domingo, 25 de abril de 2021

Por fin está aquí el nuevo Capítulo de Stern.

¡Hola, hola, cazadores sin pistola XD! Iba a publicar este Capítulo el día de ayer, aprovechando el día del libro, pero entre el viaje a casa y que llevo una temporada en bastante baja forma por el trabajo y porqué otra de mis muelas del juicio decidió surgir de improviso y me provocó una infección terminé aplazándolo de nuevo. En fin, no importa. Lo importante es que, al fin, logré escribir un Capítulo decente de Stern cuyo fin me encantó ya que vuelvo a conectar los elementos con los que dejé la historia en suspenso, hace tiempo: El baile de los Legendre y sus intrigas. Disfrutadlo:


37


El tiempo pasó y la noche llegó. Más de media ciudad se afanaba en preparativos, máscaras, trajes y vestidos. Los bailes de los Legendre solían ser un acontecimiento memorable, incluso famoso. Pues no solo se trataba de una de las familias más prestigiosas de la ciudad, sino que también la creatividad de esos eventos había aumentado mucho desde que Richard Legendre, el progenitor de Catrina y tío de Raymond, había fallecido y su legado había pasado a ser parte de ella, su madre y tía, además de su primo. El cual, al ser el único varón de la familia, había tenido que asumir casi las mismas responsabilidades que él desde hace casi un año. Como resultado todo lo que organizaba terminaba siendo un auténtico espectáculo y más lo iba a ser ahora que la familia tenía un aliado inesperado en la organización: Candel White.

Un joven inteligente, a la par que peligroso. Un demonio cuyos conocimientos y habilidades podían ponerles en un serio aprieto. No solo por su naturaleza, además de rol en el evento, sino que de todos sus enemigos, era el único que conocía bien tanto a Víctor como a Samuel, todo eso producto del tiempo que llevaba disimulado entre ellos, sin que ninguno lo sospechara.

—Aunque si te soy sincero, yo sí que noté algo. —Comenzó a relatar Samuel, mientras le trenzaba el pelo con parsimonia a Anne. Habían acordado que sería él quién la llevaría al evento, pues Víctor, al estar en una relación con Layla (quién, también, estaba invitada) atraería sospechas enseguida. —Cuando comenzó a cortejar a Catrina, sin importarle lo más mínimo que estuviera conmigo, sentí algo extraño. Como si él fuera una amenaza que se cernía sobre ella. Intenté advertirla sobre él, alejarlos e incluso saboteé algunos de sus encuentros pero nada funcionó. —Comentó, apesadumbrado, recordando aquellos tiempos turbios en los que Catrina y él comenzaron a pelearse cada vez más a menudo hasta que quedó evidente que ambos estaban tomando caminos diferentes. La muchacha no tardó más que unos días en quedarse prendada del hombre que ahora era su actual pareja. Alejándose de él de forma casi drástica, rechazándolo, y acusándolo de ser celoso y territorial en cuanto se lo reprochaba. Hasta que él se rindió.

—No es tu culpa, Samuel. —Lo tranquilizó Anne, tan sorprendida como afectada por la historia que le contaba el joven pelirrojo tras ella, mientras la ayudaba a prepararse para el evento. Candel le parecía tan cruel en estos momentos, capaz de hipnotizar y manipular a una humana inocente con el fin de volverla en contra de su pareja y amigos, para luego utilizarla en su beneficio. —Víctor y tú todavía erais humanos, por aquel entonces. Tu incluso lo sigues siendo ahora. No podías hacer nada.

—Lo sé, es solo que… —Samuel se calló nada más advertir lo que estaba haciendo y sacudió la cabeza. —Olvidalo, tengo la mala costumbre de siempre culparme de todo y nada al mismo tiempo. No está bien. —Sentenció, terminando por juntar su pelo trenzado en un moño bajo sencillo, pero elegante. Era mejor dejar de hablar del pasado y centrarse en el presente. Tenían un baile al que acudir. —Ya estás lista.

Anne parpadeó colocándose frente al espejo para comprobar su acertado aspecto, antes de salir de la casa de Samuel. Su vestido largo, de tono azul cielo y corsé victoriano, le permitía ocultar sus brazos y todo su cuerpo, a excepción de sus manos y rostro, contribuyendo así, junto a su máscara con plumas, a que no la reconociesen con facilidad. Por otra parte, no pudo evitar pensar que estaba hermosa y desear que Chase la viese así alguna vez… Fue entonces cuando hizo aquella pregunta:

—Samuel, ¿qué piensas del amor? —Y por un momento pudo ver sorpresa a la par que desconcierto en el rostro de aquel inesperado aliado tan envuelto en secretos como el propio Víctor. Aquel tema lejos de ser una simple duda, era un punto de partida para lo que debería hacer dentro de poco. Hablar de Chase a Samuel y Víctor sería complicado, pero si había, aunque sea una mísera posibilidad de salvarlo, una vez que atacasen a los licántropos, debía aprovecharla.

Samuel cerró los ojos con una mano sobre el corazón, como si pretendiera sostenerlo hasta que logró serenarse. Por alguna razón que no lograba comprender, se hallaba inquieto y tanto la conversación que mantenían, como aquella pregunta, no ayudaban a disipar sus inseguridades. No necesitaba pensar en Gerard ahora mismo, en todas las cuestiones que bailarían en la mente del joven investigador, durante la fiesta. Víctor le había pedido que aprovechara el evento para mantenerlo a salvo y distraerlo, mientras él y Anne se encargaban de espiar a sus enemigos. Una misión tan sencilla, como dolorosa, no quería jugar con él…

—Que es una maldición y bendición a la vez —pronunció una vez sus ojos abiertos y tono moderado—. Un sentimiento capaz de envolverte tanto en la más grande dicha, como en la peor de las tristezas. Atrapándote en un sueño infinito el tiempo que dure. —Así era como él solía sentirse cuando él estaba con Gerard, envuelto en un sueño del que solo aquellos ojos cristalinos podían despertarlo, hasta que todo culminó. —¿Por qué?

Y de nuevo su inocente curiosidad rompiendo la magia del momento, como antaño. La curiosidad sobre sus orígenes lo había echado todo a perder aquella vez. Algo que por más que quisiera no podría confesarle nunca a Gerard, al igual que la razón de sus pesadillas. Anne se encogió de hombros.

—Simple curiosidad, nada más —respondió ella encaminándose a la salida con paso, despreocupado. — ¿Vamos?

Samuel asintió, siguiéndola a la par que procuraba olvidar su reciente inquietud, debía confiar en Víctor, era lo mejor.



Y sin embargo, la curiosidad distaba mucho de ser la única razón tras aquella pregunta de la joven seyen. Deseaba comprender la verdad tras sus sentimientos, de donde provenía aquel dolor que la atormentaba cada vez que pensaba en el licántropo renegado que la había salvado de su propia raza. Y no era la única...

Catrina también se estaba preparando para el evento. Percibía las voces de su primo y su familia como desde un lugar lejano. Llevaba su pelo ondulado castaño suelto, perfectamente peinado alrededor de su rostro, pero al ser largos sus cabellos no solo se limitaban a adornar su rostro, sino que también ocultaban la franja de escote que mostraba su vestido de manga corta tirando a sisa, largo, negro y holgado con pétalos de rosas rojas. Estaba preciosa.

Sin embargo, algo no iba bien, se sentía diferente y extraña desde la anterior noche, cuando unas extrañas visiones se abrieron paso en su mente mientras dormía, creando un sueño tenebroso con ella de protagonista. Él mismo que revivía ahora:

Se hallaba en un carruaje, de regreso a casa, junto a su padre. Ya era de noche, pero poco le importaba, se sentía feliz y afortunada. Había tenido la suerte de poder tocar el piano, en el auditorio de Stern. Lástima que Samuel no pudiera verla, pues aquel día, hace un año, cuando todo comenzó, su pareja tenía una de sus primeras guardias nocturnas como residente en el hospital. Y aunque le prometió acudir a verla en cuanto terminara, nunca llegó a tiempo. El carruaje ya había volcado cuando Samuel terminó su turno, precipitando todo.

Y de nuevo aquella sacudida lo trastocaba todo. Aquella noche, un accidente inesperado convirtió su día casi perfecto en el peor de todos. Las canciones tocadas aquel día habían maravillado a los espectadores, sobre todo aquella última, una improvisación nacida de los sentimientos de la joven ante el hecho de que su verdadero amor no llegaba para escucharla. Y eso sin contar al bello y carismático hombre que salió a felicitarla poco después: Candel.

El mismo que creyó atisbar en su sueño, poco después de que el carruaje volcase, sentenciando a su padre, a la par que ella perdía la conciencia. Cuando despertó se hallaba en una camilla, con Samuel revisándola con los ojos embadurnados de dolor, inquietud y remordimiento. «Perdoname, Catrina. » Había dicho. «Debí de estar allí. »

Y sin embargo eso no era lo que estaba viendo ahora mismo, sino otra cosa. Candel, o al menos un ser parecido a él se hallaba sobre su cuerpo tendido y dañado, observándola con una expresión que distaba mucho del amor que ella estaba acostumbrada a ver en su rostro, recorriendo su cara y cuello con su mano, en una tierna caricia, hasta que susurró:

Tan linda,… Es una lástima. — Y entonces sucedió el dolor…


—Catrina, querida, despierta ¿Me oyes? Estate tranquila, Cat… —La voz aterciopelada de su novio lo detuvo todo, haciéndola regresar a la realidad de su habitación, donde nada, ni nadie la estaba torturando. Pero lejos de tranquilizarse la joven dio un salto y retrocedió, como si el simple contacto de Candel la hubiera lastimado. No comprendía, aquellas imágenes, su expresión,… Casi ninguno de los elementos de aquella visión semejaba auténtico, tal y como sucedía en los sueños y sin embargo su subconsciente actuaba de otro modo, haciéndole temer a la persona que ella amaba, como si fuese peligroso.

—Candel yo… —Catrina se quedó traspuesta al ver la expresión de dolor y preocupación de Candel, siempre se había considerado una persona empática, sabiendo reconocer en un instante emociones tan intensas como el dolor o la tristeza y trabajando para buscarle solución, incluso cuando esta no era bien recibida, porque ese dolor también la lastimaba a ella. —Perdoname, no se qué me ocurre. —reconoció.

Candel, por su parte, no tardó apenas unos segundos en reponerse de la impresión de ver a su pareja en estado de pánico, a la par que regresaban a su mente momentos que ella no debería recordar, pero ligeramente alterados con el fin de enmascarar los matices sobrenaturales de los hechos. Aquel día, cuando todo comenzó entre ellos, Candel se encontraba desanimado ante la dificultad de la tarea que Christopher le había encomendado. Acercarse a Víctor era sencillo, dado que su hermano le había dado todas las facilidades, introducirse en su círculo no tanto. La prueba era que incluso ahora el joven demonio no pertenecía realmente a su círculo de amigos. Terminó recurriendo a una ayuda externa, que sabía que en ningún caso su hermano apreciaría: la legendaria Vevikia Lethe.

Siendo sincero, él mismo se sorprendió de la clave que la vampiresa le brindó, era como si todo estuviera calculado de antemano para perjudicar a Víctor y a Samuel de la peor forma posible. En aquel momento él era tan inocente que ni siquiera pensó en las conexiones establecidas de antemano. Tampoco le habría importado en cierto modo, asesinar, lastimar,… Todo eso era insignificante para un demonio como él. No fue hasta después de conocer mejor a Catrina cuando sus sentimientos le hicieron tomar decisiones peligrosas con tal de no lastimarla en exceso e incluso así…

No podía permitirse flaquear, sus sentimientos debían permanecer tan inamovibles como al principio, cuando lo diseñó todo a partir de un simple accidente que de no ser por él nunca habría ocurrido. Si se desestabilizaba, aunque fuera un poco, Víctor habrá ganado.

Apretó los puños en un intento de contener las emociones que lo dominaban. Aquellas visiones, su reacciones,… Todo ello era producto de una sola cosa, una capacidad que solo podían desarrollar los seyens y la razón de que él hubiera hecho lo posible por enemistarla con Víctor y sus amigos: la liberación.

La única forma de lograr que un humano dejara de ser controlado por un demonio. Tocar la piel herida bastaba para detectar la marca del ataque, incluso aunque esta ya no se viera a ojos humanos, producto de una supuesta cicatrización, que en realidad nunca se dio. Pues, las heridas demoníacas eran indelebles en la piel humana, solo desvaneciéndose esta una vez el humano escapaba a su control (siempre y cuando la herida no fuera muy grave, evidentemente). Una vez hecha la conexión el Seyen solía hipnotizar al humano y alterar sus recuerdos hasta lograr que este odiara y temiera al demonio culpable de todo. Y sin embargo, Catrina no seguía aquel esquema.

Se mantenía frente a él, su rostro reflejando temor, dolor y dudas. Los vestigios de una lucha interior que no debería tener, porque ella… Catrina. Todavía lo amaba.

—No te preocupes, amor mío. Estás confusa y asustada, es natural. —Logró articular, Candel, en un tono tan tranquilo como cautivador. El leer aquellos sentimientos contradictorios en su mente cambiada el curso de la historia, permitiéndole jugar algunas cartas más antes de deber abandonarla. Pues cualquier debilidad que mantuviera una vez la guerra estallara significaría su fin. —Solo debes seguir tu corazón y encontrarás la respuesta.

—¿Mi corazón? ¿Qué quieres decir con eso? —respondió ella, confusa, y automáticamente volvió a retroceder al notar que su novio se había acercado a ella. —Candel… —Intentó advertirlo cuando un simple movimiento de sus labios lo detuvo todo. «Confía en mí

En el momento en que lo hizo todo cambió. Candel tuvo la oportunidad de acercarse de nuevo a ella y la aprovechó, mientras que Catrina hacía lo posible por alejar los sueños tenebrosos de su mente y pensar en los instantes felices, sorprendiéndolo. En verdad el amor era un sentimiento extraño, capaz de nublar el juicio y la mente mejor que cualquier hipnosis. Catrina estaba temblando e incluso así, se negaba a luchar contra él.

Candel alzó la mano con el fin de detener aquellos movimientos y tranquilizarla, consciente de que no importara lo que hiciera, nunca podría volver a tenerla a su merced como antes. La liberación era irreversible, lo sabía muy bien. Y sin embargo…

Deseaba besarla una vez más, tocar sus labios un segundo era suficiente para que le recorriera la más inadmisible de las sensaciones. Algo que nunca volvería a pasar a menos que… Repentinamente, sus ojos se tornaron rojos con el fin de apresarla una última vez, permitiéndole sentir el goce de tenerla entre sus brazos una vez más. Transformarse en demonio, dañarla,… Todo era tan insignificante con tal de probar su devota energía una vez más hasta que un momento de oscuridad le hizo perder la concentración.

Candel parpadeó nada más ver la luz regresar, aquella chispa de energía no había sido natural, estaba seguro de ello. La pregunta era, ¿a qué era debido? Y por qué… Catrina se alejaba de él

No lo había visto convertido en demonio, ¿o sí? No, solo era consciente de sus propias heridas y miedo. Antiguamente robar la energía de un simple corte, como el que acababa de provocar ahora, en sus labios, era suficiente para hacerla callar y plegarse a sus deseos. Ahora, en cambio, cada herida no tenía otro efecto que el de disparar su miedo y dolor. Tal era el efecto de los poderes de Víctor sobre ella.

—¿Te encuentras bien, querida? —Logró articular, llenando su rostro de cariño y tierna preocupación. —Tal vez no deberías bajar y descansar un poco. Raymond y yo nos podemos encargar de todo, no te preocupes. —La mujer se sostuvo la cabeza unos instantes, Candel tenía razón, en verdad se sentía cansada, pero por una vez sentía que no debía obedecerle.

—Preferiría asistir, si no te molesta, no está bien dejaros con todo el trabajo. —Y tras un último vistazo a su aspecto, aparentemente intacto, decidió salir de su habitación para encaminarse al salón de baile; no sin antes aclararle que no se preocupara, que se acostaría temprano en cuanto pudiera.

Candel se mostró de acuerdo, pero antes de seguirla regresó la vista a aquel espejo, decidiendo soltar por un momento las emociones que le embargaban, al pensar en lo que pretendía el joven Roswell con aquel movimiento. Había estado cerca, demasiado, el muy condenado era astuto. Y algo más, tenía agallas, podría ser un buen rival para él.

Y mientras se encaminaba hacia la planta baja del hogar de los Legendre, no pudo evitar recordar los pensamientos de Christopher aquella noche, cuando él decidió lanzar aquella ofensiva contra Gerard; a la par que el jefe de los demonios planeaba su siguiente movimiento. Esa forma de enfrentarlos en su mente le había transmitido una idea peligrosa. Un duelo en el que solo el más astuto podría salir vencedor. Estuvo a punto de rechazarla pero entonces lo vio en el baile, observándolo todo con curiosidad y extrema atención y pensó, ¿por qué no? Estaba claro que aquella sería su única oportunidad de tener un combate inolvidable.

En cuanto sus ojos se cruzaron, Candel le dedicó una sonrisa de suficiencia, a la par que se situaba tras un inocente Raymond. Estaba decidido, se enfrentaría a Víctor personalmente, dándole el mayor número de claves posibles para que el joven Roswell se situara a la par. Luego bastaría con dejar todo caer frente a sus ojos, tal y como pretendía hacer hoy con Gerard a su merced.

Y mientras más lo pensaba su sonrisa se iba tornando más y más tenebrosa. Sí, definitivamente, Víctor le iba brindar una lucha muy pero que muy interesante...
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agsadfgasdfgasg, ¡Te amo Candel! >:D. Debo admitir que llevaba un tiempo con este Capítulo en mente, pero sin saber cómo plasmarlo, qué quitar y qué añadir (Aparte de que quería actualizar mi syot antes, pero ni modo) Terminé quitando una escena con Layla, Cedric y Víctor que poco o nada iba a aportar a la trama y reemplazándola por el trozo de Samuel y Anne, el cual no habría tenido cabida de no ser por su inclusión relevante en la historia. Sé que queda un poco contradictorio lo que dice Samuel sobre Catrina y Candel, dado que ellos dos tuvieron una ruptura limpia y comprensiva, pero en ningún momento afirmo que todo les fuera bien, al contrario. Solo son visiones diferentes de una misma historia, cuyos detalles no desvelaré todavía. 

Respecto al trozo de Candel, la escena es similar a lo que pasaba anteriormente antes del baile, solo he ido añadiendo y modificando cosas por realismo y concordancia con los cambios de la historia. Antiguamente Candel decidía tener una batalla igual a igual con Víctor, pero al decidir acelerar la trama, junto con el avance de los distintos personajes, vi que no podía simplemente arriesgarse sin montar un buen golpe tras él. También las visiones de Catrina son más ambiguas, ya que en la primera versión lo mostraba tal cual convertido en demonio y haciendo eso Víctor solo lograría que la mujer se tomara por loca y acudiera a un psicólogo. xD Lo de usar a Gerard para algo más que para seguirle la pista sí que es un elemento nuevo de la trama, pero, de nuevo, me parece algo completamente propio de Candel y es bastante concordante con los elementos nuevos que tengo previstos. Ya iréis viendo por qué en cuanto siga. Espero que os haya gustado el Capítulo y nos leemos en cuanto pueda :D

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