lunes, 29 de julio de 2019

Seyens: Stern| Capítulo 26 (Actualizado el 08 del 08 del 2019)

Lo sé, lo sé, debía publicar hace siglos, pero entre cambios, baches y más cambios que hice lo fui dejando pasar hasta ayer y el domingo que retomé el Capítulo con templanza y lo perfeccioné lo más que pude. Os dejo el resultado, sigo sin estar del todo contenta de la discusión de Siméon y Víctor, pero al menos es una discusión u.u (en la primera versión del capítulo parecía una estrategia del segundo y esa nunca fue mi intención.). ¡Hasta que nos leamos! :D


26

La oscuridad de aquella noche tan esperada llenaba el ambiente de calma y quietud, pero también de misterio e intriga. Simeón se acercó a la ventana, faltaban apenas unos minutos para que él fuera a buscar a Dianne, para ir a aquella obra de teatro y cuando acabara ésta solo tenía que conseguir que ella se fuera sin él. No es que fuera algo difícil, Dianne llevaba ya un rato agobiándole para saber por qué él y Víctor no se hablaban. No le sorprendería que se las ingeniase para hacerles hablar y no quería hacerlo, aunque ahora, gracias a Ulrika y sus planes, debían intentarlo; lo cual le dolía más ya que desembocase en lo que desembocase la conversación, no sería real…

Suspiró, si solo pudiera retroceder un momento, volver al instante en que empezó a desconfiar de él, cuando vio aquellos ojos negros en su rostro, y eliminarlos de su mente. Fue ahí cuando empezó todo, aunque Víctor nunca lo sabría.

—Hermosa noche, ¿verdad? —La voz de su hermano le indicó que éste se hallaba cerca, Simeón asintió, observando a través de la ventana.

—Luna nueva….—dijo, para luego observar a Semil, preocupado. —Oye…—vaciló, no se había atrevido a decir nada delante de su jefa pero, obviando sus sentimientos personales, había algunos asuntos referentes a esta noche que le preocupaban. —¿Estás seguro de que funcionará? Víctor no es ningún adivino pero es astuto y además puede…ya sabes….—Y ahí ya no tuvo el valor de seguir. La verdad es que tenía miedo, pero nunca lo admitiría ante nadie.

—No te preocupes, hermanito —Lo tranquilizó Semil, sincero. —Estaré cerca y si la situación se pone preocupante, yo mismo te ayudaré a retirarte antes que expongas tu vida en peligro, independientemente de lo que ella opine. Tu seguridad es más importante que el éxito de cualquier plan —le aseguró. Simeón le observó algo sorprendido, pero finalmente sonrió, tocado por el afecto que su hermano le tenía.

—Gracias, bueno voy a buscar a Dianne, debe de estar esperándome —agradeció y se fue hacia la puerta, impaciente.

—Eres consciente de que pronto tendrás que convertirla, ¿verdad? —Insinuó Semil.

—¿Perdona? —Inquirió Simeón, asustado y confuso. Ni se había planteado la posibilidad, ella como licántropo a su lado, ayudándolo a matar… No era una imagen que tuviera compatibilidad con ella, ciertamente no. Su hermano suspiró, acercándose.

—Simeón no pretendo ser brusco, pero debes pensar en ello, ¿comprendes? —Le dijo con un tono calmado, más de recomendación que de exigencia. —Las relaciones de los nuestros con humanos son extrañas y peligrosas, podrías matarla. En un descuido todo puede pasar. En cambio con ella convertida...—Vio como su hermano palidecía y se calló. Lo decía en un tono tranquilo, natural, como si aquel asunto fuese lo habitual y aquello comenzaba a asustar a Simeón. Era de Dianne de quién estaban hablando, no podían ponerse a debatir su muerte o conversión como si fuera algo tan sencillo como cambiarse de camisa. No lo era. Rápidamente retrocedió y partió dando un portazo, huyendo… Sabía que su hermano tenía razón, pero eso no significaba que le gustara.


Mientras tanto, Víctor terminaba de prepararse pensando en lo que Layla y él tenían preparado para poco después, cuando él fuera a buscarla. La obra que iban a ver no era de las mejores, pero por lo visto era bastante buena y además una amiga de Layla actuaba en ella. Víctor procuraba no pensar en aquella casualidad que le traía malos recuerdos, pero a veces era complicado y es que… Alejó la mente de sus recuerdos, ahora no era el mejor momento para pensar en ella, en poco tiempo iba a salir con Layla otra vez. Solo esperaba que ésta fuera mejor que la anterior y que Yohann no apareciese por allá.

Ya preparado, observó la noche por la ventana de su habitación: le sorprendió ver tanta oscuridad y osciló la mirada hacia el cielo, esperando verlo nublado, pero éste estaba completamente despejado, hasta se distinguían las estrellas, pero no a la luna. Fue entonces cuando se dio cuenta que era luna nueva.

Un frío lo recorrió, mientras los recuerdos volvían a él, sin que pudiera hacer nada por detenerlos. Había sido en una noche como ésta cuando su padre fue atacado y….

—Señor Roswell —La voz de Mary lo hizo volver a la realidad y se giró. El semblante de ella mostraba preocupación, ya que no era la última vez que encontraba a su señor así, lejos de la realidad, perdido en el recuerdo de algo doloroso; sobre todo desde que su padre había fallecido. —Su carruaje está listo para partir cuando quiera —anunció.

—Gracias Mary —dijo Víctor y partió a buscar a Layla, procurando no volver a pensar, ni en su padre, ni en su cruel final, pues aquello no servía de nada, ya había pasado y debería olvidarlo.

Fue a buscar a Layla, quién se había arreglado con bastante esmero, solo para él, lo cual le alegró la cara. En el carruaje ésta le habló de su amiga, una muchacha encantadora llamada Emily, de gran talento y vivacidad, tanta que se notaba que estaba hecha para la actuación.

Llegaron al teatro de Stern justo a tiempo, debido a la luna nueva Víctor podía estar con Layla el tiempo que quisiera, sin tener que ocultarse en ningún momento, ni buscar alguna excusa para llevarla al interior. Al salir del carruaje, Víctor observó la noche, esta era tranquila e intrigante, entonces un escalofrió lo recorrió. Miró a su alrededor un instante y decidió adentrarse rápido al interior del teatro con Layla, si había algún peligro estarían más seguros dentro, donde debido al público nadie podría atacarlos.

Se acomodaron en los asientos que tenían reservados, Layla recorrió la sala con la mirada hasta que localizó a Dianne y la saludó alegre. Dianne le devolvió el saludo enseguida, pero Simeón debía de andar un poco sumergido en su mundo porque no dio señales de haberlos visto, a ninguno de los dos.

La función comenzó enseguida.

—Es ella —dijo Layla, señalando a una muchacha de pelo largo negro y atado en un peinado acorde con su actuación, que acababa de salir al escenario. Víctor la observó, agradeciendo por un momento que no se pareciera a cierta muchacha que había conocido en su juventud, de cabellos largos y rubios y ojos azules profundos. Más al ver sus gestos, su expresión, sus movimientos acompasados a aquel largo vestido blanco, tan idéntico al de ella, al de Vanessa. No pudo evitar visualizarla:

Llevaba su pelo rubio atado en una especie de moño complicado y antiguo, inicialmente a Víctor le había parecido un soplo de luz. Estaba llena de una aura especial, una vivacidad oculta e hipnótica. Y, por un momento el chico, por aquel entonces de dieciséis años, tuvo celos de aquel caballero que compartía escenario con ella. Aunque fuera parte de la obra. Ansiaba tomar su lugar, cortejarla, tenerla entre sus brazos... Pero no como parte de ninguna actuación, sino de verdad.


—¿Lo hace bien, verdad? —preguntó Layla y, por un momento, Víctor volvió a la realidad, donde no era Vanessa quién estaba sobre el escenario, sino una desconocida amiga de Layla, recitando un monólogo conmovedor. Asintió.

— Sí —dijo entonces. Layla frunció el ceño al notar su tono ausente, ¿era ella o Víctor ni siquiera estaba atendiendo? Al darse cuenta de su mirada, Víctor centró su total atención en el escenario, procurando no volver a abstraerse. Ahora mismo lo último que deseaba era que Layla le hiciera preguntas a las que no deseaba responder.

Acabada la obra, la gente comenzó a salir y Layla se dirigió a las gradas del escenario, arrastrando al chico tras ella. Tenía que felicitar a Emily, lo había hecho muy bien, además ella no sabía que iba a venir a verla y quería darle una sorpresa.

Llevado por ella, Víctor no pudo más que sonreír reconociendo que la impulsividad, vivacidad y alegría de Layla le encantaba. Contrastaba de una manera única con el carácter tranquilo y prudente de él, llenando su vida de luz y alegría, pues Layla siempre había tenido talento para ver lo bueno y alegre de la vida y contagiarlo a su alrededor.

Cuando, después de abrirse paso en medio de la gente que salía, Víctor y Layla llegaron a junto de Emily; ésta acababa de salir, y abrió los ojos de sorpresa y alegría al ver a Layla.

—¡Layla has venido! —Abrazó a la joven y luego se fijó en Víctor, quién había soltado a su lanzada novia y la observaba con una sonrisa alegre en los labios. —Al final lo has conseguido, ¿eh? —Le dijo pícara en voz baja —. Te dije que con el tiempo lo lograrías —susurró.

—Sí, aún me cuesta creerlo —le contestó Layla, en el mismo tono, y se separaron. —Creo que no hace falta que os presente —dijo después, en una voz menos baja. Emily se río.

—No, está claro que él es Víctor —miró hacia él, segura de sí misma y añadió  :—¿O me equivoco?

—Para nada, Emily. Encantado de conocerte —le contestó él, educadamente, mientras comenzaban a caminar hacia el exterior del recinto.

Para cuando llegaron afuera la mayor parte de la gente se estaba yendo, o ya se había ido. Pero Emily aún no quería irse, llevaba mucho tiempo sin ver a Layla y deseaba quedarse, pero tampoco quería molestar a la pareja. Poco después de salir, un escalofrió intenso recorrió a Víctor y supo que si no lograba que Layla se marchase pronto; sería demasiado tarde para ella.

Emily que era muy observadora se fijó en que Víctor estaba un poco tenso, aquello hizo que detuviese una amigable charla que había empezado con Layla. No estaba segura de lo que ocurría, pero la actitud de Víctor no podía significar nada bueno.

—¿Qué pasa, Emily? —preguntó Layla, sin ser consciente de nada.

—Nada, es solo que es tarde y ya debería volver a casa ¿Me acompañas? —contestó Emily.

—Claro, la verdad es que estoy un poco cansada, ¿Víctor, te vienes? —dijo Layla; sin embargo Víctor, aunque estuviera encantado con irse con ellas, no podía hacerlo. La amenaza que parecía cernerse sobre ellos podría perseguirlos a carretera abierta, peligrando así la vida de ellos y otros humanos inocentes que podrían encontrarse tras el camino. Debía hacer frente a la amenaza y vencerla, solo así los libraría, a él y a Layla, por ello dijo.

—No, gracias, me quedaré un poco más a respirar el aire puro y luego iré a casa ¿No te importa mi amor?

—Claro que no. —Layla se acercó a él y le dio un tierno beso de despedida que Víctor correspondió.

—Ten cuidado —le dijo. —Y… ¿Mañana nos vemos?—Tanteó la joven, inquieta y suplicante. Víctor le dio otro beso, en esta ocasión más corto.

—Mañana y cuando desees mi amor —Le susurró y Layla se estremeció, separándose de él a regañadientes, y, animada por Emily, subió a una carroza con ésta y partieron.


Al verlas irse, Víctor soltó un suspiro de alivio, al menos ellas estarían bien. Concentrándose en la sensación de peligro que había surgido en él, se puso a recorrer la zona con los ojos buscando lo que provocaba que todo su cuerpo estuviera en tensión. Sin embargo, antes de que pudiera identificarlo, alguien lo interrumpió.

—¡Víctor! —la exclamación sorpresiva de Simeón hizo que se girara, repentinamente aliviado por lo familiar que era su tono en estos momentos, sin hostilidades de ningún tipo. —¿Qué haces aquí?

—¡Simeón! Me has asustado —le confesó Víctor, suspirando, el otro chico se rió. —Tomando el aire, supongo. —Se encogió de hombros, procurando convencerse de que el peligro que había sentido anteriormente había sido una ilusión. —¿Y tú qué? Quiero decir que ya sé que vinimos al mismo teatro, tu novia nos invitó a Layla y a mí pero, ¿no deberías estar ya con ella en casa? ¿Celebrando lo exitosa que ha sido esta noche y las que quedan por venir en unos días? Sobre todo después de la boda… —Vio como Simeón hacía una mueca y dejaba hundir sus hombros en señal de desaliento, melancólico. —¿Qué pasa?

—Dianne y yo hemos discutido —informó Simeón, con indiferencia, era algo que se veía venir desde que era licántropo. Había comenzado a ocultarle cosas y a la chica ciertamente no le gustaban los secretos, pero que hasta esa noche que había hablado con su hermano no se había planteado no arreglarlo. Dejarlo correr… Quería a Dianne, mucho, lo suficiente para no condenarla a la eternidad, obligándola a convertirse en licántropo. Era la vida que él había elegido pero no la de ella y lo había aceptado, a pesar de ni siquiera haberla consultado. —Dudo mucho que volvamos a estar juntos —admitió en voz baja. Víctor intentó posar una mano sobre su hombro, pero la retiró enseguida. Había algo extraño en él, esa aura, ese calor... ¡Siméon era un licántropo!

—Siméon...—articuló apretando los puños, el aludido desvió la mirada hacía él, suspirando. —Como puedes...—Pero el otro chico rodó los ojos y lo miró crítico.

—No empieces a juzgarme, ¿quieres? No sabes nada —lo interrumpió, Víctor lo fulminó con la mirada sintiendo como el dolor de la traición recorría su cuerpo. No podía creer que él, el que hasta hace apenas unas semanas había considerado como uno de sus mejores amigos, se hubiera dejado convertir en uno de aquellos seres que habían matado a su padre.

—Claro que sé, Simeón. Sé que eres frágil, tu hermano te manipula y tu lo dejas hacer ¿Cómo puedes ser licántropo? ¿Eres acaso consciente de que esos monstruos mataron a mi padre? —Lo soltó todo de corrido, haciendo que Siméon enmudeciera de repente.

—Yo no...—articuló de repente tragando seco, su hermano no le había relevado nada de aquello. Terminó por sacudir la cabeza y su postura se volvió más defensiva ¿Qué importaba aquello? ¿Acaso pretendía hacerle sentir culpable por algo de lo que no era responsable?

—¡¿Y qué?! —Replicó agriamente. —¿Intentas acusarme acaso? ¿A mi hermano? ¡No empieces a ser como Gerard tu también! —Acusó. —Mi hermano no me manipula, ésta decisión la he tomado yo y no puedes decir nada al respecto. —Desde que se conocían Gerard siempre había tenido esa maldita costumbre, acusarlo de frágil, odiando a su hermano por no ser buena persona, tener antecedentes y haber terminado encerrado tiempo atrás. Pero él no era quién para juzgar a los demás, ni él ni nadie.

Víctor negó con la cabeza.

—Solo intento que pienses por ti mismo, Sim. Tu hermano debió contártelo. Dejarte ver las dos caras de la moneda, el bien y el mal, no solo llenarte de rencor contra mí ¿Es que acaso no lo ves?  —le explicó, intentando no ceder al fácil enfado del rubio.

—¿Ver qué Víctor? Él no me llenó de nada, me contó la verdad. Algo que tú ni te molestaste en hacer, por cierto —Volvió a acusar, enfadado. Víctor no comprendía nada, él no había hecho nada malo. Solo ocultado su secreto, por el bien de todos, y aquello no era malvado.

—¡¿Qué verdad?, ¿la qué te contó él?! ¿Dejaste a Dianne por eso acaso? Aunque ahora que lo pienso, enhorabuena, mejor eso a qué la termines matando —culminó sarcástico. Simeón palideció, luego su cuerpo comenzó a temblar y negó con la cabeza.

—No puedes hablar en serio —dijo, procurando serenarse —. Yo nunca le haría daño. —Pero perdió los papeles cuando Víctor replicó.

—La bestia en ti sí. —Fue todo muy rápido, una simple negación y una transformación, Simeón se convirtió en un sorprendente y ágil lobo de pelaje color arena y lo atacó. Víctor enseguida sacó su arma se protegió. Podía oír al chico desesperado gritándole en su mente que se callara y ciertamente fue aquello que le convenció de no atacar. Siméon no era su enemigo, solo un chiquillo confundido. No le interesaba pelear contra él. Retrocedió.

El lobo rugió fiero y lo embistió, Víctor volvió a retroceder, planeando irse. Cuando dos lobos surgieron de entre las sombras y se lanzaron contra él.

Alcanzó apenas a oír algo antes de caer herido, un susurro desolado antes de que Simeón desapareciera de su vista y otros licántropos lo rodearan, un “lo siento”…

Intentó levantarse, contestarle, pero estaba demasiado herido. Sus atacantes le habían clavado las garras con tan intensidad y certeza que no paraba de sangrar, debilitándose así por momentos. Con gran esfuerzo consiguió lanzarse hacia uno de los lobos para atacarlo y matarlo, pero entonces la pérdida de sangre lo afectó de tal modo que le hizo tambalearse y caer.

Justo antes de perder la consciencia pudo vislumbrar que una chica joven y alada, de largos cabellos rizos y anaranjados con flequillo, aterrizaba en el lugar…

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