunos años. No quería hablar de ello. También un poco de su ciudad natal y el italiano, que Gerard enseguida expresó el deseo de querer aprender.

—Cuando quieras, te doy clases. —Se ofreció Víctor con una sonrisa —. Es una lengua muy peculiar y “bella” —pronunció la palabra en su idioma natal, detalle que dejó fascinado e intrigado al otro chico —. Tú por tu parte podrías ayudarme con las lecciones de estos primeros días. Así me pondré al día rápido y… —No había terminado de hablar cuando una voz burlona les interrumpió.

—También podría ayudarte a no perderte, ¿no crees, chico nuevo? —Se trataba de un chico musculoso de pelo castaño e intimidantes ojos azules. Detrás de él, tres chicos reían con ganas. Víctor se calló, agachando la cabeza mientras este seguía hablando —. Un pájaro me contó tu aventura en el aula once, ¿cuándo la encontraste? ¿En navidad? —Más risas, Gerard les fulminó con la mirada, pero no tuvo el valor de decir nada. 

—No sé —contestó Víctor en un murmullo nervioso —. Supongo que en diez minutos. No miré la hora —desveló dubitativo. El chico se volvió a reír.

—De modo que tampoco sabes mirar un reloj —terció con una sonrisa maliciosa, Víctor negó con la cabeza y se aprestaba a replicar, pero, entre las risas y que el chico seguía hablando, apenas pudo. —¿En tu país no son muy brillantes, o solo eres tú así de ignorante? —Aquella pregunta prácticamente le rompió los esquemas, o lo habría hecho de no ser porque una voz muy conocida dijo, en un tono particularmente autoritario.

—¿Molestando al recién llegado? ¿Qué pasa que no tienes nada mejor que hacer, Yohann?–Víctor enseguida reconoció, en el chico de porte extremadamente elegante y altivo, a su vecino Dave, de pelo rubio liso y ojos verdes. Su familia era de la alta nobleza alemana, lo que le confería una distinción sin igual, elevadas riquezas y, sobre todo, poder. Nadie se metía con él, jamás, no era conveniente hacerlo.

—No te metas en esto, Von Andechs. —Yohann pronunció el apellido casi con desprecio —. No es asunto tuyo.

—¡Me meto donde quiero! —Exclamó Dave con un tono tan infantil que Víctor, enseguida, recordó que solo tenía quince años. Quería semejar un adulto para que lo respetaran, pero en realidad aún era un crío en muchos aspectos —. Tratar así a los novatos desprestigia la imagen del Gymnassium. Deberías saberlo. —En ese momento su tono era más parecido al de un padre riñendo a un niño. —Y supongo que no necesito decirte como reaccionaría el director si lo supiera, ¿o sí? —Yohann no dijo nada, mientras que Dave le ofreció una expresión angelical. —No diré nada si te vas ahora mismo —Le prometió. El chico y sus amigos obedecieron dócilmente.

—¡Vaya, gracias! —le soltó Víctor asombrado, Dave sonrió presuntuoso —. Aunque prefería que no me llamases novato, suena horrible. —Su vecino rió, animado.

—Perdona, no quería que Yohann supiese que somos amigos, aún. Yo también tengo una imagen que mantener —explicó. Gerard rodó los ojos al oír la palabra imagen y Víctor volvió a sentir una oleada de empatía hacia él. La imagen le importaba bien poco, el trato al prójimo era otra historia. Los ojos de Dave viraron entonces hacia Gerard. 

—¿Ese es el hijo de los Friedman? —Preguntó y silbó con admiración. —Soy Dave. —Le tendió la mano con educación y el chico se la estrechó, vacilante.

—Gerard —recalcó su nombre de una forma que sorprendió bastante a Víctor, quién se apresuró a hablar, riendo nerviosamente.

—Nos conocimos en la primera clase. Llegué un poco tarde y el único sitio libre era a su lado. —Dave rió asintiendo.

—Te dije que me dejaras guiarte —le recordó, burlándose sin recatos, y Víctor se rió ampliamente, muy divertido. Aún no lo sabía pero, en aquel momento, el joven Roswell acaba de conocer a dos personas que serían muy influyentes en su vida de ahora en adelante. Un amigo y un enemigo. Pues, aunque no lo pareciese, Yohann no se rendiría tan fácilmente en su empresa de rebajarlo. Bastaba con esperar a que Dave no estuviese presente. Cosa sencilla considerando que, a pesar de ser vecinos, Víctor no frecuentaba, aún, el mismo entorno que Dave. Pero estos eran detalles que nuestro futuro protagonista aún desconocía...


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Os dejo una foto de Dave de adolescente, amo su cara de niño y esos ojos *-*. En la foto original eran azules pero los edité con photofiltre para adaptarlo al personaje de Stern, quién los tiene verdes.

De Gerard no tengo porque la verdad está en una edad en que no hay muchas fotos así. Me lo imagino con los rasgos físicos descritos, cuerpo recién desarrollado y uno de esos típicos peinados de moda que ponen los padres a los niños creyendo que los hace lucir adorables, cuando en realidad los hace lucir como críos. Aunque adaptado a la época, no sé, jugad con vuestra imaginación. Y hablando de imágenes, os dejo el link al album de Stern, Personajes .Debo agradecer a Ana, una amiga mía y lectora reciente de la historia, por proporcionarme links donde encontré imágenes y caras más afines a ciertos personajes que me faltaban.

Espero que os haya gustado el relato y ¡Feliz navidad! ^_^

2 comentarios:

  1. Hola! pase a visitarte, me gustó mucho tu entrada y me quedé siendo un ángel mas ;)

    feliz año!

    Sol
    rebeliondelibros.blogspot.com

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    Respuestas
    1. ¡Hola!:D ¡Muchas gracias! Me alegro de que te guste, si quieres puedes pasarte también a curiosear Stern. ¡Bienvenida al blog.! Feliz año e iré curioseando el tuyo en cuando pueda :)

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