jueves, 19 de agosto de 2021

Recuerdos de Stern 5

Sé que dije que no iba publicar más relatos hasta avanzar mucho más en la historia (cosa que no hice, pero tiempo al tiempo. 😅) Pero me apetecía compartir esta historia que anidaba en mi cabeza desde hace un tiempo. Disfrutadla, que me ha costado lo suyo redactarla:


Recuerdos de Stern 5

Siméon recordaba perfectamente el momento en que su vida comenzaría a cambiar, convirtiéndole en la única persona que podría ayudar a Samuel en el futuro, no porque hubiera tenido un corazón roto o desarrollara algún tipo de empatía asombrosa, (como Catrina), fue algo rutinario, casi inesperado, aunque no supo por qué no le sorprendió.

Su cumpleaños no había salido bien, la música era excelente, tenía buenos regalos y había conocido a nuevas personas, pero aún así no lograba estar feliz.

Porque su hermano y Giovanna habían terminado su relación esa misma noche.

Y Siméon por más que procuraba convencerse de que aquello no era su problema, no podía evitar darle vueltas. El conflicto entre sus padres y hermano no le era ajeno, no desde que los primeros habían pasado de regañar, criticar y reprochar la actitud de Semil a compararlos, buscando que uno se reflejara en el otro, aprendiera de él y, o, alabando que Siméon no anduviera en los mismos ambientes que Semil; cuando la realidad era que el chico todavía era demasiado joven para comprender lo adictivo que podría ser lo indebido y potencialmente peligroso. Por eso sus amistades eran pacíficas e inofensivas, al menos hasta ahora.

Giovanna había tenido la decencia de no romper nada más llegar al evento, al contrario, se había mostrado amable y educada, a pesar de que su rostro ocultaba la más profunda tristeza. Una tristeza por la cual el joven se mostró más alegre y divertido que de costumbre, intentando por todos los medios que todos se lo pasaran bien en su fiesta hasta que ocurrió lo inevitable.

Aquel día, en aquel momento, su corazón sufrió un bloqueo, fácilmente podría haberse acercado a Giovanna, consolarla, pero cuanto más lo pensaba más horrible le parecía. No podía traicionar a su hermano de esta manera. Y fue por eso que prefirió llamarlo a su mesa, priorizando el sentimiento de hermandad a sus deseos por la chica. Aunque no sirviese de nada.

No logró hacer sonreír a Semil en toda la noche. El mayor de los Leinisteir prefirió disculparse y marchar a su habitación, que aguar su fiesta. Tampoco se lo tendría en cuenta dado su estado emocional. En cuanto a Giovanna, se habría quedado por Víctor, pero él no quiso prolongar su agonía. Ya lo iba a pasar bastante mal los días siguientes a la ruptura.

Ruptura. El simple actor de pensar en la palabra le provocaba dolor. No dejaba de pensar en el rostro desolado de la chica y de su propio hermano, el cual no había aparecido en todo el día siguiente. Cosa que sus padres no perdieron la ocasión de criticar ante él, era como si el hecho de que su novia lo dejara la noche anterior no les importara lo más mínimo. Y tal vez, sí, fuera así.

Sus padres solían ser buenas personas hasta que tocaban el tema de su futuro. Entonces estallaban, manteniendo una férrea actitud de hierro hasta que conseguían sus objetivos. En este caso la partida de Semil a Berlín, para que estudiase empresariales, tal y como su padre deseaba para él. Pero el mayor de los Leinnisteir y principal heredero del imperio que había fundado su padre, en Stern, no parecía querer siquiera escucharles. Y Siméon, por extraño que fuera, lo comprendía.

Y es que a pesar de ser todavía un niño, entendía a la perfección el deseo de libertad de su hermano. Era el mismo que se había acostumbrado en ver en Vanessa, desde que la prometieron, y la impotencia de no conseguirlo. Por eso se había animado a hablar con Víctor anoche, además de por animarlo. Por lo mismo que se negó a hablar con sus padres de su hermano o su futuro, desde que los escuchó criticarle esa mañana. Ellos no lo entendían, él sí.

O al menos sentía que lo hacía…


Un ruido seco estuvo a punto de despertarlo aquella noche del día siguiente, aunque en lo personal ni siquiera estaba dormido. No podía hacerlo mientras lo invadiera la extrema preocupación por su hermano. Se conocía sus escapadas de memoria y nunca terminaban bien.

Por eso se precipitó al pasillo principal, nada más escuchar ese ruido, tapándose la boca al ver el estado actual de su hermano. Su rostro surcado de heridas y, como pudo, lo guió hasta el baño de la casa. Actuando de forma automática, ante el rostro asombrado de este. No le había hecho una sola pregunta, bueno sí, una…

    —¿Por qué haces esto? —Semil no estaba seguro de a qué refería con “esto”, cuanto conocía Simeón de lo que hacía al huir de casa y regresar herido. Pero decidió contestar con la verdad, estaba harto de jugar al rebelde misterioso en su propia casa. No había más razón para ello.

    —No lo sé. Quizás porque me hacía sentir vivo. —Su rostro se crispó, nada más sentir la quemazón del alcohol que vertía su hermano menor en sus heridas, con una delicadeza similar a la de la servidumbre. —En todo caso ya no funciona.

Simeón lo observó sorprendido, ¿vivo? ¿Acaso no estaba su hermano vivo ante él? ¿Por qué necesitaba dañarse para recordarlo? No lo comprendía.

    —Tal vez deberías dejarlo entonces, si no te ayuda… —La carjada sonora de su hermano lo interrumpió, Simeón era tan inocente que casi le daba pena. Era como si se aislase en una propia burbuja, donde nunca ocurría nada malo. Aunque, pensándolo en frío, no tenía más que catorce años. Lo extraño sería que viese el mundo de otro modo.

    —Tampoco sé si puedo la verdad. —Replicó, una vez que se calmó. —Jugar al chico bueno de nuevo, tal y como ella hubiese querido para mí… ¿Tú lo harías, hermano? —Sus ojos de un tono azul intenso pasaron a enfocarlo de forma directa. —Agachar la cabeza y seguir todas sus órdenes, sin obtener siquiera una recompensa a cambio… De tener la posibilidad de elección, ¿lo harías?

Simeón, por su parte, no daba crédito a las palabras que escuchaba, lo manipuladora que resultaba ser Giovanna en realidad. Creía que estaba del lado adecuado, resultando ser un perfecto apoyo de su hermano, además de su verdadero amor. La única que lograba entenderlo. Cuando en realidad ella se limitaba a hacer lo mismo que sus padres solo que de forma más sutil. Y al mismo tiempo, aquella noche, ella…

    —No.—Pronunció al instante, dejándose llevar por la rabia y el dolor que sentía. Poco importaban las razones que habían empujado a Giovanna a hacer lo que hizo aquella noche, no estaba bien. Y darle la razón solo lo convertiría en alguien igual a ella.

    —Haría lo que yo quisiera, siempre, aunque tuviera que enfrentarme al mundo y al universo entero.


Esas palabras tan firmes y únicas para él en esos momentos, pasarían a definirlo más adelante. Y serían la clave de sus futuras relaciones y encuentros. Un alma pura, un espíritu libre, así era Siméon por aquel entonces, algo que por más absurdo que lo pareciera entonces, Víctor y Samuel necesitaban más que nunca, solo que aun no lo advertían. O al menos así era para nuestro protagonista, quién tenía la mente más concentrada en otra cosa en estos momentos. O mejor dicho, en alguien…

Vanessa.

Conocerla aquella noche no había mitigado en nada su deseo por ella, al contrario, ansiaba encontrarse con ella de nuevo. Poder hablar, cogerse de la mano, bailar o incluso, desarrollar una relación amorosa. Ese era su objetivo final, su sueño.

Sin embargo… Ella…

«Está comprometida con uno de los muchachos más ricos de la ciudad.»


Aquella era una cruel verdad que le desgarraba el corazón. Víctor no dejaba de repetírsela como si fuera un mantra, intentando dejar de pensar en ella, concienciarse… Pero era imposible.


En eso estaba pensando aquella mañana de lunes mientras perfilaba los trazos de un retrato a lápiz. Era consciente de que no estaba atendiendo a clases, pero por primera vez no le interesaba. Su mente se hallaba dividida entre la felicidad que sentía por conocer, al fin, al objeto de su amor, y la tristeza que debería albergar por su hermana. Y no era sencillo.

¿Por qué su padre tenía que ponerles las cosas tan difíciles? ¿Acaso era imposible que uno de ellos pudiera soñar con una vida normal? Una vida donde no tuvieran que mentir a los demás, ni esconderse. Tal era el deseo de los jóvenes Roswell por aquel entonces, una ilusión.

Nunca imaginé que tuvieras tal talento para el dibujo, Víctor ¿Quién es? —La voz de Gerard a su lado rompió su concentración al punto de provocar un ligero rubor en su rostro. Finalmente sonrío.

Una persona maravillosa que conocí en la fiesta de Siméon. Se llama Vanessa.

Y pasaron a hablar del evento en susurros hasta que el profesor les interrumpió. Víctor estaba feliz, no solo había logrado dejar de pensar en su dilema moral, sino también despertar el interés de su mejor amigo, el cual había cambiado mucho desde la ruptura de su relación con Samuel. Ya no estaba destrozado, como al inicio. Sin embargo, apenas salía, y a pesar de que el chico pelirrojo ya no lo lastimaba desde hace un tiempo, Víctor seguía notando una sombra en él.

    Retomando con la fiesta, no sé si esto fue una confusión mía por el tema de las máscaras. Pero creo haber visto a Samuel allí. Encanó Víctor, nada más escuchar el timbre sonar, tenía que intentarlo.

    ¡¿Qué?!La respuesta de Gerard no se hizo esperar, sus ojos azules buscaron a su antiguo amor encontrándolo hojeando una especie de libro con una expresión demasiado relajada para ser real. Acaso él… No, no podía ser.

    Sí,definitivamente era él —afirmó Víctor, con certeza. Supongo que eso significa que se está reponiendo, de algún modo… —Al advertir Samuel su escrutinio, sus ojos chocaron por apenas un segundo, antes de que este bajara la mirada, algo taciturno. Seguidamente, los chicos se levantaron, dirigiéndose a la salida de clases. Sin embargo, nada más cruzar Samuel la puerta de salida, alguien le arrebató el libro de las manos, sin ningún miramiento. Yohann.

    ¿Qué tienes, zanahoria? ¿En serio pierdes tiempo con eso? Qué patético. Los puños de Víctor se apretaron mientras observaba como su antiguo abusón jugaba con él de forma bastante burlona y cruel, hasta que el objeto en cuestión terminó en el suelo, junto a Samuel. El joven pelirrojo no había cesado de intentar recuperarlo hasta entonces, cuando Yohann lo empujó de forma tajante y violenta. Seguidamente cogió varias paginas del libro y las arrancó ante los presentes como “castigo”.

Aquello fue suficiente para Víctor, quién nada más ver el atisbo de lágrimas en los ojos de Samuel sintió el impulso irrefrenable de hacer algo. Avanzar y defenderlo, a pesar de que no eran siquiera amigos. Sin embargo, justo cuando lo hizo unas chispas cayeron frente a los pies de Yohann, haciéndolo retroceder con una sombra de miedo en los ojos y la magia se rompió.

    ¿Te encuentras bien, Samuel? Preguntó Raymond acudiendo a junto de él, para ayudarle a levantarse, mientras que Víctor y Gerard recogían las hojas desperdigadas. Samuel se limitó a asentir, lamentando haber llevado aquel objeto al Gymnassium. —Menos mal que llegamos a tiempo —expresó. —Fue una buena idea llevar esos petardos a clase, ¿verdad, Siméon? ¿Siméon?

    Sí… —Siméon, por su parte, levantó la mirada del rostro de Víctor y asintió, su rostro adornado de una suave sonrisa de complicidad, en sus manos yacía el libro de Samuel, o al menos lo que restaba de él. Nada más verlo su rostro se entristeció, aquella noche, Samuel y él habían hablado de muchas cosas, invenciones e historias principalmente, justo cuando el chico mencionó tener un libro de ilustraciones en su antigua casa. Quería verlo, debido a que le encantaba todo lo que implicaba dibujo y cuentos infantiles, pero nunca pensó que sucediera así.

Poco después se acercó a Gerard, el cual, al contrario de Víctor, no había podido evitar observar algunas ilustraciones. A simple vista no eran nada especial: dibujos hechos a lápiz o tinta, con una calidad exquisita, a la espera de que alguien los colorease. No les habría prestado atención de no ser porque aquel libro pertenecía a Samuel y él nunca lo vio en su posesión.

Y además estaba aquel símbolo...

    Disculpa, ¿Podrías darme la hoja? —El tono casi autoritario de Siméon, lo hizo despegar sus ojos de la imagen. Era algo extraño, como unos trazos entrelazados entre sí que remataban en espiral, formando una hoja. Y no solo eso: muchos de los dibujos del libro estaban hechos a base de espirales entrecruzadas.

¿Qué era aquello realmente? ¿Qué significaba? En su mente anidaban demasiadas preguntas que ya nunca tendría permiso de formular. No después de romperle el corazón de esa forma.


No tenía derecho a acercarse a él de nuevo, lo había lastimado demasiado.

Para Siméon, en cambio, aquel contacto había sido revelador. Pues a pesar de que solo conociera a Samuel de una noche, le había quedado claro que aquellos dos chicos habían sido importantes para él.

Todo estaba en sus reacciones y gestos, las miradas que ambos le habían dedicado y la palabra que le había susurrado Víctor, sin apenas mover los labios.

«Cuídalo.»

Poco a poco el círculo se estaba formando entre ellos, sin que lo advirtieran. Un círculo que terminaría por definir su futuro, de una manera que nunca antes habían llegado a imaginar...

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PD: La foto pertenece a algo que dibujé hace tiempo, pero que hasta ahora no le había encontrado utilidad. Por aquel entonces, estaba vinculado a una historia no escrita que diseñé con una antigua amiga del pueblo donde vivo. Era como un juego de rol en el que ambas tomábamos el papel de uno o varios personajes y jugábamos entre nosotras. Una historia de dos brujas o chicas con poderes que se conocían y hacían amigas, a pesar de pertenecer a bandos enfrentados. Mi personaje era de las malas y el de mi amiga de las buenas. No recuerdo mucho de la historia, solo que mi personaje estaba enamorada del hermano mayor de la bruja buena (el cual se llamaba Kevin, pero no recuerdo los demás nombres); y el de ella del hermano menor de la bruja mala. Pero todo se entorpecía cuando los buenos descubrían que estaban confraternizando con el enemigo... 

Personalmente nunca entrelazamos la historia con el símbolo, pero como alguna vez hemos jugado a que la chica mala tenía una marca distintiva en la nuca, no sé porqué la imaginé así. Con el tiempo olvidé la historia hasta tal extremo que si quisiera recrearla ahora mismo no sería capaz. Sin embargo, un día encontré entre mis cosas una nota con páginas web antiguas que ya no se usan, por un lado y dibujos por el otro. Entre ellos estaba ese símbolo. Y así es como terminó aquí. En cuanto a su significado actual me temo que desvelarlo ahora sería spoilearos demasiado. Solo recordad esto: Nada está puesto al azar en esta historia. 😉

¡Espero que os halla gustado el relato y nos leemos en cuanto tenga algo más que mostraros 😁!

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