miércoles, 26 de febrero de 2020

Seyens: Stern| Capítulo 36 (última edición: 21/12/2023)

Me he cansado de esperar un Capítulo que no doy escrito, así que decidí subir lo que tengo hecho. Este Capítulo es el más largo que tengo hasta la fecha, debido a que, a medida que se suceden los momentos más relevantes de la historia, he sentido la necesidad de ampliar las revelaciones pertinentes, tanto sobre el pasado de los personajes, como sobre el presente, sobre todo en referente a como otros personajes afrontan las muertes y distintos eventos de la historia. Y eso sin contar los cambios que implican detalles como un mayor protagonismo de Samuel en la historia y los cambios aplicados a su pasado, entre otros. Espero que os guste :)


36


Un tablero de ajedrez.

Así funcionaban las cosas realmente según Víctor; como un tablero en el que cada movimiento era primordial. Algo que Anne todavía no estaba segura de poder captar en su totalidad, pero aún así comprendía.

Necesitaba incorporarse al juego para poder ganar. Por eso le había pedido acudir al baile. Por eso y porque no estaba dispuesta a dejar a Víctor solo en la tarea de proteger la ciudad. No eran compañeros en vano, necesitaban asociarse para subsistir. Y si para ello tenía que aprender a comportarse como una dama de clase alta, Anne lo haría.

Era precisamente para ello que llevaba noche tras noche reuniéndose con él en su hogar. Aprender cosas como modales, pasos de baile o, incluso, unos simples temas básicos de los que pudiera hablar sin meter la pata. Y era por eso que ella, al igual que Samuel, necesitaba recordar… 

Aquella noche había sido especial, fue cuando Anne comenzó a percibir que algo siniestro ocurría en la ciudad. Los bosques estaban demasiado tranquilos para esta época del año y ya se habían sucedido algunas desapariciones. Pero fue el crimen de sus padres el que volvió todo su mundo del revés. Cuando, tras distraerse persiguiendo un pequeño animal con el que jugaba, ella se topó con ellos.

Dos jóvenes tan hermosos que hasta dolía verlos aparecieron tan de repente, que Anne juraría que saltaron ante ella, haciendo huir al animal. Se trataba de una chica de pelo castaño ondulado y ojos marrones y un chico de pelo negro, largo hasta la nuca y ojos azules; que contrastaba de manera única con su piel clara. No parecían pareja, pero sí bastante cómplices; o al menos eso le pareció cuando ella, al verla retroceder, tan aterrada como impactada por lo que suponían realmente, le hizo señas de que la siguiera. Y él le hizo caso. Anne todavía recordaba la forma confusa en que su madre la abrazó cuando llegó, intentando calmar el miedo que, tanto ella como su padre, veían irracional, cuando la chica habló:

—¡Vaya! —La chica sonrió de manera escalofriante. —¡Una familia, que adorable! —De no ser por aquella sonrisa maléfica la familia no habría desconfiado al verles, ya que su voz no se correspondía nada con el tono excitado de la chica. —¡Me parece que vas a tener una despedida mejor de lo que habías planeado, Nick! —dijo ella y no pudo evitar la tentación de reírse.

—¡¿Quiénes sois?!, ¡¿qué queréis?! —preguntó el padre de Anne, alarmado ante el comportamiento de la joven, cuando el chico fijó sus ojos en él y su tensión se detuvo tan rápido como apareció... Entonces él habló.

—Vamos Vevikia, sosiégate, los estás asustando —le recomendó en un tono bastante delicado. Su voz aterciopelada tenía un cierto matiz de autoridad, que hizo detenerse a la mujer de la risa maléfica. Había algo diferente en ellos: sus ojos estaban muy claros y llamaban la atención más que nunca.

—Así está mejor. Bien, tú por el padre y yo por la madre; a la chica podemos compartirla. También puedes dejarla inconsciente y luego entregarla a Yohann. Estoy seguro de que estará encantado con ella. Ahora divirtámonos un poco —dijo.

—Buena idea, a Yohann le encantan jóvenes y sería un buen modo de empezar todo —aceptó la mujer, encantada, y luego todo se volvió muy confuso. El moreno despegó la vista de su padre para centrarla en su madre, consiguiendo así que la soltara y se encaminara hacia él, hipnotizada, y en apenas unos segundos él ya la estaba mordiendo ante sus ojos. Esa visión aterraba a su padre, quién retrocedió al momento, y entonces ella se desvaneció para luego aparecer tras suyo, inmovilizarlo y morderlo. Extinguiendo su vida de forma tan rápida como aterradora , al igual que ocurría con su madre. Pero cuando él fijó la vista en ella y se acercó todo cambió...

Lo vio todo tan claro como si los eventos se hubieran ralentizado, aunque en realidad debería ser lo opuesto. Un ángel femenino que aterrizaba delante suya, casi tapándole la vista, a la par que el vampiro era detenido en su carrera por una fuerza invisible, la cual lo envió contra el muro de una casa, justo en el momento en que la mujer gritó:

—¡Nicolas!


Víctor alejó su consciencia de la mente de Anne, nada más escuchar el nombre que Vevikia gritaba, completamente consciente del latir de su corazón; que había comenzado a acelerarse nada más distinguir aquel joven que en un solo acto había trastocado toda su vida. Y sin necesidad de ningún poder especial.

No había vuelto a ver a Nicolas desde aquel fatídico día en que Vanessa dio su vida por la suya, sin siquiera vacilar. Cuando el joven, tan impactado como horrorizado por lo que acababa de hacer, soltó su arma y huyó del lugar. Víctor nunca tuvo el temple o la capacidad de indicarle a las autoridades por dónde había ido, no porque no quisiera, sino porque apenas le había prestado atención. Vanessa acababa de desvanecerse en sus brazos para no despertar jamás. Y ella era lo único que le importaba en aquel momento.

De haber sabido que acabaría así nunca se habría vuelto a involucrar con ella. Pero la necesitaba tanto como respirar. Una persona fuerte y determinada como era ella, entonces, era lo único que lograría remontarle tras perder a su padre. Víctor utilizó esa capacidad que tenía Vanessa de sumergirlo en una fantasía inolvidable, para impulsarse a seguir viviendo; aunque fuera para volver a ver su dulce sonrisa. Independientemente de que no le perteneciera al completo. No le importaba, con ella era feliz. Y en aquel tiempo era lo único que necesitaba para estar bien.

Lo único que necesitaba para ser feliz, una chispa de dulzura y cariño. Lo que tenía Vanessa entonces, pero también, lo que se ocultaba tras Layla, en realidad. Algo que tardó mucho en encontrar y que no estaba dispuesto a perder.

Por eso luchaba con tanta ansiedad, para recuperar la tranquila vida que tanto le había costado construir, independientemente de los riesgos. La razón por la cual no podía permitirse flaquear, la vida de sus seres queridos dependía de ello.

—¡Víctor, lo siento!, ¿estás bien? —Chilló Anne, tan alterada que apenas controlaba el volumen de su voz; nada más ser consciente de lo aterrado que lucía el joven Seyen, tras adentrarse en su mente para acceder a lo que, hasta ahora, únicamente había visto en sueños. —Tal vez no debí intentar recordar.

Víctor se obligó a respirar profundamente, para luego negar con la cabeza. Necesitaba verlo, comprender la sensación de familiaridad que le dio en su momento la descripción de la visión de Jaymie y actuar en consecuencia. Nunca pensó que él, Nicolas, estuviera vivo, creyendo ingenuamente que los rumores que afirmaban que se había suicidado eran ciertos. Al fin y al cabo, nadie lo había visto desde el día en que asesinó a su esposa.

—Tranquila, Anne, no has hecho nada malo. —Se obligó a articular, con el fin de tranquilizarla un poco. Era él quién tenía el problema, no ella, y aunque sabía que alterarse de esa manera no le ayudaría a solucionarlo, no podía evitarlo. —Es sólo que ese chico realmente me causó problemas en mi juventud y sin necesidad de ningún poder sobrenatural —explicó con una risa tan triste como amarga. Pensándolo bien, ni siquiera debería de sorprenderle. Yohann se la tenía jurada desde el día en que despertaron sus poderes, provocándole una ilusión tan potente que incluso a él lo sobrecogió. Y por las palabras que le había dedicado el día en que lo atacó, a él y a Layla, era obvio que él, al contrario de Siméon, recordaba muy bien lo que había pasado, tanto antes como después de desmayarse en brazos de su antiguo mejor amigo.

Convertir a una persona de su entorno, que le había causado tanto mal, para luego ponerla fuera de su alcance, era un acto tan retorcido que lo definía al completo. Una persona que no tuvo otro fin que el de atormentarlo durante gran parte de su adolescencia en Stern, eso era Yohann desde el día que lo conoció. Y lo peor es que lo hacía por simple diversión.

Lo odiaba. 

Anne arqueó una ceja, tan desconcertada como perspicaz ante aquel comentario. Pero decidió no adentrarse en la mente de Víctor en estos momentos. De lo poco que se conocían le había quedado claro algo, ese chico era más reservado de lo que parecía. Sabía más de él por Jaymie que por el propio aludido, algo que, por más que lo entendiese, no podía evitar molestarle un poco. Ya que todavía no sabía la razón real de que Víctor odiara a los licántropos, aunque intuía que la muerte de su padre tenía bastante que ver.

Tal vez fueron ellos quienes lo mataron. Tal vez por eso aún notaba dudas en él en referente al tema de su mejor amigo. Y tal vez era por eso que ella... Todavía no le había hablado de Chase. 

Temía que advirtiese sus sentimientos demasiado fuertes para significar amistad, aquella atracción prohibida que sentía por el joven licántropo; y reaccionase mal. Era consciente de que tarde o temprano lo tendría que hacer, no sólo por ella, sino también por Esteban; quién ya le había insinuado más de una vez que quería rescatar a su mejor amigo, tanto como ella o más. Pero no encontraba el valor de ello.


—Al menos tú no reaccionas como si hablar de ellos fuese malo —pronunció con rabia, pensando en Jaymie y todas las veces que su antigua mentora le había insinuado que era mejor que no supiese quiénes mataron a sus padres. —Jaymie ni siquiera me dijo que recordar fuese posible. —Víctor asintió, ya habían tratado el tema de la sobreprotección de Jaymie en su día, cuando supo que, además de borrarle la memoria, tampoco le dijo que la madre de Samuel estaba muerta. Hecho que de no ser por la reacción de su padre, nada más Samuel pronunciar el nombre de Elizabeth, apenas le hubiese importado.

Ella tenía una habilidad, al igual que él, al igual que su padre, y también estaba muerta. Era consciente de que su asesinato no tenía nada que ver con el de su padre, pero incluso así no podía dejar de darle vueltas.

¿Cómo era posible que su padre conociese, no a una, sino dos personas cercanas con habilidades si, según sus palabras, no era algo común? La prueba era que ni Anne, ni Samuel semejaban tenerlas. Si su amigo sobrevivió a la noche en que atacaron a sus padres no era por poseer alguna facultad especial, sino porque su madre había accedido a sus sueños para despertarle justo a tiempo de huir. (Lo que le costó la vida). E incluso así de no ser por el poder de proyectar objetos o enemigos hacia atrás, que se manifestó en él entonces, capaz no hubiese vivido para contarlo.

Samuel, al igual que todos los hijos de seyens, había sido capaz de despertar algunos de sus poderes, a edad muy temprana, y semejaba tener unos instintos más próximos a los de su raza que los de cualquier otra persona. Pero nada que lo ayudase a solucionar las dudas que tenía sobre su padre, o las habilidades, al contrario, le creaba más:

"¿Por qué mi padre nunca me contó nada sobre Elizabeth o el hecho de que ambos poseían habilidades especiales?", "¿tan peligroso es saberlo?" "Y si sí, ¿por qué no me lo dijo?"

Aquellas eran parte de las preguntas que lo perseguían en sueños. Un asunto que de no ser por las palabras de Candel le sería bastante trascendental. Pero el baile se acercaba y con él su próximo encuentro con el demonio, provocándole un estado de nervios y ansiedad tales que cualquier mala noticia, por mínima que fuera, le alteraba. Y la supervivencia de Nicolas era una de las peores.

—No sé por qué no me sorprende —dijo él, criticando a la mentora de Anne. Era consciente de que de no ser por el pacto que hizo con su padre, antaño, él no estaría aquí. Pero no podía evitarlo. —En todo caso no creo que podamos hacerle algo mientras no esté aquí. Pero Vevikia no solo es la esposa de Yohann, sino el único vampiro que conozco capaz de lanzarse a un incendio por la persona amada. Y eso que por lo que sé Yohann solo tenía trece años, por aquel entonces. No se separará de él —razonó. Era lo que le había mostrado aquel día: el incendio que terminó con sus padres; y del cual decían que se salvó de puro milagro. Pero hasta aquel día, en aquel momento, no había tenido ante sus ojos el rostro del milagro. La por aquel entonces novia de Yohann, que Víctor creyó atisbar, frente a él, antes de perder la consciencia.

Anne rió.

—Creía que los vampiros temían al fuego —afirmó burlona, sin siquiera inmutarse a su "ella no". En estos momentos no podía más que envidiar su valentía. —En todo caso es mejor que me vaya —anunció, levantándose de la parte de la hierba del jardín trasero de la mansión de Víctor, en donde se hallaba sentada frente a él. —¡Mañana será el gran día!

Víctor sofocó una carcajada nada más escuchar su tono irónico, seguido de una reverencia cuando menos cómica de parte de la chica. Era consciente de que Anne no estaba tan tranquila como lo aparentaba, de que cosas como su inexperiencia en bailes de sociedad, sumada al hecho de que iban a adentrarse en terreno enemigo, hacían que la chica estuviese tan inquieta como él o más. Por eso le agradecía todo esto.

Y eso que ella no tiene que preocuparse por el hecho de que todas las personas que le importan están invitadas al evento.” Meditó, observándola partir, tenía todas las razones para estar nervioso. Además, Raymond...

Sacudió la cabeza, quitándose esas preocupaciones vanas de la mente y se encaminó al interior de su casa. Ahora mismo no era tiempo de preocuparse por cosas como Nicolas, Vanessa, y todos esos elementos pertenecientes a un pasado que hace tiempo que debió de haber aparcado y superado. Conocía a Raymond y no era la primera, ni la última vez, que el chico desarrollaba alguna idea extraña o extravagante, con el fin de arreglar cosas que otros ya veían como irresolubles. Era una de las cualidades que más apreciaba de él, su perseverancia. El problema era que, obviando la charla que tenía pendiente con Siméon, lo último que podía hacer Víctor era olvidar todas sus preocupaciones no humanas y seguirle la corriente. Demasiadas vidas dependían de él...


Quién sí tenía previsto dejarse llevar por aquel que se nombraba a sí mismo "rey de la diversión" era Dave. Pues entre las ya no tan frecuentes, pero aun así notorias, desapariciones y muertes, que no hacían más que traerle malos recuerdos, y la actitud inquietante de Siméon, sentía que realmente necesitaba una noche de relajación y diversión.

Y es que si bien Dave sabía tan poco como los demás amigos de Víctor, sobre lo que ocurría en su ciudad natal, no podía evitar darle vueltas a una cosa. Hace cinco años, su padre, Eldar Von Andechs, le había prohibido expresamente adentrarse en el bosque, ni siquiera para cazar. Y desde entonces no fue, ni la primera, ni la última vez, que se cruzó con Eivan Roswell, tras el hombre reunirse con su padre, con el fin de cuestionarle sobre lo que ocurría en los bosques, por aquel entonces. Algo tan malo e inquietante como lo de ahora, ya que si bien Dave no había escuchado nada sobre muertes misteriosas, sucedidas allí, no podía eludir el hecho de que el padre de Víctor hubiera muerto poco después. Y por sus heridas era obvio que los atacantes de la familia no podían ser otra cosa que animales salvajes.

Aquellos eran parte de los asuntos que revolvían su mente, la primera vez que la vio. Aquel lunes por la noche, cuando su padre lo llevó a una de las múltiples cenas y demás eventos de la alta sociedad; a los que el joven estaba obligado a asistir, desde que cumplió los dieciocho años. Eran eventos reservados a las personas de más alto rango social, principalmente nobles como su padre; aunque también asistían personas influyentes en el ámbito de la política, de las cuales dependían la dirección y control de la ciudad y sus relaciones con la capital, o las villas colindantes. Toda una élite frívola y superficial que si bien Dave no apreciaba del todo, desde que conoció a Víctor, tampoco rechazaba. Al fin y al cabo, era su mundo. Simplemente le gustaría arreglar sus problemas personales antes de atacarse a los de la ciudad.

Había intentado hablar con Dianne, comprender, pero la chica le había dicho que a menos que supiera qué le pasaba a su amigo, no tenía razón para reclamarle nada a ella. Siméon estaba más tenso y cortante de lo usual y le ocultaba cosas, cosas que no estar referidas a su actitud en estos últimos días no le importarían. Así que le había dicho que mientras no arreglase los problemas que tuviese (los cuales ella desconocía), y se tranquilizase, no volviese a hablar con ella. Al fin y al cabo, ¿cómo se supone que iban a casarse si eran incapaces de confiar el uno en el otro? No era natural.

Y Dave no entendía, que Siméon le ocultara cosas a personas como él o Gerard era normal. Pero, ¿Dianne? Además, ¿desde cuándo Samuel ignoraba los problemas de su mejor amigo?

Siméon y Samuel siempre fueron muy cercanos. No tanto como Gerard y Víctor, que se contaban todo, pero sí bastante cómplices. Tanto que no era extraño encontrarlos juntos, en casa de uno u otro, enfrascados en algún proyecto o actividad común, que solo ellos entendían. Pero últimamente hasta ese tipo de "visitas" habían disminuido.

Era precisamente por ese motivo por el cual Dave se sintió incapaz de atender a los asuntos de su padre, aquella noche, y, en cuanto este se distrajo, se escabulló al balcón de la estancia en donde se hallaban. El primer lugar donde la vio, una muchacha tan familiar como hermosa, sobrecogedora, incluso. Le había captado con la mirada desde el primer instante en que la advirtió, atrayéndolo, en cierto modo, y aunque Dave sabía que, quizás, no debería acercarse a ella, nunca se había sentido capaz de negarle nada a una chica guapa.

Las mujeres hermosas eran su debilidad, y Milena Von Denna era la muchacha más hermosa que hubiera visto jamás... Le tenía completamente atrapado desde entonces, tanto que cada vez que la miraba sentía que perdía total control de la realidad. Lo cual le intrigaba. No era natural que él se dejase llevar de esa forma por una mujer, (habitualmente ocurría al revés); y era lo que le inclinaba a acudir a junto de ella cada vez que se la encontraba observándolo, o lo captaba con sus ojos verdes. Quería comprender por qué le atraía de esa manera, algo que según recordaba solo sintió una vez, más dudaba que tuviera algún tipo de relación, ¿o sí?

¿Acaso existía otra razón por la cual él se sintiese atrapado por una mujer? No lo sabía, pero aquello hacía parte de las múltiples razones por las cuales el baile le atraía tanto. Ella estaría allí... La razón por la cual era incapaz de atender a las palabras de su amigo Raymond, aquella tarde del sábado; mientras esperaba a que Víctor y Gerard llegaran para, seguramente, invitarle a caminar, (era una de sus prácticas más habituales cuando hacía buen tiempo); hasta que el organizador le llamó:


—Tierra llamando a Dave, ¿me escuchas? —La voz risueña de Raymond lo sacó de su estado de absorción. Desde el día en que él lo llamó, para invitarle al baile, le había quedado claro que sea lo que sea que hubiera pasado entre Siméon y Víctor no tenía porqué ser un impedimento para que volvieran a ser amigos. Hecho que se había reforzado nada más conocer los planes de Raymond con respecto a esa noche. Revivir lo que para su amigo se correspondía con una de las mejores noches de su vida, (cuando Siméon, Samuel y él se convirtieron en un grupo inseparable de amigos); podía ser tan poco conveniente como incómodo para Víctor. O al menos eso deducían tanto Dave como Gerard, por el nerviosismo de su mejor amigo desde que se había enterado del evento. El cual, si bien Dave creía comprender, le parecía algo exagerado. Al fin y al cabo había pasado mucho tiempo desde aquello y ya no eran los mismos jóvenes alocados de entonces, al menos no Víctor y él.

—Sí, sí, perdona. —Dave apartó de su mente aquellos ojos color verde intenso, que tenían la capacidad de bloquearlo, e intentó centrarse en la conversación que llevaba. —Hablabas de la iluminación, ¿no? —Tanteó nervioso. Debido a que Giovanna Roswell fue su perdición desde el mismo día en que la conoció, y en aquella época ella andaba en una relación bastante seria con Semil; Dave no se había enterado de lo ocurrido en el evento hasta dos días después. Cuando, después de sorprender a Siméon Leinnisteir regresando de la casa de Víctor, bastante alegre, nada más llegar de su clase de esgrima, cuestionó a su mejor amigo sobre el chico. Y este le contó todo lo ocurrido aquella noche, incluido el hecho de que Giovanna y Semil cortaron.

Y aunque Dave estaba casi seguro de que nunca había tenido el menor atisbo de oportunidad con Giovanna, no pudo evitar intentar conquistarla de nuevo, poco después. Decisión que no tardaría mucho en lamentar ya que, no solo le llevó a enfrentarse con Siméon de una forma bastante fiera, hasta que Víctor, harto de ver a sus dos amigos pelearse por su hermana, les pidió que lo resolvieran de forma pacífica (cosa que hicieron); sino que en el único momento en que la joven le hizo caso fue para romperle el corazón a Siméon...

Y dudaba mucho que su amigo se mereciera eso.


—Más bien de la decoración —precisó Raymond, con una risa burlona. —¿En qué estabas pensando Dave? Prácticamente llevas en otro mundo desde que pronuncié la palabra baile. —Dave rió.

—En una pequeña conquista que tengo previsto hacer allí —explicó con una expresión bastante serena, a la par que alegre —. Es una muchacha algo controversial, pero más agradable de lo que pensé en su día. —Raymond asintió, tan interesado como habituado a lo que era un andar asiduo en su amigo, desde el mismo momento en que se conocieron. —No te importa, ¿verdad? —Volvió a reír como si nada, sacudiendo la cabeza. Definitivamente su amigo nunca cambiaría.

—¡Ay Dave! —suspiró de forma bastante teatral, riéndose un poco a su costa. —¿Cuando sentarás la cabeza? —Se burló de nuevo, alegre. Llevaba estándolo desde que el organizar el evento le había permitido volver a hablar con sus amigos, aunque Siméon le seguía causando problemas.

Y dado el tiempo que llevaba este esquivándolo a él y a todos sus amigos, Raymond estaba comenzando a dudar de que hubiese algún atisbo de reconciliación entre ellos; independientemente de que Siméon hubiese aceptado acudir al baile, al igual que todos los demás. Samuel le había aconsejado que lo dejase tranquilo un rato, ya que sus insistencias y preguntas no hacían más que ponerlo más tenso. Y cuando lo hacía respondía de una forma tan cortante y brusca que no podía evitar asustarle. Pero no por ello dejaba de preocuparle.

—Es difícil hacerlo dado que la única mujer por la cual me lo planteé está simple y llanamente ilocalizable —reconoció Dave, pensando en Giovanna y él. En como terminó descubriendo en unas cuantas tardes que la hermana de Víctor ocultaba una tristeza tan o más profunda que la de su mejor amigo, nada más perder a su padre. Una tristeza que solo él pudo remediar...

—Giovanna, ¿verdad? —inquirió Raymond con una expresión tan perspicaz como divertida y este asintió. —Realmente hiciste historia en aquella época, eso te lo debo conceder. La forma en la que te disculpaste fue memorable —Y no pudo evitar soltar una de sus habituales carcajadas. Así era Raymond, en realidad, tan divertido y despreocupado que era imposible enfadarse con él, incluso cuando hacía una broma de mal gusto o tocaba un tema sensible. Tal y como era la historia de Giovanna y Dave, en realidad.

Giovanna siempre había sido una chica especial: un alma rebelde y caprichosa cuya sobreprotección de su padre le hacía cruzar los límites de lo razonable, con tal de que éste advirtiese lo tan asfixiada que se sentía ella. Su romance con Semil Leinnisteir era un claro ejemplo de ello. El como nada más oponerse su padre a ellos, desde el primer instante en que se conocieron, hizo que ella se aferrara a él de una forma tan fiera como dependiente: siempre dispuesta a disculparle hasta la más inadmisible de sus faltas. Lo cual era precisamente la razón de que Dave Von Andechs nunca viera como factible un camino limpio para ellos. A Giovanna le gustaba lo prohibido e inadmisible, lo reprochable, en cierto modo.

De hecho, la única razón por la que ella se fijó en Siméon, aparte de que el muchacho era tan indomable como su hermano mayor, (pero de una manera mucho más inocente que este); era porque la diferencia de edad entre ellos era tan notoria como reprochable. Y Dave, obviando su andar precoz con las chicas, (cuyo inicial motivo era el de olvidar su pasión por la chica, para luego convertirse en una costumbre, poco después), era todo menos un sinónimo de reprochable. Una persona de la nobleza, iniciada en las labores y responsabilidades de un joven de su condición desde muy joven. No las empezó a eludir hasta que conoció a Víctor, cuya inocencia y bondad casi angelical hacía que Dave sintiera la necesidad de guiarle y protegerle lo más posible. Era algo extraño, como si los jóvenes Roswell nunca hubieran conocido la maldad de las personas. Lo cual no se distaba mucho de la realidad.

Eivan Roswell sobreprotegía tanto a Víctor y Giovanna, que muchas veces sus hijos no percibían la malicia tras los actos de personas como Yohann Schauder, hasta que sucumbían a ellos. O al menos eso era lo que él pensaba que le pasaba a Víctor realmente.

Esa cruda sobreprotección era la razón por la cual Dave imaginaba que ambos se quedaron tan impactados por el ataque que sufrieron a manos de perros salvajes (o al menos eso decían las fuentes oficiales sobre la muerte de Eivan Roswell); que no sabían cómo asumirlo. Giovanna se pasaba el tiempo cuestionando al padre de Dave sobre las reuniones que tuvieron su padre y él, antes de su morir: actuando como si averiguar lo que pasaba en los bosques fuera a solucionar sus problemas. Mientras que Víctor era incapaz de hablar…

Y Dave quería ayudarles a los dos, cosa que no consiguió hasta el día que encontró a Giovanna llorando, ante su puerta, y violó todas las normas, que tenía establecidas desde que la chica había escogido a Siméon sobre él; procurando ayudarla y consolarla como más podía. Independientemente de que sucumbiera a sus encantos poco después…

La amaba demasiado para no hacerlo.


Todavía la añoras, ¿verdad? —adivinó Raymond por su expresión tan nostálgica como contemplativa, melancólica incluso. Había sido en aquella época en la que comprendió lo valiente que era su amigo en realidad, cuando este adquirió el valor de no sólo confesar su relación ante todos, sino también de reconocer su falta, pidiéndole perdón a Siméon de una forma tan cruda que sorprendió a todos los del grupo aquel día.

—Siempre —resumió simplemente el aludido, contemplando el techo de su habitación. No importaba que lo que hicieran ellos entonces estuviese mal, era tan incapaz de olvidarlo como de odiarla. Justo en ese momento llegó Víctor, acompañado de Gerard, y no parecía muy contento después de oírles hablar de su hermana y Dave con tanta naturalidad.

—¡Hola Víctor!, Gerard —Raymond saludó a sus amigos con ese tono inocente que Víctor sabía que empleaba cuando era consciente de que había metido la pata, ya fuese con una broma de mal gusto o tocando un tema sensible. Lo cual era precisamente la razón por la cual no podía enfadarse con él, nunca lo hacía con malicia.

—¡Hola! —Saludó Víctor con una sonrisa bastante tensa, lo cual hizo que Gerard lo observara perspicaz y Dave bastante preocupado. Sí, definitivamente, Víctor estaba muy tenso para lo que era la tarde previa al baile, aunque después de la conversación que acababa de escuchar, a Gerard no le extrañaba tanto.

—¿Sabéis? —Les reprochó, no muy contento con la actitud relajada de ambos —. No comprendo cómo sois capaces de hablar de Giovanna y tú, Dave, con esa naturalidad, conociendo el daño que supuso para Siméon en su día. —Dave hizo una mueca nada más escucharle, aquel era un defecto de Gerard que no había trascendido a través de los años. Lo tan poco que vacilaba a la hora de soltar los reproches, teorías o críticas que le pasaban por la cabeza, independientemente del daño que causara en quiénes los recibieran. Raymond enseguida lo fulminó con la mirada, mientras que Dave se limitó a encogerse de hombros; quitándole importancia a la crítica.

—Porque de no ser por la relación que teníamos entonces no habría podido ayudarte, Víctor —explicó, mandándole una mirada de disculpa a su mejor amigo y este asintió cabizbajo. Dave, aquel había sido el tema por el cual discutió con su hermana el día en que ella perdió los nervios y le atacó. Dave y lo que suponía que su hermana lo utilizara para curarse las heridas desde aquella tarde en la que se presentó en casa de su vecino, con motivo de investigar si había ocurrido algo en los bosques, ya fuese antes o después de morir su padre; ya que tanto Dave como su padre eran muy asiduos de la caza animal, y llevaban un tiempo sin frecuentar el lugar. Algo que a pesar del tiempo no estaba seguro de poder perdonar…

Y es que si bien Giovanna y Siméon llevaban teniendo problemas desde el mismo día del ataque, debido al reciente auge de emociones de ésta, como consecuencia de la mordida de aquel licántropo ; unido al duelo que ella y Víctor pasaban por la muerte de su progenitor. Eso no justificaba aquella infidelidad que se gestó a través de los encuentros que tuvieron su hermana y Dave, desde entonces. Menos el hecho de que de no ser por Dave, Giovanna nunca habría logrado contactar con Vanessa en su día; ya que Nicolas pertenecía al mismo círculo social, que debería frecuentar Dave en realidad, sólo por ser noble. Aunque sí lo suavizaba.

—Cierto —admitió Raymond, con una expresión más suave, y se levantó de la butaca en donde se había sentado. —Como sea, es mejor que me vaya —añadió. —Todavía debo ultimar algunos detalles.

Víctor no pudo evitar lanzarle una mirada compasiva a su amigo, si supiera lo que se organizaba realmente no estaría tan alegre. Pero conociendo como conocía a Raymond era muy probable que este se echase a reír ante la palabra sobrenatural, nunca se tomó muy en serio las historias de todos modos.

—¡Aguarda Raymond! —Gerard pareció despertar al ver a su amigo partir, debía reconocer que Víctor no era el único tenso del grupo, él también lo estaba, en cierto modo, aunque por razones bien diferentes. —¿Sabes si le pasa algo a Samuel?

—No, nada, ¿por qué? —preguntó simplemente Raymond, haciendo que su interlocutor arquease una ceja, incapaz de creerlo. Apenas había logrado hablar con Samuel desde el día en que se lo encontró descansando (o al menos intentándolo) en horas en las que su amigo debería de estar trabajando; pero la impresión que le había creado no se le borraba de la mente.

—Porque está distante o distinto, no sé... —articuló Gerard, intentando buscar una palabra aproximada para describir la actitud de Samuel según el devenir de los días. —Además, ¿desde cuando… ? —se quedó callado pensando en aquella expresión de dolor, terror y desesperación que había distinguido en Samuel, y sus movimientos antes de despertarle. Nunca le había visto así, ciertamente no. Y aunque Raymond no tenía una relación tan cercana con Samuel, como Siméon, antes de venir su hermano a la ciudad, dudaba que no hubiera distinguido algo alguna vez. —Tiene pesadillas.

Raymond lo observó sin comprender del todo la preocupación de su amigo, era cierto que Samuel no parecía en su mejor estado el día en que lo invitó al baile, pero obviando eso estaba bien. Y desde luego no lo había visto distante, al contrario.

—Gerard, no te ofendas, pero a veces ves cosas donde no hay nada —expresó con una risa tan despreocupada que le desconcertó. —Samuel ha tenido unas noches difíciles, es cierto, pero ignoraba que se debiera a pesadillas —explicó en un tono lo más sereno posible, conociendo a Samuel como lo conocía era obvio que lo último que deseaba este era preocuparle por unos cuantos malos sueños que hubiera tenido. —Lo demás me temo que sólo está en tu cabeza. —Le mandó una sonrisa tan tranquilizadora que Gerard no pudo dudar de su palabra antes de despedirse.

»—¡Nos vemos en el baile! —anunció, partiendo al fin, y Dave le despidió con la mano, muy alegre.


—Entonces es sólo conmigo —meditó Gerard para sí mismo, antes de abandonarse sobre la misma butaca en la que había estado sentado Raymond antes. Se le habían quitado las ganas de caminar. —Genial.

Nada más escuchar a Gerard suspirar, Víctor comenzó a comprender por qué Samuel parecía querer evitar a su mejor amigo desde el día en que le contó sus sueños. No habían hablado del tema, ciertamente, Samuel estaba más interesado en ayudarle, que en comentar los pormenores de su vida humana. Pero sus horarios eran tan inconfundibles como el hecho de que Gerard pareciese querer regular los suyos, con la esperanza de quedar con él. Era obvio lo que había visto Gerard aquel día, lo mismo que supuso él nada más ver los recuerdos que atormentaban a Samuel. Su amigo no había priorizado las explicaciones a su descanso por nada, sino porque hace rato que era incapaz de ello.

—¿Os habéis peleado? —Tanteó Dave, preocupado. Debía reconocer que por más aliviado que se sintiera de que ni Víctor, ni Gerard, tuvieran ganas de salir a caminar, ya que él, al contrario de ambos, nunca había sido asiduo de la práctica; no le gustaba nada el motivo del rechazo. 

—Algo así —precisó Gerard con una pequeña sonrisa y por la forma en que Víctor lo observaba intuyó que este sabía más del asunto de lo que parecía a simple vista. Pero tampoco tenía ganas de cuestionarlo ahora mismo. —Tranquilo, Dave, no es culpa tuya —le aclaró. Al contrario, de no ser por la petición de Dave era posible que ni siquiera se le hubiera ocurrido rondar los alrededores del lugar de trabajo de Samuel, desde que su antiguo amante había terminado su carrera. Menos habría tenido ocasión de verle en el estado en que lo vio entonces. Y aunque había violado una de las numerosas normas, que tenía establecidas desde que había advertido que Samuel ya no era aquel chico de quince años, al que podía engañar con unas simples palabras; al no solo despertarle, sino también hacer lo posible por tranquilizarle entonces, tampoco era capaz de arrepentirse de ello.

Víctor sonrió, era en esos momentos en los que agradecía la participación de Samuel al evento, por más que lo metiese en el punto de mira, tanto como a Anne o más. Si Gerard tenía un motivo para hablar con él le sería más fácil conseguir que dejase de vigilarle con la vista, como llevaba haciendo desde que había percibido que el baile lo ponía más nervioso de lo normal. No podía controlar a su mejor amigo e investigar a la vez, era obvio, y la incapacidad de comunicarse mentalmente con Samuel, hasta que este se convirtiera, le imposibilitaba asignarle las tareas que habían acordado Anne y él desde que logró introducir a la chica en el evento. Aunque era mejor así.

—No te preocupes, Gerard. —terció posando una mano sobre el hombro de su mejor amigo, con el fin de animarle. —Estoy seguro de que lo arreglaréis —aseguró y al ver la expresión que se definió tras sus labios le quedó claro que había obrado bien.

Todo saldría bien, tenía que hacerlo.

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Nota: Estuve a punto de sacar a Nicolas del cuadro, pero al no ocurrírseme nadie para reemplazarlo decidí dejarlo. También tuve dudas sobre la relación de Dave y Giovanna, sin embargo, el hecho de escribir el Capítulo poco después de que saliera la versión subtitulada del penúltimo Capítulo de la tercera temporada de miraculous (cuando lo emitieron en Ucrania) terminó de inspirarme cuando vi la escena en la que marinette estallaba en llanto frente a Luka, superada por las dificultades de su tarea de superheroína, luego de lo sucedido en "LoveEater". Tanto Giovanna como Víctor tuvieron que presenciar la muerte de su padre a manos de Licántropos, conscientes de que, incluso de quedarse en vez de huir, no habrían podido hacer nada por él. Provocando en ellos sentimientos como dolor, tristeza, culpa e impotencia, entre otros. Si a esto le sumamos la situación que sufría ella, al haber sido mordida por un licántropo, y su papel de fortaleza obligado, debido al extremo silencio y abatimiento de Víctor, no me extrañaría que estallase alguna vez. Y Siméon tampoco sabía muy bien cómo reaccionar ante sus cambios, razón por la cual ella encontró más sintonía con Dave en aquella época. Como veis las cosas se complican, los amigos de Víctor son conscientes de que algo va mal, pero debido a la falta de datos importantes sobre lo sobrenatural, o la falta de creencia en ello, se hacen sus propias teorías erróneas.

Nota 2: Vuelvo a publicar porque se me olvidó anunciar que estuve jugando con la imagen de Ariel, al inicio quería cambiarla por otra actriz con aspecto más adolescente, ya que en la descripción puse que tenía un aspecto infantil y angelical. Sin embargo, al comparar la nueva chica con ella no hubo modo que me gustase, así que lo dejé estar hasta hoy, que en vez de simplemente reemplazarla decidí ver si podía alterar algunas cosas de la imagen, como el pelo y los ojos, y así quedó.

Sé que no parece una niña, pero he decidido eludir ese aspecto de ella, ya que el momento en que confronta a Anne le queda idóneo a este rostro. En general tengo problemas para buscar pelirrojas, hecho irónico dado que me agrada mucho crear personajes así, tanto femeninos como masculinos, pero qué se le va a hacer. Nos leemos en la próxima publicación :D.

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