viernes, 26 de julio de 2019

Seyens: Stern| Capítulo 19 (Actualizado el 08 del 08 del 2019)

A partir de aquí las modificaciones son mínimas y muy rápidas, ya que al releer atisbé cosas que eludí en su día, por haberlas olvidado o cosas que recién me inventé por inspiración fantástica. También se me ocurrieron nuevas cosas, que añadiré después de que logre editar de nuevo hasta el Capítulo 32 (Lo cual no será difícil ya que hay muchos Capítulos que están perfectos o simplemente necesitan una frase para desmoronarlo todo en la dirección adecuada). Al final decidí correr algunos riesgos, incluso aunque signifique poner cosas no tan explicables. Y es que como dije tenía previsto demasiadas cosas nuevas que quitaré, o expresaré de otra forma para que no se me haga demasiado lío por un libro. Pero eso ya se verá en su día.

Seyens: 1ª parte Stern.

Víctor:

19



—Mira, he encontrado a Gordie —Un chico se acercó a Víctor sosteniendo un ratón pequeño y blanco en sus brazos. Se trataba de Steven, su ayudante. Eran las diez de la mañana del lunes y Víctor y él estaban trabajando juntos en el laboratorio de Stern.

—¿Dónde estaba ese ratón? —Preguntó Víctor.

—No se ha movido de aquí —contestó Steven.

—¿Estás seguro?

—Segurísimo —dijo Steven y le pasó el ratón a Víctor.

—Eso espero —murmuró Víctor, mientras cogía el ratón de las manos enguantadas de Steven. En el laboratorio los guantes eran obligatorios, ya que nunca sabías qué podía provocar lo que tuvieras que tocar.

¿Por qué nunca los llama por su nombre?” Pensó Steven, refiriéndose a los ratones de laboratorio.

—Porque solo tú les pones nombres, Steven —dijo Víctor a la vez que dejaba el ratón en su jaula de cristal, maldiciendo interiormente a su ayudante por haberlo dejado escapar. Steven lo miró extrañado.

—¿Qué pasa?

—Nada —contestó Steven y entonces Víctor cayó en la cuenta, había leído la mente de Steven y le había contestado como si este hubiera hablado en voz alta, genial.

Víctor se esforzó en concentrarse para dejar de leer los pensamientos de Steven, que ya se llenaban de preguntas. Antes de salir del laboratorio, Víctor tendría que borrarle la memoria y tampoco es que se le diera tan bien. Aunque con Layla no había salido mal.

Al pensar en ella cayó en la cuenta de que ayer apenas la había visto por la calle, pero antes de que comenzara a darle vueltas a aquello la sintió. Estaba cerca.

Víctor dio unos pasos hacia la ventana, que tenía las persianas corridas, y separó con los dedos las rendijas de estas para mirar a través de ellas y los vio.

Layla y Cedric paseaban tranquilamente cogidos de la mano sonrientes. La ira creció en el interior de Víctor a la vez que taladraba al joven adinerado con la mirada, sabía que no era más que un paseo pero aun así estaba, ¿celoso? Sí, era eso.

Era extraño, desde su juventud, Víctor solo había sentido celos de alguien en una ocasión y fue sabiendo que estaba enamorado ¿Es que acaso podía ocurrirle otra vez? Pensó en las miradas de él y Layla a lo largo del tiempo, como se habían ido conociendo desde la llegada de Víctor a Stern con catorce años, (había sorprendido a la chiquilla observándolo desde detrás de un árbol, teniendo ella solo doce años). Como a largo de los años le había ido cogiendo cariño, en esa salida el sábado, aquel beso antes de que Yohann los interrumpiera y soltó un suspiro bajo al recordarlo. Ya no había duda, estaba enamorado.

Espero poder hacer las cosas bien, esta vez.” Pensó Víctor y sacó los dedos y las rendijas separadas se volvieron a juntar.


Desde donde estaba, Cedric observó extrañado a una ventana del laboratorio de Stern, por un instante había tenido la sensación de que alguien los observaba a él y a Layla por aquella ventana y, por alguna razón, se había estremecido al sentir aquella mirada.

—¿Pasa algo Cedric? —Layla lo observó preocupada.

—Nada quer…Layla —se corrigió al recordar que hacía poco que ya no podía llamarla así. Maldito Víctor. Había escogido el momento idóneo para empezar a fijarse en ella, justo cuando se iban a casar. Es cierto que el matrimonio era impuesto, pero ellos eran amigos desde la infancia y él la amaba. Si solo Víctor no la hubiera hipnotizado. Porque eso era lo que había hecho el joven Roswell con ella, si bastaba con ver lo embobada que lo miraba ella y como actuaba en su presencia.

Desde la reacción de Layla el sábado, cuando Víctor apareció, Cedric había decidido que si quería conquistarla tenía que cambiar de técnica. Ya no iba a insistir más, al menos aparentemente, sino que iba a aprovechar esa amistad que tenían, y que él había conseguido recuperar el domingo, para acercarse más a ella y enamorarla. Así, la próxima vez, ella no podría negarse a su oferta.

—Por cierto, Layla, ayer no me contaste como te fue el sábado con Víctor —comentó Cedric.

—¡Oh!, es que no me pareció apropiado ¿En serio no le guardas rencor? —dijo Layla.

—En serio —aseguró él con una sonrisa. Era mentira, odiaba a Víctor, pero solo mintiendo podría conseguir el corazón de la chica.


Layla le correspondió la sonrisa y mientras ella comenzaba a contar lo que habían hecho Víctor y ella el sábado, Layla y Cedric pasaron por delante de la escuela superior de económicas de Stern; en donde Simeón, que estudiaba empresariales, aprovechaba unos minutos libres de clases para hablar con su hermano mayor.

—¿Qué has dicho Semil? —Preguntó Simeón a su hermano, muy sorprendido y asustado a la vez. No daba crédito a lo que le acababa de decir. Pero él no vaciló en responderle, firme.

—Lo has oído perfectamente, hermanito. He encontrado al licántropo que impidió que nos oyeran ayer asesinado —Y pasaron a hablar en voz baja.

—¿Asesinado? ¿Pero eso es imposible quién…? —susurró Simeón.

—No lo sé, pero fue la misma persona que nos siguió aquella noche.

—Sí, ya me lo imaginaba, pero ¿Quién?

—Por el olor diría que era tu amigo Víctor.

Simeón miró a su hermano incrédulo a la vez que decía:

—¿Víctor? —Negó con la cabeza —. Eso es imposible, conozco muy bien a Víctor. Él no es… —No siguió, dudando. Desde el día de la cena algo había cambiado en su amigo, estaba seguro de ello. Pero incluso así...

—¿Malvado? Te sorprendería la cantidad de gente que lo es realmente y finge lo contrario —susurró Semil.

—¡Víctor no finge nada! —Insistió Simeón.

—Sí hermanito, finge, esa es su técnica. Así engaña a las personas, se gana su confianza para luego atraparlas y...—siguió Semil, firme en su punto de vista.

—Cállate —le ordenó Simeón, embargado por el miedo.

—Matarlas —remató la frase su hermano.

—¡No! No puede ser. Estás mintiendo —se alteró Simeón.

—¿De verdad crees que yo te mentiría, hermano? ¿Acaso te crees que esto me divierte? —le contestó entonces Semil, herido.

Al oír el tono de su hermano Simeón se sintió culpable, ¿cómo podía él acusar de mentiroso a Semil? Era su hermano y amigo. Nunca le mentiría.

—No, claro que no. Perdona —se disculpó.

—No te preocupes. Es lógico que te pase esto. Te cuesta creer que un amigo tan fiel te haya estado engañando. Pero no te inquietes más, yo estoy aquí y te protegeré —aseguró Semil.

—Gracias ¿Qué debo hacer? —Dijo Simeón, desesperado.

—¿No es evidente? Alejarte de él pero con cuidado. Si sospecha estamos acabados —le recomendó Semil entonces, con tono seguro.

—¿Debo retirarle la invitación de boda?

—No, sería demasiado sospechoso… —El ruido de campanadas los interrumpió. Simeón se apresuró a recoger sus cosas.

—Debo irme, tengo clase ahora mismo —se excusó y se fue. Semil observó como el joven estudiante entraba en el edificio corriendo.

—Ojalá no tuviera que mentirte, hermano. Pero la verdad te horrorizaría —murmuró.



Entonces un olor odioso para Semil se manifestó en el ambiente, había un vampiro cerca. Genial, un vampiro significaba problemas y por su parte ya tenía bastantes.

—Recién llegado de Berlín; sí que estáis desesperados los licántropos —se burló una voz conocida. Semil se giró y dijo siguiéndole la burla:

—Mira quién habla, Yohann ¿Cuántas jóvenes indefensas se te han escapado esta noche? —Más Yohann tenía peor carácter y por ello, en vez de contestar, directamente lo golpeó.

—Eso no es asunto tuyo —replicó con tono seco. Semil escupió un poco de sangre hacia un lado y replicó a Yohann desafiante:

—¿Quieres pelea? Ahora la tendrás —El licántropo intentó golpear a Yohann y este sonrió. “Inconsciente” pensó mientras evitaba con facilidad el golpe y cogía a su contrincante por el cuello.

—Me encantaría pero… —Yohann soltó a un incrédulo Semil y añadió —: No quiero dejar a los licántropos sin su último recurso —Y dicho esto soltó una risita baja y comenzó a alejarse.

—¿Último recurso? Ahora verás —replicó Semil, furioso y temblando, a la vez que se tensaba para atacar a Yohann.

—¡Ya basta! —Una voz autoritaria los interrumpió. Provenía de una mujer alta, de largos cabellos rizos castaños, con flequillo, y atados en una cola de caballo, y ojos marrones. La mujer venía acompañada de dos hombres, posicionados uno a cada lado de ella, como si fueran guardaespaldas.

Nada más sentir la voz el vampiro se giró y, al sorprender a Semil, murmuró:

—Cobarde.

Al oírlo Semil se volvió a tensar ¿Cómo se atrevía ese engreído a insultarlo? Se las estaba buscando.

—¿Cobarde? ¿Cómo osas…? —Replicó Semil e iba a lanzarse sobre Yohann cuando la voz de la mujer volvió a elevarse una octava más de lo normal.

—¿Semil, qué he dicho? —La mujer fulminó a Semil con la mirada, intimidándolo.

—Que ya basta. Perdone ama Ulrika —se disculpó él deteniéndose y se esforzó en controlar sus temblores, aunque no podía dejar de fulminar con la mirada a su contrincante, quién aun por encima parecía divertirse con la situación.

— Vámonos de aquí —rugió Ulrika y ella, sus dos acompañantes, y Semil se fueron.


Al ver que se alejaban, una chica de pelo largo y ondulado castaño y ojos marrones se separó de un grupo de chicos y chicas, en el que estaba, para acercarse a Yohann. Parecía preocupada.

—¿Te encuentras bien cariño? —Preguntó ella al chico, inquieta.

—Tranquila Vevikia, gracias a tus entrenamientos ni siquiera me ha rozado —dijo Yohann y Vevikia, su esposa, sonrió y luego preguntó con tono de reproche:

—¿Por qué haces esto?

—Porque es divertido —contestó Yohann. Vevikia miró a su alrededor y vio como Ulrika reñía a Semil mientras este intentaba disculparse, era tan patético…Vevikia se rió por lo bajo.

—Sí, tienes razón, es divertido. Lo veo y me alegro de estar casada contigo. Me encanta que no manden sobre mí —dijo ella.

—¿No querrás decir que solo estás conmigo porque soy jefe de un aquelarre? —preguntó Yohann.

—No, tonto. Estoy contigo porque te quiero —contestó Vevikia, Yohann sonrió satisfecho y la besó en los labios.

—Hablando de diversión, hace tiempo que no cazamos juntos —sugirió ella, una vez terminado su beso.

—Es que te estaba reservando para atrapar a Víctor y a su princesa —se disculpó Yohann.

—¡Oh! Es todo un detalle pero, no puedo esperar a que un seyen dé pasos en falso. Aunque no sé… ¿Tú crees que la adivina sigue protegiendo a esa pelirroja que estuve a punto de cazar? —dijo Vevikia.

—Seguramente —dedujo Yohann —. Tranquila, amor, te comprendo. Es frustrante que las presas se te escapen —añadió en tono frustrado, ella sonrió.

—Conseguiremos cazarlas a todas —aseguró tranquila, pero mientras tanto ¿Vamos a cazar juntos esta noche? —sugirió.

—Sí, será divertido —aceptó él.

—Genial, gracias. Te echaba de menos —dijo Vevikia, satisfecha. Los dos jóvenes intercambiaron sonrisas de complicidad y regresaron junto al grupo en el que estaba Vevikia, que en realidad no eran más que vampiros y vampiresas de su aquelarre.
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Personajes nuevos

Ulrika: el alfa de los licántropos:
Y vevikia, la esposa de Yohann

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