miércoles, 6 de febrero de 2013

Seyens: Stern| Capitulo 2 (Última edición: el 19 de julio de 2019)

2


Al día siguiente Anne se despertó y se tomó un desayuno rápido, antes de ir a trabajar en el campo. Ella era campesina y vivía de lo que cultivaba. Cogió los utensilios necesarios y salió afuera.

En Stern era temporada de recogida de uvas y en el campo ya había varios campesinos recogiéndolas, entre otros menesteres. Anne recorrió la zona con la vista y localizó a una chica conocida. Marina, su mejor amiga. Morena y de estatura media, era una chica agradable y sencilla con la mente muy abierta. Anne y ella se conocían desde que eran niñas y siempre se habían llevado bien.

Tenían muchas cosas en común y a ella también le caía bien Jaymie.

Por ello Anne se animó a situarse a su lado y enseguida se puso a trabajar. Al darse cuenta de que estaba acompañada, Marina levantó la vista y le sonrió.

—Me alegro de que estés mejor —dijo. Anne le devolvió la sonrisa y le dio las gracias. Sin embargo, poco después oyó algo extraño por parte de la joven.

Lo que es una lástima es lo de Jaymie. Me hubiera gustado verlas de nuevo trabajando juntas y en armonía.” Y es que aunque la voz pertenecía claramente a Marina, la chica no había abierto la boca.

—Perdona, ¿qué has dicho? —Preguntó Anne, extrañada. Marina la miró sorprendida, ¿Acaso la había oído pensar...? No, no podía ser. Era imposible.

—Nada, estaba pensando en mis cosas —contestó, con el tono más tranquilo que pudo adoptar. Lo que hizo que Anne se sorprendiera aún más. Si era cierto que estaba pensando ¿Cómo es que la había oído? Era imposible, seguramente se lo había imaginado. Por lo que siguió con sus tareas hasta que vino el momento de ir a su casa. Entonces recogió lo suyo, se despidió de Marina y se aprestó a volver a su hogar.


Sin embargo, por el camino volvió a escuchar cosas extrañas. Voces de personas que estaban en silencio. Opiniones, críticas, protestas, ... Cosas que la gente nunca se hubiera atrevido a revelar en voz alta. Fue entonces cuando se dio cuenta de que realmente se trataba de pensamientos. Pero, ¿qué le estaba pasando?

Ahora mismo no podía averiguarlo, pues la gente se alertaría y con razón. Decidió acabar su camino hasta casa y una vez allí y en silencio se puso a reflexionar sobre ello.

Desde luego no era normal. Oír los pensamientos de alguien, era algo imposible para ella, y solo había dos modos de explicarlo. Que hubiera enloquecido o, en el caso más sorprendente, cambiado. Volviéndose lo más parecido a lo que era Jaymie. Aunque... ¿Por qué ella?

Según ella recordaba Jaymie, al igual que todos los seyens, poseía ciertos poderes mentales como leer la mente o crear ilusiones para confundir sus enemigos. Y ahora resultaba que Anne también, ¿significaba entonces que se estaba convirtiendo en Seyen? ¿Era posible?

Si realmente lo estaba haciendo pronto tendría los mismos poderes que ellos. Que eran, además de los ya mencionados, “lanzar” algunas cosas con la mente, borrar la memoria y crear ilusiones de dolor. También tendría sus cualidades, es decir, mayor rapidez y agilidad y la capacidad de volar, gracias a unas alas etéreas que creaba en caso de necesidad. Además de la protección de la luz de la luna que conferiría a su piel un brillo hipnotizador, que permite absorber la energía de cualquier criatura maléfica, al menor contacto.

Con todos esos poderes y cualidades podría luchar por cambiar las cosas. Proteger a la gente de los verdaderos asesinos de la noche y destruirlos. Además de protegerse a sí misma. Sería genial.

Pero, ¿de verdad sería tan sencillo? ¿Se solucionaría todo con salir a la calle de noche y salvar a la gente?

No… Seguramente no. Allí afuera había peligros que ella difícilmente podría imaginar. No podía simplemente salir y confiar en vencer, sin ni siquiera saber como defenderse del mal. Pero, entonces, ¿qué debía hacer? Fue entonces cuando recordó como luchaban los seyens. Estos poseían una energía que transmitida al tipo de arma adecuado les permitía penetrar y lastimar la piel de sus enemigos. Solo las armas reforzadas con esa energía podían conseguir ese efecto; por ello únicamente los seyens podían enfrentarse a las criaturas maléficas que amenazaban a la humanidad.

Entonces eso era lo que tenía que conseguir: armas. Algo difícil de buscar ahora, la gente sospecharía pero quizás de noche podría encontrar lo que le interesara. En ese momento no habría mucha gente en las calles y podría pasar más desapercibida. Sí, era lo mejor.

Anne decidió que a la noche miraría a ver donde podría encontrar armas o cualquier cosa que le permitiría defenderse.


El tiempo fue pasando, mientras ella organizaba sus cosas, comía e intentaba practicar sus nuevos poderes. Aunque era difícil hacerlo sola. Poco a poco fue cayendo la tarde y después la noche. Cuando esta estuvo en su punto más oscuro Anne se animó a salir de su casa.

Al poner los pies fuera, Anne pudo ver como su piel brillaba a la luz de la luna. Era algo notorio pero no le disgustaba. La noche se veía fría, oscura y un poco húmeda. Normalmente, a estas horas, ella ya estaría durmiendo. Sin embargo, en aquellos instantes, había algo que la impedía conciliar el sueño. Su nueva identidad de Seyen y con ello un cometido: proteger a la ciudad. Aunque, ciertamente, no sabía cómo hacerlo, solo los pasos iniciales que debía dar para conseguirlo. El primero de ellos, conseguir un arma.

Algo le decía que no era allí donde debía conseguirla, ni siquiera en las cercanías. No, lo que ella necesitaba se hallaba lejos y si quería llegar hasta allí, para que luego le sobrase noche para aprender a manejarla, debía volar.

Comenzó a caminar en la noche hasta que llegó a una zona en donde había un precipicio y pensó en tirarse por allí. No es que necesitara ver si volaba porque seguramente lo hacía era que dudaba de que ella pudiera elevarse así como así, por magia divina, o lo que poseyera ella, ahora que era Seyen. Así que era mejor tirarse y esperar que las alas apareciesen para salvarla de la caída. Jaymie le había mencionado algo parecido en algún momento, aunque ciertamente no lo recordaba bien.

Sin mirar hacia abajo Anne se tiró por el precipicio, por unos instantes la adrenalina le subió y también el miedo, casi se imaginaba abajo estrellada pero entonces sucedió.

Unas alas blancas y resplandecientes aparecieron en su espalda y Anne comenzó a flotar. En cuanto se dio cuenta miró alrededor y, decidida, se impulsó y voló. No tardó mucho en darse cuenta de que volaba a una velocidad sorprendente, mejor, eso la ayudaría a llegar rápido a su destino.

Guiada por su instinto, (que parecía muy espabilado ahora que era Seyen) Anne pasó de una parte a otra de la ciudad en muy poco tiempo y, por curiosidad, decidió explorar la zona rica...

Miró con curiosidad y deseo unas casas bien decoradas y pintadas, sintiendo envidia de aquella gente a la que le iba tan bien todo, hasta que pasó por delante de una vitrina y algo la hizo detenerse. Allí, expuestas había, entre otras armas antiguas, una espada y un escudo pequeño que le llamaron la atención enseguida. Parecían armas bastante fáciles de manejar y eficaces. Pero no solo era eso, había algo en ellas que la atraía, era como si en algún momento estuviese destinada a poseerlas. Incluso aunque no sepa como manejarlas.

Bueno, ya aprendería, el caso es que las necesitaba.

Aterrizó de pie en el suelo y las alas desaparecieron. Ella, extrañada, miró a su espalda pero no le dio mucha importancia, pues sabía que no las había perdido ni mucho menos, reaparecerían en cuanto las necesitase. No sabía cómo abrir la puerta ni le importaba porque, en realidad, ella planeaba romper el cristal y coger lo que necesitaba. Miró alrededor y al ver que no había nadie más que ella allí cogió unas piedras y las tiró contra el cristal. No sintió remordimientos al hacerlo ya que con su humilde situación no era la última vez que se veía obligada a robar para subsistir.

En cuanto el cristal estuvo lo suficientemente roto para que ella pudiera coger las armas, se acercó a la tienda para introducirse en ella pero por un instante su brazo rozó contra el cristal y sangró formando una pequeña herida que se curaba a una velocidad impresionante. Apenas le dedicó una mirada a ese detalle y cogió las armas. En cuanto las tocó sintió una especie de conexión con ellas y una energía las recorrió rejuveneciéndolas por completo. Ahora podría usarlas sin ningún problema. Con la espada en una mano y el escudo en otro abandonó la tienda, no sin mirar un instante atrás, antes de partir.

El estropicio que había dejado era difícil de esconder, pero eso no importaba. Un cristal roto a pedradas sería calificado como acto de vándalos, (algo que no iba mucho con ella), y en cuanto a las armas nadie iba a darle importancia. Al fin y al cabo, esas cosas ya no se usaban.

Decidida a partir, Anne pensó en las alas y en elevarse con ellas y, sorprendentemente, lo hizo. Parecía que al final todo se podía controlar después de todo.


Fue entonces cuando se cercioró de que aún no sabía muy bien qué hacer con los poderes… Cómo controlarlos bien… Ante la imposibilidad de encontrar una solución inmediata decidió dejarlo estar por ahora, ya lo meditaría más adelante. Una vez elevada, partió volando por el cielo nocturno.

Buscó un lugar en donde no hubiera nadie que la viera y cuando lo encontró se posó tranquilamente. Observó las armas, y, obedeciendo a un impulso más instintivo que racional, cogió la espada por el mango con la mano derecha y el escudo con la izquierda.

Por suerte había escogido unas armas de fácil manejo, o eso le pareció a ella cuando empezó a practicar con la espada. Aparte había algo especial que le permitía manejarlas, lo mismo que la había motivado a cogerlas. Era como si esa espada y ese escudo estuviesen destinados a ella desde siempre. Sí, por eso no había dudado en robarlas en la tienda. Eran justo las armas que necesitaba para triunfar y proteger a los humanos.

Animada ante el hecho, Anne estuvo practicando hasta que irremediablemente se cansó y no tuvo más remedio que volver a su casa.

Una vez allá, Anne escondió las armas en donde solo ella pudiera encontrarlas y se fue a la cama. A la noche siguiente empezaría a defender la ciudad.

No sabía lo que le esperaba, pero se sentía preparada.

2 comentarios:

  1. Me gusta, si señor ahora está mucho mejor sin las comillas. Muy buenas las descripciones, a ver cómo le va ser seyen... no será tan fácil como piensa ella.

    Sigue cuando quieras y hasta otro ratito ^^

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