lunes, 26 de agosto de 2019

Seyens: Stern| Capítulo 33

Si supierais lo que me ha costado escribir esto, planearlo. He tenido que añadir muchas cosas, sobre todo en referente al pasado, lo que ocurrió hace cinco años. Y es que esa fue una de las cosas que advertí según iba releyendo la historia, había varios datos dudosos, fantasías casi inexplicables e, incluso, habilidades sorpresa que aparecían porque sí (y no, no me refiero al don de Víctor, este tiene un motivo que, por cierto, ya había medio insinuado en el Capítulo 20, para luego olvidarlo xD) además del dato de las subtramas. Llegando a haber momentos donde (spoiler), en vez de aprovechar los personajes que ya tenía, como por ejemplo, los amigos de Víctor, me inventaba otro tipo de personajes e historias extra que no tenían nada que ver. (Fin spoiler) Debido a ello es muy posible que deba modificar los Capítulos e, incluso, añadir más, llegando a cambiar la historia con datos mejor pulidos, o, incluso, nuevos, como, por ejemplo, la forma en que empieza este capítulo. Espero que os agrade :)


33
El amanecer surgía tranquilo mientras una bella joven, ajena a lo ocurrido aquella noche, serpenteaba entre las sombras tan nerviosa como intranquila, frustrada por una inquietud que no comprendía del todo ¿O tal vez sí?

Vevikia Schauder, anteriormente Lethe, había dejado de ser humana mucho tiempo antes de llegar a Stern y cruzarse por primera vez con Yohann, salvándole de un incidente que terminó con sus padres y casi con él también. Para luego convertirse en su sombra hasta el día en que decidió desobedecer las normas de su antiguo aquelarre y presentarse ante su actual esposo, comenzando una relación tan compleja como peligrosa. La cual si Stern hubiera sido una ciudad tan tranquila, como creía Víctor por aquel entonces, no le habría causado demasiados problemas, fuera del hecho de que este era todavía era humano y ella una vampiresa. Sin embargo, no había sido así.

Los licántropos tenían planes de dominar la ciudad en un futuro próximo, razón por la cual un hombre llamado Derek comandó una audiencia con Miles, el líder de su aquelarre, y le pidió, de una forma demasiado amable para un licántropo joven, que se retiraran; alegando que no había razón para derramar sangre innecesariamente. Y este aceptó, en cambio ella...

No podía, simplemente, romperle el corazón a su amado, abandonándolo sin darle una mísera explicación. Así que hizo todo lo contrario. Se reunió con él para contarle lo que era ella en realidad, lo que significaba y las razones por las cuales era mejor que dejasen de verse de forma inmediata. Pero este no se lo tomó nada bien.

Yohann no era una buena persona, nunca lo había sido, era un hombre duro, vengativo y cruel que adoraba desquitarse con aquellos que, ya sea por timidez, inocencia o cobardía eran incapaces de defenderse. El actual mejor amigo de Siméon Leinnisteir, Samuel, había sido una de sus víctimas favoritas hasta que lo conoció, en una fiesta a la cual el primo de Catrina Legendre, Raymond, lo arrastró con diecisiete años, justo la misma en la cual Víctor y Siméon se conocieron, aunque por aquel entonces el chico estaba más atento a Vanessa Schneider que a él. Y no solo él...

Probablemente debido a sus raíces no humanas, Víctor siempre había sido una persona bondadosa y angelical que no vacilaba en ayudar y defender a sus amigos, buscando siempre la forma más eficaz de resolver sus problemas. Lo cual no le había causado conflictos hasta que llegó a Stern, una ciudad cuyo idioma y costumbres distaban mucho de los de su hogar, haciéndolo sentir inseguro, perdido y hasta fuera de lugar muchas veces. Razón por la cual no podía evitar afundirse cada vez que Yohann lo insultaba o se burlaba de él. Lo cual era, entre otras cosas que solo Víctor y él recordaban con exactitud, las razones por las cuales ambos jóvenes, ahora vampiro y Seyen, se odiaban y temían mutuamente.

Y aquel día, hace cerca de cinco años, cuando Yohann supo la verdad, que la mujer de la cual estaba perdidamente enamorado tendría que partir de su lado por culpa de unos asquerosos lobos, cuyos planes le importaban tan poco como ellos, hizo una estupidez que lo precipitó todo.

Se enfrentó a ellos, concretamente a lo que él sabía que era la mayor debilidad de la manada, Semil Leinnisteir, dañándole a través de su hermano menor. Lo cual no hizo más que agravar la tensión ambiental de su actual zona de caza hasta que todo estalló por culpa de otra persona que nunca, jamás, debería de haberse visto envuelta en una guerra de razas: Víctor Roswell.

Aunque por aquel entonces el chico ignoraba lo que había provocado al vencer sus miedos en favor de un amigo tan ignorante o más que él...

Vevikia alejó la mente de sus recuerdos más crudos a la par que se introducía en su hogar de un salto. Lo que despertaba en ella aquella inquietud que la sobrecogía, la misma que había tenido tiempo atrás cuando Eivan Roswell y Derek se enfrentaron y le hizo transformar a Yohann. Ahora mismo no era tiempo de pensar en un pasado que tanto ella como su esposo deberían haber aparcado tiempo atrás. No con lo que le había pasado anoche y, seguramente, pasaría tiempo después cuando la auténtica guerra estalle.

No necesitó apenas olisquear para saber que Yohann no se encontraba en su habitación, era muy probable que ni siquiera se hubiera acostado, aunque aquello viniendo de un vampiro más que acostumbrado a vivir tanto el día como la noche era poco común. Además, su olor aún se hallaba impregnado por la habitación por lo cual no la había dejado hace mucho.

Vevikia se concentró en el atractivo aroma del vampiro para localizarlo y, en cuanto lo hizo, se cambió de ropa con algo más propio de una dama de su condición, que de una experta cazadora, y se dirigió al comedor en busca de su amado.


Yohann, por su parte, se recostó en su silla, tiñendo su rostro de una expresión tan satisfactoria como lo eran las cartas que lucía su mano derecha. Se hallaba en la mesa del comedor, sentado cómodamente, mientras jugaba a las cartas con una amiga y vampiresa de largos cabellos negros, lisos y brillantes; y ojos increíblemente verdes y llamativos con un flequillo recto y cuidado. Milena, se llamaba.

Ella y él se conocían de hace varios años, mucho antes de que el joven perdiese la cabeza por aquella vampiresa despiadada con la que se había casado. Cuando aun era humano y, no bueno, nunca lo sería, pero al menos no tan malvado y ambicioso como ahora. Vevikia había sacado lo peor de él y lo había hecho apreciarlo.

Aun así no había mundo en el que se viese feliz sin ella, tampoco modo de que su actual vida le hiciese sentir mal. Con ella lo tenía todo. Poder, súbditos, sus amigos, (a los cuales Vevikia le había permitido convertir si los convencía de las ventajas de aquello), y finalmente a ella, la mujer de sus sueños. Se sentía feliz.

—Señor, si me permite no creo que realmente sea necesario… —comenzó Milena pero Yohann inmediatamente la interrumpió.

—¡Limítate a hacer lo cumplido! —ordenó —. Quiero acabar con el asunto cuanto antes y por una vez que se me ocurre algo…—se interrumpió al notar un sonido de tacones muy familiar, aquel que hacía que prácticamente su corazón se disparara, incluso ahora cuando para él era prácticamente imposible semejante fenómeno, ¿o no? Al instante, giró la cabeza hacia las escaleras de la casa para ver a su esposa bajarlas con pasos más apurados que de costumbre. Parecía inquieta.

—Cariño, ¿podemos hablar? —preguntó Vevikia al llegar abajo, aunque dejaba a claras con su tono que aquello no era una pregunta —A solas —precisó, posando su miraba sobre la morena en una clara indirecta de que sobraba. Milena dejó las cartas que sostenía a la par que Yohann y se levantó, esquivando la fría mirada de la esposa del que antiguamente había sido uno de sus mejores amigos, cuando ambos eran humanos. Ella, al igual que Yohann, siempre se había considerado una mujer fuerte, sin embargo, incluso ahora, siendo una perfecta vampiresa había algo en Vevikia que la intimidaba. (A ella y a todos los miembros del aquelarre). La mirada de una autentica asesina a sangre fría.

Yohann, por su parte, suspiró antes de acercarse a ella con una expresión conciliadora. Tenía una ligera idea de por qué su amiga se mostraba reticente, lo que suponía aquella petición para un vampiro. Pero era la mejor solución que se le había ocurrido y no iba a desperdiciarla.

—Entonces, ¿estamos de acuerdo? —preguntó —. No te pido milagros solo que juegues un poco con él y ya. A la hora de la verdad podrás matarlo. —Aseguró, Milena, por su parte, soltó un bufido.

—De verdad, ¿necesitas preguntarlo? —respondió —. Seremos amigos pero aquí sigues siendo quién manda. —reconoció con un suspiro bajo, rindiéndose —. Sí, estamos de acuerdo, de todos modos solo serán unos días.

—Exactamente. —Yohann sonrió maliciosamente, satisfecho. —Unos días, en el baile de los Legendre se decidirá todo. —Y su sonrisa se ensanchó peligrosamente, mostrando entonces todos sus dientes. Era obvio por la crueldad de su mirada que fuera lo que fuera lo que se decidía no era bueno. Ella asintió conforme y educadamente se retiró. Estaba decidido, aunque la idea no le gustaba demasiado.

Vevikia la observó irse, curiosa ¿de qué hablaban?, ¿a quién se referían? Las preguntas se arremolinaban en su cabeza haciéndole olvidar su propósito inicial al quedar a solas con el vampiro.

—¿De qué va todo esto? —quiso saber, impaciente, jugueteando con un colgante con la estrella de David invertida posada sobre un fondo de círculo negro en un intento de calmar su estado actual de nerviosismo e inquietud. Yohann, por su parte sonrió, relajado.

—Luego te lo explico. —Prometió, para luego observarla con una dulce y tierna preocupación. —Todo está bien. —Aseguró.

—¡No, nada está bien!— Saltó ella de repente, casi asustándole. —Perdona —se disculpó al darse cuenta de que aquello no era muy propio de ella.

Debía aprender a controlar sus nervios, al fin y al cabo ella no era una muchacha común, era una vampiresa consumada. Tenía que estar por encima de todo esto.

—No tranquila. Pero ahora me lo dices —exigió él y ella suspiró.

—Está bien —aceptó y decidida se acomodó apoyada en la barra de la escalera.

—Pero ponte cómodo porque ni yo me lo creo. —declaró ella y luego de que Yohann se sentase en una silla frente a ella comenzó su relato...


Todo había ocurrido anoche mientras ella hacía algo que, de no estar los vampiros preparándose para una futura batalla con otras razas, no habría hecho jamás. Cazar sola.

Había estado acechando a un joven en los barrios bajos, para luego saltar sobre él y alimentarse cuando un olor desagradable la hizo detenerse, a la par que una muchacha la interpelaba.

—¿Eres la legendaria Vevikia Lethe? —Aquella denominación hizo que la joven vampiresa soltara una leve carcajada, matando a su víctima de un golpe. Aquello podría ser interesante.

—Depende, ¿quién te envía? —respondió, su interlocutora, una muchacha de cabellos cortos y ojos oscuros la observó, más que decidida, antes de inspirar hondo y hablar.

—Yo misma, quería comprobar una cosa, ¿es cierto que dejaste escapar a una humana hace unas cuantas semanas? —Vevikia se enfadó, recordando a aquella muchacha pelirroja que la adivina apartó de ella.

—Mis víctimas no son asunto tuyo, Corina. —Replicó con frialdad, conocía su nombre, evidentemente, era lo bueno de cazar en ambas zonas, aprendías de quién debías cuidarte y quién no. Pero la chica cedió a su carácter de licántropo y gritó.

—Lo son cuando estas se convierten en algo peligroso que te arrebatan lo que más quieres. Cosa que no hubiese pasado si esa noche que mataste a sus padres, ¡lo hubieses hecho con ella también! —Vevikia se quedó callada para luego soltar una carcajada muy animada, acaso insinuaba que ella se había convertido en... ¿Era posible?

Finalmente, convenció a la loba para que le contase todo lo que sabía y en cuanto lo supo llegaron a un pacto razonable. A ninguna de ellas le interesaba quién mataba a Anne primero (pues así se llamaba la seyen según Corina) pero sí el hacerlo. Corina porque la odiaba firmemente, mientras que ella... Solo quería terminar lo que había empezado. Así que en el momento en que cualquiera de ellas tuviese una oportunidad lo haría y la otra no le recriminaría. Incluso podrían cooperar entre ellas con el propósito de mantenerse vivas y, si una de ellas moría, la otra rematar el trabajo.

Al principio, a Corina no le hacía ninguna gracia hacer tratos con vampiros, pero Vevikia le convenció de que ese rencor antiguo entre vampiros y licántropos era una tontería. Y por ello no podía declinar una oferta que las beneficiaría a las dos. Y así la persuadió.


—Resulta sorprendente, ¿verdad? —dijo entonces Vevikia, una vez rematada la historia y se acercó a su marido para posar una mano sobre su rostro. —El poder del amor. Tan fuerte que te hace cruzar fronteras que nunca cruzarías. Me encanta —Su rostro adoptó entonces una expresión de suave ternura. —Antes lo odiaba, pero ahora me encanta. —Yohann la miró a los ojos, no pudiendo evitar sucumbir ante ellos. Tenía que darle la razón, él siempre había sido un chico duro pero ante ella… Las cosas cambiaban, se sentía diferente y completamente sumiso. Por otra parte ella lo había dejado todo por él. A pesar del desprecio que podía recibir de sus congéneres y lo dañada que se vería su reputación al enamorarse de alguien como él.

—Sí —afirmó depositando un suave beso sobre sus labios. —Sorprendente y misterioso pero también un poco peligroso —dijo recordando aquellos tiempos en los que él todavía era humano y ella no. —Pues este te hace actuar de forma bastante imprudente. Ya lo ves en Corina. —Y soltó una auténtica carcajada, en verdad esa muchacha había sido imprudente, ¿acaso no había pensado que de ser su esposa un vampiro menos amable, ella ya estaría muerta? Vevikia rodó los ojos nada más escucharle burlarse, realmente Yohann no tenía remedio cuando se trataba de enfadarla o, simplemente, llevarle la contraria. Era como un crío, pero era el crío que quería.

—Pero aun así me gusta que hayas detectado a Anne. Nos servirá, ¿podrías localizarla después? —ella asintió segura. Yohann sonrió, su plan podría funcionar mejor de lo que imaginaba.

—Bien, tengo un plan para detener a Víctor y si ella también esta amenazada, puede que ceda antes. Es de lo que hablábamos yo y Milena antes. El caso es que... —Comenzó a hablar Yohann mientras convertía su voz en un susurro casi inaudible, salvo por ella. Y así mientras fuera el día se iniciaba él le explicó sus planes de pies a cabeza. Ella escuchó, atenta, podría funcionar. Si lo organizaban bien. Sonrió y luego dijo más seria.

—Creo que podría funcionar, aunque no estoy segura del todo, pero podría hacerlo. Por cierto, llevo unos instantes sintiéndome muy nerviosa y preocupada, como si hubiera pasado algo malo y el enterarme de la transformación de la pelirroja no ha hecho más que reforzar mis sospechas. —Inspiró hondo. —Creo que Víctor y esa pelirroja se han unido —confesó.


Y no se equivocaba, Víctor y Anne estaban unidos desde la noche anterior, compartiendo tanto información como técnicas de caza. Lástima que vivieran tan alejados el uno del otro, pero uno no lo puede tener todo tan fácil, claro.

En eso pensaba Anne en estos momentos, en que uno no lo puede tener todo fácil, por la noche mientras dormía, le había surgido cierta sensación de angustia, junto con unos sueños nada agradables. Y lo peor es que ella sabía perfectamente a qué era debido:

—Chase —susurró, repentinamente triste, sí se preocupaba por él, no debería hacerlo pero lo hacía. Le inquietaba donde estaba, que estarían haciéndole para que Corina tuviera esa actitud con ella. Y lo más importante, ¿seguía vivo?

Anne sacudió la cabeza y se desperezó, de verdad que no tenía remedio, el licántropo debía de ser la menor de sus preocupaciones y, sin embargo, no podía dejar de pensar en él.

¡Como si no tuviera bastantes problemas, ya! No dejaba de darle vueltas a la conversación con Víctor la noche anterior. Por lo visto él sabía muchas más cosas de las que ella había imaginado en su día, e intuía que se había guardado alguna que otra para él pero, incluso así, lo que le había dicho era sustancial.

Por ejemplo, si bien ya había sospechado, por los ataques que habían sufrido, ambos, a manos de licántropos, que sus enemigos estaban ligados, resultaba que no eran los únicos. El jefe de los demonios estaba en la zona de Víctor y, por lo poco que había logrado ver el joven en la mente de su atacante, ese ataque que sufrió ella había sido un plan para eliminarla. Y, por si fuera poco, aquella demonesa pelirroja que había afrontado en primer lugar había huido, sin ni siquiera mancharse las manos; y, según lo que le había contado Víctor, aquello no era bueno.

Porque ahora los demonios ya sabían que estaban unidos y además tenían una ventaja sobre Anne. Sabían que Esteban le importaba, y eso sí que podría ser un problema.

Esas criaturas no son como nosotros Anne, no tienen escrúpulos, dales una debilidad y la aprovecharán…” Anne se estremeció al recordar esas palabras del joven. Si llegasen a hacerle algo a Esteban nunca se lo perdonaría.

Terminó de prepararse y echó un vistazo a la ventana, estaba bastante nublado pero al menos no llovía y esperaba que no lo hiciese, así podría trabajar y relajarse mientras le daba vueltas a la charla. Al hacerlo, no pudo evitar recordar a Corina y el hecho de que perteneciese a la misma manada de licántropos que había atacado a Víctor. Habían comentado eso también. Anne le había hablado de Jaymie y de aquel pacto, el cual Víctor le confirmó haber intuido nada más verle el colgante.

Por su parte, él le había explicado un poco más sobre los instintos y todo eso que Jaymie se había callado.

Al parecer, existían al menos cuatro especiales, pero no se descartaba que pudieran existir más, defensa (el cual ella ya conocía), protección, salvación y supervivencia. Los tres últimos eran aplicables de manera algo relativa, pues los de protección y salvación se activaban únicamente cuando había seyens o humanos cerca. El primero buscando el mejor modo de protegerse y el segundo buscando la forma de huida más factible. Respecto al tercero, era algo que tenía únicamente que ver con los seyens y consistía en que a la hora de la verdad, los seyens buscaban por si mismos una forma de sobrevivir a todo precio. Por ello se curaban rápido, salvo en el caso de que la herida fuese mortal, se adaptaban tanto a horarios como a condiciones climáticas y lo más importante, no podían suicidarse, siempre había algo que les frenaba.

Resumiendo que a menos que los matasen, los seyens no tenían forma de morir.

Bueno, tampoco es que esa parte le preocupase, aunque le había llamado un poco la atención la parte de la adaptación, ya que eso explicaba el que no sintiese frío, ni calor, en exceso y el que pudiese levantarse a cualquier hora y estar descansada igual.

También habían hablado de la muerte de sus padres, aunque el chico se había mostrado algo decepcionado al comentarle que Jaymie le había borrado la memoria, razón por la cual ella le había contado la visión. Le había dicho, también, que existía la posibilidad de que recordase el evento en algún momento, ya sea por medio de visiones o sueños, pero que mientras la visión era suficiente.

Víctor era un chico bastante curioso, intuitivo y, por las preguntas que le había hecho, intuía que estratega. Lo cual le daba bastante seguridad, aunque también, preocupación, sobre todo por la última advertencia de él:

Debemos ser prudentes, Anne, ellos ya han movido ficha y podrían volver a hacerlo. También tenemos que buscar un modo de contraatacar” había dicho él.

Ficha, ¿contraatacar? Pero, ¿de qué hablas?

Hablo de que no pienso quedarme de brazos cruzados Anne. Tarde o temprano tendremos que girar la situación a nuestro favor, ¿has jugado alguna vez al ajedrez?

Y es que era en aquellos momentos en los que Anne recordaba lo diferentes que eran. Aquel juego, el ajedrez, era algo que ella nunca había tocado. Según Víctor se trataba de un juego de astucia, donde cada movimiento era primordial y cuyo objetivo obvio era matar al “rey”. Un juego que podría servirles de base para trazar una estrategia para vencer.

Víctor le había prometido que, si lo deseaba, podría enseñarle a jugar la próxima noche. También le había hablado de algo más, un baile enmascarado donde podrían identificar y estudiar a sus enemigos. O al menos los cabecillas de ellos.

Una especie de primer contacto.

Aun así Anne no estaba segura, había algo que la asustaba de todo esto: si Víctor aplicaba su plan y dejaban de limitarse a salvar humanos para, también, atacar, ¿no se supone que sus enemigos tomarían represalias? Al fin y al cabo eran más numerosos y, tal vez, mucho más peligrosos.

Y ya habían intentado acabar con ellos hace poco, en cambio, Víctor y ella estaban más perdidos que nunca.

Aun así no podía estar más de acuerdo con él, ya estaba harta de que esos monstruos la atacasen, sin que ella pudiera hacer nada por evitarlo. Había que enseñarles respeto.

Quizás el plan de acción de Víctor no fuese tan malo después de todo.

Solo había que planearlo bien.

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PD: estuve a punto de quitar el baile, más después decidí conservarlo y hasta darle una razón de ser, la cual explicaré mejor en los siguientes Capítulos. En cuanto a lo de Yohann es otro elemento tirado de los relatos. Antiguamente la historia tenía ciertos elementos muy adolescentes, más propios del mundo actual que del antiguo, debido a aquello que ya expliqué en los relatos de que la anterior historia hacía parte de la época actual, como, por ejemplo, las burlas y el acoso en sí. El cual si bien no deseo quitar, ya que me ayuda a explicar ese vínculo de odio entre él y Víctor, resultaba problemático cuando los poderes de los seyens aparecían de improviso, entorpeciendo las actividades cotidianas de los elegidos. Dato que si bien, no resulta taaaan inverosímil dado lo que dijo Jaymie sobre las emociones amplificadas, sí resultaba extraño cuando uno de los motivos de la conversión es el peligro. Resulta muy absurdo que una criatura sobrenatural desperdicie su tiempo molestando a un humano, cuando lo puede matar en un chasquido de dedos. Por el mismo patrón resulta extraño que un Seyen retome las armas a menos que tenga un motivo para luchar como, por ejemplo, alguien que proteger. Y creo que queda evidente, tanto en la historia, como en los relatos, que el padre de Víctor es bastante sobreprotector así que, ¿por qué no correlacionar todo? Nos leemos en cuanto tenga más que ofreceros :D

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