Este es un elemento tanto nuevo como viejo en la trama, pues aunque ya tenía prevista la participación de Samuel en la historia, este iba a aparecer en torno al segundo o tercer libro. Sin embargo, revisando la historia en su día advertí que, tanto de conservar la edad de Siméon, como de cambiarla, como terminé haciendo en su día por toda la trama de los relatos, existía la posibilidad de que lo tenía previsto sucediera antes y decidí aprovecharla un poco :). Además, me permite no solo brindar más datos sobre el pasado y su conexión con el presente, sino también retomar la trama del ya olvidado Capítulo 20 en el que Candel dio a entender que sabía cosas sobre las habilidades y el padre de Víctor que nuestro protagonista desconoce. Disfrútenlo. :D
34
Y es que Víctor no conocía lo suficiente a sus enemigos, por eso confiaba en aquel baile que organizaba Raymond, el próximo sábado. Aquellos eventos, bailes, fiestas, y otras celebraciones “organizadas” podían llegar a ser muy especiales para las criaturas sobrenaturales, o al menos eso le había desvelado su padre.
—Es el joven Larreina —informó ella, inquieta. —Habitualmente no lo dejaría pasar sin su consentimiento. Pero dada la hora que es he pensado que tal vez esté aquí por algo importante e hice una excepción. Está en el salón. —Nada más escuchar el apellido de Samuel, Víctor se preocupó. Si ya era extraño que el chico lo fuera a visitar (habitualmente ocurría al revés) a estas horas…
Y, tras cerrar la puerta con su correspondiente llave, subió las escaleras con algo más de prisa que de costumbre. Si había algo que tenía claro de su amigo desde que este era médico era que sus horarios eran todo menos permisivos, razón por la cual era muy difícil quedar con él. Trabajaba en un ritmo casi constante de lunes a sábado, tanto de mañana como de tarde, y, a veces, incluso el domingo.
—Samuel, ¿qué haces aquí? ¿No deberías estar trabajando? —Dijo levemente alarmado, nada más llegar a la sala en donde se hallaba el chico pelirrojo, tendido en el sofá, dibujando con un lápiz negro. Lucía cansado. —¿Estás bien?
—Sí, pero he tenido que pedir unas horas libres, dado que esta noche he sido casi incapaz de dormir. Probablemente me repercuta en el sueldo, pero en fin... —Samuel se encogió de hombros, pasándole el cuaderno sin añadir más palabras, por alguna razón llevaba la palabra culpa escrita en su rostro.
—Y sin embargo no estás descansando —le reprochó Víctor, no muy contento con aquella actitud, ya no la soportaba de Gerard, no dado lo peligroso que era que su mejor amigo saliese cada vez más tarde del cuartel, como para que otra persona de su círculo actuase igual o peor. —Qué es lo que... —Se interrumpió nada más distinguir la imagen que le estaba mostrando, aquellas heridas... —Samuel, ¿esa es tu madre?
—Creo que mi padre está por ahí también —explicó, ausente. Víctor asintió, buscándolo. Era cierto, los progenitores de Samuel habían muerto en un asalto hace ya muchos años; razón por la cual su amigo era tan retraído como tímido. Había sido obligado a aceptar la soledad a una edad en la que ésta simplemente no debería existir y aunque fue adoptado por los Larreina, justo un año después, eso no quitaba la herida. Menos la falta de integración que había sentido desde entonces…
"¿Qué intentas decirme Samuel?" Pensó, delineando al joven cuyo parecido con Samuel a los dieciocho años era tal que casi dolía. En cierto modo, no le sorprendía, su padre ya le había explicado en su día que muchos asaltos, accidentes y otro tipo de asesinatos brutales tenían la firma de alguna criatura sobrenatural. Y según Samuel la forma en que perdió a sus progenitores era tal que apenas lo recordaba. Era cosa de correlacionar ambos factores. Pero aun así…
—Si te soy sincero todavía no sé cómo explicarte esto, Víctor. —Habló Samuel elevando la mirada al techo —. Las imágenes que me atormentan desde el momento en que fui capaz de recordarlos… —se estremeció, acariciándose la mano izquierda, primero con suavidad y luego cada vez más rápido. —Hacen parte del tipo de cosas que solía tratar con Siméon hasta que dejó de frecuentarme, no mucho después de la llegada de su hermano. No porque las crea sino porque ya lo conoces, siempre ha tenido una excelente imaginación. —Sonrió y Víctor pareció que también, recordaba eso de su amigo, las ocurrencias que tenía eran tan épicas que no podía evitar sucumbir a ellas, mostrando esa faceta traviesa y rebelde que surgió en él desde el momento en que se conocieron hasta el día en que su padre murió. —¿Qué os ha pasado, por cierto?
—Yo… No lo sé. —Víctor hizo una mueca nada más escuchar aquel tono suave que utilizaba Samuel, a veces, el mismo que había recuperado cuando Gerard y él se reconciliaron, aunque no de la forma en que hubiera querido él.
Pensó, su rostro embargado por la culpabilidad y Samuel, al verlo, soltó un suspiro, rabioso, y se levantó. Él, al igual que Gerard, no soportaba los secretos, no desde que ese mismo había tenido el valor de romperle el corazón por culpa de uno de ellos. Obviamente, lo había perdonado, pero eso no quitaba que de haberse sincerado el chico entonces él no habría sufrido tanto.
—Víctor, escúchame —le exigió, poniéndose frente a él, casi autoritario. —En otras circunstancias no me importaría que no me dijeseis nada. Pero date cuenta de que estoy metido en esto desde el mismo momento en que le dije a Simeón que mis padres tenían los ojos grises así que podrías explicarme qué significa ¡por favor! —Suplicó y entonces Víctor se dio cuenta.
—Dos seyens —Susurró tan perplejo como asustado. Aquella era una de las respuestas a las constantes preguntas que hacía él a su padre desde el momento en que supo de sus orígenes, ¿cómo funcionaba?, ¿podían hacerlo todos?, ¿qué significaba? Y así de seguido. —¿Por qué mi padre no te dijo nada? —Samuel parpadeó observándolo fijamente, en su rostro se entremezclaban la confusión e incredulidad de su interior. Seguidamente soltó un suspiro, aliviado, bueno, al menos no estaba loco.
—Creo que algo sí que me intentó decir hace tiempo —explicó, alejándose de él, pensativo y se asomó a la ventana, sus ojos se cerraban y abrían de forma bastante intermitente mientras hablaba. —No mucho después de que Siméon y tú compartierais aquellas historias que nos unieron como amigos, él habló conmigo y me dijo que de todos tus amigos yo era el más especial y me preguntó sobre mis verdaderos padres. Pero cuando pronuncié el nombre de mi madre, no sé por qué, palideció —confesó, recordaba a la perfección aquel día, la sonrisa tonta que albergaban sus labios después de hablar con Gerard se le había borrado al momento de comprender lo que significaba su promesa. Replegar sus sentimientos... Olvidarlo. Se le hacía impensable. Pero estaba dispuesto a cualquier cosa con tal de que él fuese feliz.
—Eso es imposible —respondió Víctor, nada más confirmar las palabras de su amigo en su mente. —Mi padre es la persona más valiente que conozco. No es posible que reaccione así por un simple nombre. —Era cierto, incluso el día en que lo atacaron, su padre, nunca, jamás, abandonó aquella expresión determinada que adornaba su rostro, la misma con la que les dijo que huyesen, sin siquiera darles ocasión de replicar.
—Deberías descansar —Le dijo Víctor, plácidamente. Ahora que lo veía de cerca no había duda de lo que era en realidad, los hijos de dos seyens eran simple y llanamente frágiles. Pues aunque nacían con la misma constitución y hasta energía que los humanos estaban marcados desde el mismo día en que nacieron. Samuel negó con la cabeza.
—Cuando lo entienda —dijo simplemente con una sonrisa suave. Y Víctor, a pesar de su miedo, asintió, ahora mismo no era momento de pensar en eso. No dado que la única persona que podía responderle era uno de sus enemigos. —Aquel día tu padre me preguntó otra cosa nada más reponerse y era si tenía alguna habilidad, algo que solo yo pudiera hacer, pero como apenas podía recordar le dije que no. Y zanjamos la conversación en que en el momento en que lo hiciese lo hablase con él. Por eso os presioné tanto a ti como a Siméon para que siguierais contando las historias, a pesar del miedo que me daban. Eran la única pista que tenía. Pero entonces él murió y tanto tú como él parecíais tener un acuerdo tácito de no mencionarlas jamás. Así que lo dejé estar. Estaba aterrado, Víctor, fuera lo que fuera que se escondía tras la muerte de mis padres, era suficiente para significar dolor, terror y calamidad. Y ya me conoces. Nunca fui el más valiente del grupo. —Víctor río.
—No, ese era Dave —Respondió pensando en su vecino y mejor amigo. Aquella era una de las cualidades por las cuales él tanto lo apreciaba, su coraje al enfrentar no solo a la gente como Yohann, sino también los prejuicios y normas que lo marcaron desde su mismo nacimiento hasta convertirse en lo que era ahora. —Qué pasó después, Sam... ¿Cómo recordaste? —Preguntó, lleno de curiosidad, aquello lo intrigaba. Samuel vaciló, volviendo a mostrar aquella extraña expresión de culpabilidad que Víctor no entendía. Por su rostro era obvio que lo que entendía y nada era lo mismo, entonces, ¿por qué se sentía tan culpable?
—Siméon —dijo simplemente, firme —. Y las muertes, en cierto modo, dijo que eran la clave y así empezamos, debatiendo, analizando y deduciendo a nuestro peculiar modo hasta el día en que le dije aquello y él dijo que le preguntaría a su hermano lo que significaba. Pero nunca me respondió... —Víctor asintió, recordando la actitud de Siméon desde el momento en que le vio los ojos el día de la cena. Sí, definitivamente, su hermano lo había concienciado, al fin y al cabo, aunque un humano advirtiese el cambio de color de ojos de un seyen, era imposible que sospechase de él. —Víctor, ¿me puedes decir qué está pasando? ¿por qué la gente muere? ¿Y por qué Siméon...? Actúa como si fuese peligroso.
—Si te soy sincero lo último que quería era que alguno de vosotros se viese envuelto en esto. Y menos tú, que eres el más sensible de todos. —Samuel volvió a sonreír dulcemente, mostrando esa actitud dócil que él y Gerard habían compartido de adolescentes. Antes de madurar y destrozarse mutuamente de una forma que él no comprendería del todo hasta conocer a Vanessa. E incluso así muchas veces se le escapaba como habían terminado de la forma en que lo hicieron.
»—Es por eso que no dije nada —confesó, recordando la discusión con Siméon, la forma en que lo increpó y después… Gerard, la forma en que lo interrogó ayer era algo que nunca se había esperado de él. Definitivamente su mejor amigo estaba demasiado metido en el caso. Pero hacerlo renunciar parecía imposible para él. —Pero dado que es muy probable que te conviertas en el momento en que despiertes tus habilidades, tanto si lo hiciste de niño, como si no, me temo que no tengo más remedio. Esto… Tú, yo y Anne, incluso, aunque ella lo tiene más fácil. Es tan malo como bueno, pues aunque tenemos el poder suficiente para terminar con todo. Salvarlos. —Vio una luz de esperanza en su mirada, la misma a la que se aferraba él cuando sentía que todo caía. —Él hacerlo implica sacrificar nuestras vidas tal y como las conocemos. Y a la vez el simple acto de cambiar nos hace correr peligro así que no tenemos elección. —El chico mostró una sonrisa amarga.
—Sí, ya, una condena. Algo así deduje nada más correlacionarlo todo —respondió. Víctor asintió, por fortuna, Samuel, al igual que Gerard, tenía una muy buena intuición. Explicarle sería sencillo. —Te ayudaré, ¿sí? Y no conozco a la chica pero creo que también. —Otro asentimiento, mientras recordaba a la chica pelirroja. Era ella quién le había pedido ir al baile, no él. —¿Cómo funciona? ¿Qué se supone que debo hacer?
—Por ahora ayudarme a tejer un plan —decidió al momento, más firme que nunca. Pensándolo en frío Samuel sí que podía ayudarle en algo. Otra cosa es que lo consiguiese. —Necesito algo, una baza imprevisible que lo rompa todo en un segundo. Pero no sé el qué. —Y rápidamente empezó a explicarle todo lo que no entendía, tal y cómo había hecho con Anne, entonces, y más. Entendía que aquello iba a ser difícil, romper la frágil burbuja en la que estaba envuelto el chico pelirrojo con secretos que lo destrozarían era tan impensable como lo había sido mentirle a Gerard. Pero, al igual que ayer, no había tenido elección.
—Supongo que reconciliarte con Siméon está descartado —Fue la única respuesta que obtuvo de Samuel una vez él comprendió todo. Víctor hizo una mueca, definitivamente su amigo era demasiado inocente, ¿o no?
—Siméon, ¿por qué él? —dijo enseguida, no podía pensar en él. La única persona, además de Vanessa, por la cual no había dudado en desafiar las normas impuestas. Cuando su padre supo que había contado las historias se enfadó tanto… Le dijo que era peligroso y él, aunque lo sabía, no veía el punto de su rabia. La ciudad estaba en calma y sus amigos no le creían. Y eso sin contar el hecho de que Simeón también las conocía, o al menos parte de ellas...
—Porque Siméon —explicó —. Es la clásica definición de imprevisible. Nunca sabes cómo va a actuar. —Víctor río, era cierto, el día en que se conocieron nunca se imaginó encontrarle en su casa, apenas dos días después exigiéndole una amistad como pago por presentarle a quién se convirtió en su primer amor con dieciséis años. Había pasado tanto tiempo desde entonces…
Quizás en el baile consiguiese algo. No sabía cómo pero lo haría. Sí, hablaría con él y buscaría un modo de arreglarlo todo. Tampoco podía ser tan difícil.
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