sábado, 17 de octubre de 2015

Recuerdos de Stern 1.2 (Segunda parte de la serie de relatos de Víctor con 15 años) (Última edición: el 15 de junio de 2019)

Y después de tanta explicación os dejo como termina el relato. Inicialmente iba a incluir más personajes y explicaciones varias. Pero entonces recordé los cambios que le hice a la historia y las edades de los diversos personajes. A Samuel, quién en este relato tiene quince años, le corresponde la edad de Víctor en la historia actual de Stern (23 años). En la antigua historia tenía la edad de Simeón, pero entonces el relato no sería posible. Pues Gerard tiene veintidós, en Stern, lo cual significa que catorce en este relato. (Va al mismo curso que Víctor porque su inteligencia superior hizo que le adelantaran un año en la escuela). Y ya es bastante llamativo lo que ocurre en sí, para aquella época, como para hacer a los niños tan precoces. A lo que me refiero no es solo el tema de Gerard y Samuel, (que ya de por sí es delicado), sino que personajes como Simeón o Raymond tendrían por aquel entonces doce y trece años respectivamente (Simeón tiene 20 en Stern y Raymond 21). Y las intervenciones que les puse eran muy maduras así que cambié de idea a medio relato y los quité. Resumiendo:

Edad de Samuel en el relato: 15 años.

Edad de Catrina: 16 años.

Segunda parte del relato:


La fiesta llegaba a su fin. Era tiempo para los asistentes de volver a casa. Algunos estaban en mejor o peor estado, pero todos ellos se hallaban un poco cansados. Víctor, por su parte, se hallaba en una despedida forzosa de la joven pelirroja que tenía enfrente, Dianne. Finalmente, había logrado encontrarla y el beso se había realizado en las habitaciones de la señora de la casa.

Había sido un momento mágico, por un lado el joven estaba nervioso, desde el momento en que la había conocido, había visto sus labios moverse, encantarlo con sus palabras… Había deseado posar los suyos sobre ellos. Pero, por otro, no había hecho nunca nada semejante y no estaba seguro de cómo actuar, como acercarse sin parecer brusco. Los nervios y la indecisión dominaban al joven en toda su totalidad pero, también, la emoción y el deseo. Y era precisamente aquello último lo que había instaurado el momento en que sus labios contactaron finalmente como algo permanente en las memorias de los dos jóvenes. El momento en que un hormigueo agradable pareció partir de sus bocas que contactaban indecisas la una con la otra, y entenderse rápidamente por todo su cuerpo, elevando sus sensaciones al máximo. El deseo excitante de dos jóvenes que se atraen desde el primer instante en que se vieron.

Sin embargo, había personas que aún no se hallaban en la sala principal, quizás se habían ido antes, como Gerard, desilusionadas por el desarrollo de los acontecimientos, o quizás, simplemente habían salido a los jardines para disfrutar del aire fresco y los paisajes de luces y sombras que ofrecía la vegetación desperdigada por el espacio a la luz de la luna.

Era precisamente lo que se hallaba haciendo una joven de largos y ondulados cabellos castaños, los cuales se hallaban atados en un moño trenzado muy complicado pero elegante, y ojos verdes intensos. Su constitución era alta y delgada y su nombre, Catrina.

Había escapado del bullicio de la sala, abrumada por las emociones que se encontraban allí. Siempre había sido una persona muy empática y aquello le creaba problemas para relacionarse, la capacidad de resentir las emociones de los demás, de comprenderlas de una forma tan fiel que a veces, incluso, las percibía cuando la persona no quería demostrarlo. Sentía esa angustia, ese dolor y siempre encontraba una forma de ponerle remedio. Pero, a veces, hay personas que no desean ser remediadas, muchas personas… Catrina no encajaba entre ellas y por ello había sentido el deseo de huir, de escapar.


Así que allí se hallaba con los ojos cerrados y dejando que los delicados sonidos de la noche la arropen. Grillos, búhos y, ¿sollozos? Abrió los ojos sorprendida al sentir esto ultimo. Triste, melancólico, discordante… Era un sonido masculino, estaba segura.

Intrigada, se desvió un poco hacia la derecha para encontrarse con un chico sentado en cuclillas, parecía melancólico, dolorido y derrotado. La visión de semejante tristeza pareció destrozarle el corazón. Lo veía tan desdichado… Era superior a sus fuerzas.

—Eh, chico, ¿joven? —Llamó, agachándose hacia el chico cuyos cabellos brillaban en un ligero tono naranja, destacando así a pesar de la oscuridad de la noche. Él pareció levantar la mirada hacia ella mostrándole unos ojos marrones desinteresados, era Samuel. —Te… ¿Os encontráis bien? —El chico pelirrojo desvió la mirada en total negación, cuando ella… se acercó a él y… le abrazó. Fue entonces cuando Samuel pareció despertar.

—Qu… —articuló, pero la sensación de reconforte que le recorrió fue tan fuerte que lo obligó a callar. Desde la muerte de sus padres no había recibido tan intensa muestra de cariño, pues sus padres de acogida nunca habían estado seguros de cómo tratarle dado lo retraído que era y Gerard… Solo lo había abrazado cuando deseaba algo más.

La chica se retiró, brevemente arrepentida, pero él la sostuvo por la mano. No sabía por qué lo había hecho pero, por alguna razón, se había sentido bien entre sus brazos. Lo había reconfortado, en parte, era como un gesto de amigo.

—Lo siento, no debí hacer eso —dijo Catrina. —Es solo que os veo tan triste, tan descompuesto que… Deseo abrazaros, borrar ese dolor, perdóname. —Ella se levantó y desvió la mirada, pero Samuel le seguía sosteniendo el brazo y se incorporó con ella, no decidido a soltarla todavía. No la conocía, pero por alguna razón no quería que lo dejara solo.

—No. —dijo simplemente. —Está bien. —La chica volvió a girar el rostro, sorprendida. —Nunca alguien había hecho algo tan desinteresado por mí y… Está bien. —Se permitió sonreír unos instantes, relajado, y ella sonrió alegre. —¿Cómo os llamáis? —Se interesó entonces, embargado por una fascinación y curiosidad imprevistas, pero agradables. Ella le sostuvo la mirada, no feliz pero sí esperanzada, y dijo.

—Catrina

Aquello era el inicio de una hermosa amistad.

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El relato culmina aquí, pero he hecho otro que es como una secuela con la conversación de Víctor y Gerard. Si queréis, podéis leerlo aquí: http://yuna6785-seyens.blogspot.com.es/2016/01/recuerdos-de-stern-13-secuela-y-final.html

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