lunes, 23 de julio de 2012

Seyens: 1ª parte Stern| Capitulo 1 (Última edición: el 19 del 07 del 2019)

Seyens: 1ª parte Stern


Anne:


1


El sol se estaba acostando en Stern, una ciudad próspera y tranquila hasta hace poco más de una semana, cuando una serie de muertes y desapariciones extrañas vinieron a perturbar la paz de ese lugar. En esa época vivía, en las afueras, una mujer joven y bella, de largos y lisos cabellos castaños envueltos en dos coletas bajas laterales y una trenza trasera y ojos grises claros. Se llamaba Jaymie y era especial, pues solo ella poseía el secreto que podría salvar a la ciudad. Una raza ancestral que lleva siglos protegiendo a los humanos: los Seyens.

Seres lo suficientemente poderosos para marcar el equilibrio, solo ellos pueden vencer a las criaturas que amenazan a la humanidad: Vampiros, demonios y licántropos. Monstruos de pesadilla pero muy reales. Y estos eran precisamente los culpables de los horribles sucesos que asolaban la ciudad.

Jaymie era consciente de ello. Era la única que podría hacer algo pero, a la vez, no. Porque, sí, era Seyen, pero hace muchos años que ya no luchaba. No desde lo de él...

Sacudió la cabeza, volviendo a centrarse en su trabajo, Jaymie era campesina y trabajaba en el campo. Ahora mismo se hallaba recogiendo uvas, mientras procuraba no fijarse en la tristeza que dominaba el ambiente. No le gustaba, más, ¿qué podía hacer? Volver a las armas sería regresar a los tiempos oscuros en los que ya no le importaba nada; salvo matar.

Además, era demasiado tarde. Tenía que irse. Llevaba diez años viviendo en el mismo lugar sin cambiar. Porque era Seyen y ellos eran inmortales, al igual que sus enemigos. Las criaturas que debían eliminar. Pero la inmortalidad no es favorecedora cuando vives rodeada de humanos, por eso no podía quedarse, la gente sospecharía...

Dirigió la vista a su cesta y vio que estaba casi llena, por lo que detuvo la tarea y decidió ir a casa de una amiga. Esta se llamaba Anne y era una joven chica de diecisiete años que había perdido a sus padres recientemente. Al igual que unos pocos niños desafortunados. Corrían rumores de que estaba deprimida, apenas salía de casa, ni siquiera para trabajar. Tampoco comía y Jaymie no podía permitirlo, le dejaría una parte de lo que había recogido e intentaría animarla. No podía perderla.


Era esa misma chica quién se hallaba en su habitación, acostada boca arriba sobre la cama. Pensaba en sus padres y en su trágico final. Su pelo era largo y rizado, de color naranja, con un flequillo ladeado y sus ojos lucían un tono verde muy luminoso.

Una lágrima bajó por su mejilla, mientras recordaba los mejores momentos pasados con su familia, cuando oyó unos golpes a la puerta principal de su casa. Serenándose un poco, se incorporó, dirigiéndose hacia allí.

—¿Quién es? —preguntó, desconfiada, antes de abrir la puerta. Fue una voz femenina y familiar la cual contestó.

—Soy yo, Jaymie, ¿puedo entrar? —Procurando animarse, Anne se dirigió a la puerta y la abrió.

—Sí, claro, ¿qué ocurre? —dijo.

—¡Dímelo tú, Anne! —Exigió Jaymie, no de muy buen humor. —Me han dicho que llevas días encerrada aquí, sin comer, apenas ¿Es verdad?– le interrogó, mientras entraba en la casa. Anne suspiró, mientras guiaba a Jaymie a su habitación. Lo menos que quería era dar explicaciones.

—Sí, es verdad. —Se limitó a responder.

—¿Por qué? ¿Acaso quieres morir? —Le preguntó Jaymie. Acabaron deteniéndose en la habitación, las dos de pie, enfrentándose con la mirada. Aunque Anne enseguida la bajó.

—¡De todos modos moriré igual! —Supuso. Con esa oleada casi continua de muertes, no era de extrañar que pensase eso. Que no tardaría mucho en ser la siguiente.

—Contesta a la pregunta, Anne. —Jaymie no se mostró satisfecha. —¿De verdad quieres morir? Porque si es eso no tienes más que llamar la atención de algún vampiro o licántropo. Será más rápido. —Aparte de ser una de sus mejores amigas, desde hace bastante tiempo, Anne era la única humana que conocía su secreto y lo guardaba con fervor.

—No, no quiero morir, aún no —reveló, entonces, Anne después de pensar un poco en las ventajas e inconvenientes de aquello. No quería hacerlo, si quisiera ya lo habría hecho, no era tan difícil.

Además aún era muy joven, había demasiadas cosas que aún no había hecho como para desear acabar con todo. Lo que ocurría era que estaba bastante desesperada, si al menos pudiera hacer algo para evitar esas muertes...

—Entonces, ¿qué quieres, pequeña? Dímelo, quizás pueda ayudarte. Pero no sigas así, no conseguirás nada —explicó Jaymie.

—¡¿Que, qué quiero?! —Anne elevó un poco la voz, pero se corrigió enseguida. No había razón para alterarse. —Quiero que las madres dejen de llamar por sus hijos que desaparecen una noche si y otra también. Quiero que la gente deje de llorar por la muerte de amigos y familiares ¡¡Quiero que todo esto se acabe de una vez y que la ciudad vuelva a la tranquilidad!! —remató Anne, furiosa, y se dirigió a la ventana.

—Pero las muertes y las desapariciones aumentan y el peligro nocturno con ellas —añadió en un tono más tranquilo y triste, mientras miraba a la gente que volvía a sus casas, completamente ajenos a lo que ocurría en la suya.

—No te preocupes, todo se arreglará. —La tranquilizó, Jaymie. —Eso si sigues viva durante los días siguientes, claro.

—¡No veo porque te interesa que siga viendo como la gente muere o desaparece! —Volvió a la carga, Anne, cínica, y dejó de mirar por la ventana.

—Porque esto no tiene porque seguir así. Y no lo hará. ¿Recuerdas lo que dije sobre los que son como yo? ¿Los seyens? —Anne asintió a la pregunta de Jaymie. —Verás, cuando, en casos similares a los de aquí, no hay seyens suficientes para salvar a la gente, surgen nuevos. No por arte de magia, sino que es una transformación que sufren unos pocos humanos elegidos, cuando llegan a la madurez. Luego son esas personas las que normalmente pueden salvar a la gente, siempre y cuando sepan que lo que ocurre, claro. —Jaymie la miró con un brillo de esperanza en los ojos. —Por eso debes seguir viva —explicó. —Eres la única a quién le he confiado la verdad. Solo tú puedes ayudar a la gente de tu entorno que se transforme. Transmitiéndoles mis enseñanzas y ayudándoles a aplicarlas.

—¿Solo yo? —Se extrañó Anne. —¿Y tú qué?

—¿Yo? Ayudaría si no fuera porque llevo diez años viviendo aquí sin cambiar nunca. No puedo quedarme más, es demasiado peligroso, la gente podría sospechar. Además tengo muchos enemigos entre los monstruos —confesó Jaymie, pensando en las criaturas maléficas. Ninguna que ella conozca apreciaba a los seyens en general. Ya no digamos a los que poseen años de antigüedad. —Solo atraería más problemas.

—¿Ósea, que te vas a ir? —Preguntó Anne. —¿Vas a abandonarme?

—No creas que no me duele, corazón. —Le explicó Jaymie, con tono cariñoso. –Pero debo seguir mi propio camino y no puedo arriesgarme. Tengo previsto irme esta noche. —Anne le dirigió una triste mirada, no quería que se fuera, entendía sus motivos, pero aun así deseaba que se quedara. —Pero no temas —añadió Jaymie, para animarla. —Te estaré protegiendo siempre, ya lo verás.

—E-está bien —aceptó Anne –Pero, ¿cómo vas a hacer para que nadie se entere de tu partida? —preguntó.

—Es cierto, la gente se enterará. Pero con un poco de suerte se limitarán a pensar que he desaparecido. —Le contestó Jaymie.

—¿Qué vas a hacer para conseguir eso? —Interrogó Anne, entonces.

—Obviamente —contestó Jaymie. —Desaparecer —, y chasqueó los dedos, sonriente. —¿Quieres verlo? —Invitó.

—Claro —contestó Anne, sería una buena despedida y de paso puede que aprenda algo útil para ella. 

Como habían acordado desde que se conocían, Jaymie le dejó una parte de su cosecha a Anne y juntas salieron a pasear a la calle; como si fuera una noche normal.

Jaymie la condujo a una de las zonas más sombrías del inicio del bosque, mientras le hacía preguntas sobre las desapariciones. Por lo visto ocurrían en zonas próximas al bosque, pero muy sombrías. A veces se encontraban restos de sangre, pero en la mayoría de los casos estos se hallaban entre la hierba y no era fácil verlos.

Típico de licántropos” pensó Jaymie. “Obligan a sus presas a adentrarse en el bosque para dejar cuantas menos señales del crimen, mejor” Poco a poco fueron llegando a la zona cercana que ella comenzó a considerar más indicada. La luz de una luna creciente, casi llena, sacaba de vez en cuando destellos finos de la piel de Jaymie. Aunque éstos solo se podían admirar de cerca.

—Bien —comenzó ella, al encontrar lo que le pareció la zona más oscura de las cercanías. Tampoco convenía adentrarse mucho en el bosque, era peligroso. —Comencemos.

Y tiró la cesta que llevaba, como si la hubiera dejado caer en una carrera desesperada. Se suponía que era lo más normal si volvía a casa y se había visto en problemas. También fue adecuando el terreno, dejando pistas por el camino, no solo para la gente que fuera a curiosear allí, sino también para los que la buscaran. Que se pensaran que se había ido por cierta dirección, cuando la verdad era otra. Quedando así, al final, una mezcla adecuada de los rastros de una “desaparición” y de otros rastros sin fin concreto, para confundir a sus enemigos. Pero estos últimos no se los reveló a Anne.

—Creo que esto ya está —anunció, cuando terminó, posteriormente se giró hacia Anne. —Un último consejo, en cuanto me vaya, vuelve a casa corriendo. No vaya a ser que realmente haya algún licántropo cerca y esto acabe en desgracia. —Anne asintió enseguida, Jaymie le había contado lo suficiente para que no deseara encontrarse nunca con esos monstruos. Poco después Jaymie suspiró melancólica y dijo:

—Ha llegado el momento. —Se acercó hacia ella y la abrazó. Posteriormente le susurró —: Cuídate. Nos volveremos a ver, te lo juro. Siempre estaré cuidando de ti así que si me necesitas, piensa en mí y no tardaré en acudir. —Anne la estrechó más fuerte, iba a añorarla tanto...

—De acuerdo —contestó ella. —¡Te voy a echar de menos! ¡Cuídate tú también! Realmente espero que nos volvamos a ver.

—Pronto. —Volvió a asegurarle, Jaymie, se separaron mientras lágrimas bajaban por sus mejillas. Ella también iba a echarla de menos. 

Unas alas surgieron de su espalda de la mujer y esta partió, elevándose hacia el cielo. Anne la observó volar unos instantes, llorando en silencio y entonces se acordó de su consejo y volvió corriendo a casa.

Una vez allí se puso a pensar un poco:

Jaymie se había ido, sus padres también, de una forma muy distinta, pero se habían ido al fin y al cabo. Ya no tenía a nadie, se había quedado sola. Y Jaymie tenía razón, a menos que quisiera morir no podía seguir actuando así. Tenía que espabilarse y esforzarse por seguir adelante por su propio pie. Luchar por sobrevivir. Sino, no llegaría a nada...

2 comentarios:

  1. No había leído esta historia, me gusta sobre todo el nombre de la ciudad: Stern. También te quería decir que quedaría mejor los dialogos con el guión largo (—) o Alt+0151.

    Sigue cuando gustes.

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    Respuestas
    1. Me alegro de que te guste ^_^ Entonces seguiré. Lo del guión, es que con el tiempo me he acostumbrado a las comillas( si te fijas también las uso en el diario de Evelin), pero si quieres antes de colgar el siguiente las cambio por guiones. Solo es un segundo y mientras os guste, me vale igual :)

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